Opinión

Y el séptimo día descansó

Han sido días frenéticos para nuestros cofrades. No era una Semana Santa más. El horizonte estaba plagado de incertidumbres. El covid, los dos duros años en blanco y sus temidas consecuencias en medio de una realidad marcada por la ya, de por sí, menguada cifra de vocaciones y de costaleros, el propio éxodo de ceutíes aprovechando la conexión de una mal llamada ‘semana blanca’ con la de Pasión, las dificultades económicas y los arduos sacrificios que supone para nuestras catorce hermandades poner los pasos en la calle…

Afortunadamente todo se ha superado y me atrevería a decir que la celebración podría haber salido fortalecida. Así comenzó a percibirse desde la triunfal salida de ‘La Pollinica’ haciendo honor a su nominación de Entrada Triunfal en Jerusalén. Un lujo de hermandad en organización, participación y buen hacer. Al igual que sucede con la Flagelación, coincido con quienes aseguran que sus respectivos pasos son de los que mejor ‘andan’. Ambas hermandades tuvieron en común, también, el entusiasta y multitudinario acompañamiento en sus respectivas recogidas. Masivo el de los ‘pollinicos’ con la espectacular subida de sus dos pasos de un tirón, por Otero, hasta su sede de Manzanera. Como la propia gran acogida también de los titulares del oratorio de Teniente Pacheco, con su calle colapsada de gente en la que, como se suele decir, no cabía un alfiler.

Del Nazareno y la Esperanza, qué más se puede comentar con su tradicional y vibrante Encuentro protagonizando el momento cumbre y más más esperado de nuestra Semana Santa. Una vez más abarrotaron la calle, desafiando la amenaza de lluvia que les hizo acortar su recorrido, al precio de tener que renunciar a llevar su vibrante estación de penitencia a Velarde, su particularísima vía cofrade por excelencia.

Mención especial merece la Encrucijada. El derrumbamiento del techo de la iglesia de Hadú, su sede canónica, ha sido catastrófico para la cofradía. En su interior, al que de momento no pueden acceder, han quedado sus pasos y toda suerte de enseres. Los daños sufridos pueden ser muy importantes. Pero ahí ha estado la entereza de sus hermanos. Inflexibles ante la desgracia, posibilitaron su salida con unas improvisadas parihuelas para la Virgen y a hombros la talla del Cristo, desde la SIC y sin renunciar a su tradicional ‘encuentro’, inevitablemente lejos de su barrio. En estos difíciles momentos para la Encrucijada hay que pedir la ayuda de todos para que pueda salir adelante. La hermandad lo merece con creces.

Dadas las circunstancias de la pandemia, las susodichas parihuelas han sido las protagonistas de las salidas de la mitad de nuestras hermandades. Muy conseguidas las del Medinaceli, haciendo de su exorno lo más parecido a unos pasos, al igual que, en su estilo, las de la Amargura. Dos cofradías señeras, con muchísimos devotos como se ha vuelto a poner de manifiesto en su estación de penitencia.

El Descendimiento, también a parihuelas, salió sólo con su Cristo mientras el resto del grupo escultórico se quedaba en su sede de la Santa Cruz, siendo acogido de forma muy concurrida. No es una procesión multitudinaria, pero este año ha sido diferente. Impresionante su piadoso cortejo protagonizando la Madrugá en medio de un modélico orden, religiosidad y recogimiento, en consonancia con su condición de hermandad de silencio.

Y público, sí. Mucho público, en general este año, rompiendo una inquietante tendencia. Nota destacada teniendo en cuenta las consabidas ausencias ciudad. Detalle a considerar pensando en un relanzamiento de nuestra Semana Mayor. La marcha de unos pudo quedar compensada con el apoyo y el entusiasmo de los que optamos por quedarnos aquí. De fuera no viene casi nadie, excepto esos ceutíes de corazón que, residiendo en la Península, vemos como acuden todos los años a la cita. Ni Fitur (?) ni nada por el estilo. La baja tasa de ocupación de nuestros hoteles en estas fechas ha sido evidente en contraste con las disparadas cifras nacionales.

La Semana Santa que hoy despedimos habrá sido una de las más seguidas en mucho tiempo y no lo digo precisamente por lo vivido en la calle. Justo es destacar aquí el ambicioso despliegue de RTVCE en medios humanos y técnicos, para servirnos, in situ, en cualquier lugar que estuviésemos, en riguroso directo y sin interrupción alguna, todos los detalles del discurrir de procesiones, desde el momento de sus salidas hasta sus respectivos encierros. Un auténtico hito para la historia de la televisión pública local que, a buen seguro, habrá permitido descubrir a tantas personas la realidad y la grandeza de nuestra Semana Mayor, proyectándola en toda su dimensión y grandeza ante propios y extraños, a lo que no ha sido ajeno también nuestro Faro TV con sus puntuales vídeos de todas las procesiones.

El Viernes Santo volvió a concentrar en una misma fecha a varias salidas. Hay quienes apuestan por descargar ese día, trasladando la solemnidad del Santo Entierro al sábado, como tradicionalmente sucedía hace ya muchos años. De hecho, parece que ya se intentó, pero su junta de gobierno no lo estimó procedente. El Sábado Santo es una lástima que siga en blanco. Cabría reconsiderar tal cambio en el que, por supuesto, no faltaría la Virgen de la Soledad tras su emotivo retorno, este año, a la procesión después de un lustro de ausencia, una vez resueltos sus serios problemas de costalería.

Como decíamos, la austeridad y las prevenciones sanitarias han presidido, en esta ocasión, el desarrollo de esta celebración. Un detalle que, inevitablemente, hizo que algunos mirásemos con sana envidia a esas hermandades de la otra orilla que, pese a las recomendaciones por la pandemia, no dudaron en apostar por la costalería de siempre. Tal y como no dudó en ningún momento hacerlo también el Vera Cruz en su brillante estación penitencial del Lunes Santo.

Viernes Santo, en fin, de parihuelas, de cristos a hombros sin sus pasos, de fe y recogimiento con la procesión de silencio del Valle. Y de recuerdos. Tantísimos e inolvidables recuerdos de mejores épocas en la salida y entrada del Cristo de la Buena Muerte y su inseparable Dolorosa. No es fácil el momento que vive la hermandad de Los Remedios pero, afortunadamente, sus sagrados titulares pudieron estar de alguna forma en la calle. Me dicen cofrades suyos que las esperanzas en la nueva hermana mayor, Lucía Montes, son enormes para tratar de devolver a la cofradía el esplendor y el carisma que le corresponde por su realeza e historia, que nunca debió perder.

En fin, que el próximo año podamos volver a la normalidad, con mayúsculas, tras esta Semana Santa atípica de 2022 como todos coinciden en señalarla. Y esta mañana, el Resucitado, digno botón de cierre de la Semana de Pasión.

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