Opinión

Nieve y sangre en el manto de la Virgen

Al contemplar la imagen de nuestra Patrona apreciamos una paradoja entre la dramática escena que representa, una Piedad mostrando a Jesús muerto en su regazo, y el manto blanco que la cubre y con el que aparece revestida en su fiesta del 5 de agosto, precisamente cuando la iglesia universal celebra la festividad de Nuestra Señora de las Nieves.

Pero el manto de la Virgen de África no solo es blanco como la nieve… Según podemos apreciar en antiguos retratos, el envés, la otra cara de esa blancura gloriosa, se mancha de sangre. El blanco simbólico de su festividad, que tanto la caracteriza, y el rojo que se deja ver en su parte interna, parecen la cara y la cruz que arropa la figura sufriente de la Virgen Africana. Ese singular forro rojo vivo de la prenda, que podemos apreciar en las vueltas que rodean la cabeza de la imagen y en los vuelos inferiores, más que un extravagante contraste barroco es una alusión pasionista; como si al cobijar a la Madre Dolorosa en tan crítico momento, su inmaculado manto se hubiera teñido de la propia sangre de Cristo.

¿Por qué un Manto Blanco?

La mayoría de los verdaderos retratos de la Virgen de África que conocemos la representan con el manto blanco cuyas vueltas o forro es color rojo vivo.

Desde hace años buscamos una explicación concreta a este hecho, algún dato histórico que arrojara luz al porqué de una Piedad luciendo manto blanco, pero no hemos encontrado escrito alguno que hiciera alusión a esa preferencia por los colores claros para las prendas de la Virgen; tampoco de nuestros mayores hemos obtenido pistas sobre la existencia de algún motivo o causa concreta que justifique tal costumbre.

Desde el siglo XVII las fiestas de la Patrona de Ceuta se conmemoran en torno al cinco de agosto por lo que deducimos que la clave que buscábamos nos la ofrece precisamente el día de su festividad litúrgica, coincidente con la de Sancta Maria ad Nives celebrada en todo el orbe católico. Así que la predilección por los tonos claros en los mantos de Nuestra Señora de África podría ser una elegante alusión a la nieve caída milagrosamente en una de las colinas de Roma en el siglo IV, precisamente un cinco de agosto.

Vamos a tratar de acercarnos a los inicios históricos de esta fiesta y su relación con Santa María de África, a la vez que realizamos un breve recorrido por cuadros, fotografías y documentos que dejan claro el predominio del blanco en las prendas que arropan a nuestra excelsa Patrona.

La festividad de Nuestra Señora de las Nieves

El origen de la celebración de esta festividad se dibuja a través de los siglos entre la tradición y la leyenda, creyéndose que se debe a un hecho milagroso acaecido en Roma a mediados del siglo IV. Un matrimonio romano acomodado y sin descendencia le pedía a la Santísima Virgen una señal que indicara qué uso dar a su fortuna.

En la noche del 4 al 5 de agosto del año 358 el patricio Juan tuvo un sueño en el que la Santísima Virgen revelaba su voluntad de que le erigieran un templo dedicado a Ella.

Curiosamente esa misma noche el Papa Liberio (352-366) soñaba algo parecido, aclarándole Nuestra Señora el lugar preciso dónde debía construirse.

En la mañana de aquel cinco de agosto, Juan y su esposa ponían en conocimiento de Su Santidad lo que la Virgen les había pedido en sueños; encaminándose todos en procesión hacia el sitio sugerido: una de las siete colinas de Roma denominada Monte Esquilino. Al llegar quedaron sorprendidos por el manto de nieve que cubría el lugar, algo imposible en plena canícula romana. De inmediato se trazó en la misma nieve la planta del templo más importante que la cristiandad dedicaría a la Santísima Virgen, quedando bajo la advocación de Nuestra Señora de las Nieves, conocido también como Santa María la Mayor, una de las cuatro Basílicas principales de Roma.

En sus comienzos la celebración de la fiesta se circunscribía a la ciudad de Roma pero fue alcanzando gran repercusión, extendiéndose por el resto de Italia durante el siglo XIV.

Finalmente, en el siglo XVI, el Papa San Pío V la instituye como fiesta extensiva a todo el orbe católico. Cada cinco de agosto existe la costumbre de representar en el interior de la Basílica la nevada milagrosa por medio de una lluvia de pétalos blancos ante el altar mayor; al igual que en la madrugada de ese mismo día en la fachada principal tiene lugar la Nevicata: un moderno espectáculo de luz y sonido con cañones de nieve artificial.

La Virgen de África y el cinco de agosto

El cinco de agosto, es el día en el que los ceutíes celebramos la festividad de nuestra Patrona la Santísima Virgen de África. Esto es así desde mediados del siglo XVII, como hemos podido comprobar a través de distintos documentos. La evidente relación entre esta fiesta y la que toda la iglesia universal celebra en honor de una de las principales y más antiguas advocaciones marianas: Sancta Maria ad Nives, podría ser la explicación al color blanco o claro habitual en el atuendo de la Virgen de África.

En referencia a la celebración de las fiestas de agosto, los primeros documentos datan del siglo XVII, concretamente de 1686, cuando el obispo D. Antonio Ibáñez y de la Riva Herrera fija la festividad litúrgica de Santa María de África el día cinco de agosto.

Creemos que puede ser a partir de esta fecha en la que comienza a identificarse a la Patrona de Ceuta con la fiesta universal de Sancta Maria ad Nives, cuando se inicia la costumbre de vestir a la imagen con mantos blancos, especialmente en las jornadas festivas más importantes, reforzando estética y visualmente la relación entre las dos advocaciones: Nieves y África.

En 1743 se detalla una de las más antiguas procesiones con la imagen de la Santísima Virgen, el documento original especifica:…y luego que salio la Virgen, que llevaba un Manto blanco y flores de oro con el Alleo en la Mano… No deja de conmovernos la narración completa, de la que hemos extraído el párrafo que nos interesa, produciéndonos una gran emoción al identificarnos totalmente con el sentimiento devocional de nuestros antepasados que denota una entrañable y cariñosa relación con la que, hoy como ayer, es dueña nuestros corazones.

También de gran relevancia es el cinco de agosto de 1752, jornada en la que el Obispo de Ceuta Martín de Barcia consagra solemnemente el nuevo templo y altar mayor dedicado a Ntra. Sra. de África.

A lo largo de los siglos, Papas y Obispos han concedido indulgencias plenarias y parciales a los fieles asistentes cada cinco de agosto a las misas celebradas en el altar mayor del Santuario y a cuantos visitaran el templo con devoción, rezando una salve ante la imagen de la Santísima Virgen de África en el día de su festividad, habiendo confesado y comulgado. En un inventario de 1780, se relacionan siete mantos, la mayoría de ellos son claros o blancos, detallándose varias tonalidades y tejidos (tela plata, tela con ramas en oro, damasco blanco, guarnecidos con plata y oro, etc.). Casi un siglo después, en 1859, encontramos otro inventario enumerándose esta vez doce mantos pertenecientes a la Virgen, predominando nuevamente las tonalidades claras (color hortensia, castaño con franja, damasco blanco con randa de oro, raso blanco con ramos y esterilla de oro, terciopelo bordado en oro, seda blanca con ramos de oro, tisú de oro con franja de plata y jara de Italia, con viso color rosa).

Verdaderos retratos

Los verdaderos retratos de imágenes devocionales, ya sean grabados, dibujos o pinturas, pertenecen a un género poco considerado por los estudiosos del arte, pues aunque existan casos excepcionales que alcanzan una notable calidad, no tienen como finalidad la creación artística sino exaltar los sentimientos espirituales del fiel que lo contempla como un trasunto de una imagen venerada concreta. En su parte inferior suelen tener cartelas o filacterias con el nombre del icono representado, lo que unido a la reproducción, más o menos exacta, de sus características propias muestran un claro deseo de hacerla fácilmente reconocible a los fieles. La mayoría de estas producciones son de corte popular y responden a encargos de devotos que desean venerar en sus hogares, oratorios o capillas determinadas imágenes por la que sienten una profunda veneración. Para su realizaciónlos artífices se apoyaban en grabados, pinturas previas o, en el peor de los casos, en descripciones de quienes conocieron la imagen a retratar, dando lugar en ocasiones a inexactitudes y anacronismos bastante curiosos. Podemos poner como ejemplo de esto último la interesante pintura de la Virgen de África perteneciente a una colección particular de Puebla (México), una intencionada representación de la Patrona de Ceuta que reconocemos únicamente por la inscripción que no deja lugar a dudas: Nuestra Sra De africa…Seuta… realizada Adebosion DeDiego fernandes… sin embargo el icono no se ajusta del todo a sus claves, por lo que deducimos que se encomendó a un artista que no dispuso de las referencias suficientes para reproducir correctamente la imagen, limitándose a reflejar una Piedad que poco tiene que ver con la original, especialmente al incluir un elemento que jamás formó parte de su iconografía como es la cruz con sudario.

Otros casos, sin embargo, muestran una gran cercanía con la imagen retratada, dándonos la sensación de que el artista pudo tener conocimiento directo de lamisma o, al menos, disponer de una obra previa realizada por alguien que lo tuvo.

Reproducir con éxito la impronta de la imagen no solo dependerá de la buena ejecución general de la obra si no, en gran medida, por reproducir con acierto las claves iconográficas que proporcionan sus elementos más característicos: mantos, coronas y otros atributos que puedan pertenecerle. También se pone especial cuidado en reflejar la actitactitud y la postura del modelo llegándose, en casos singulares, a conseguir un auténtico retrato de los rostros y otros caracteres físicos concretos. En no pocos casos se recrea el entorno cercano a la imagen, tratando de contextualizarla en su lugar habitual de culto: retablos, camarines, peanas, ángeles, cortinajes, pabellones y arquitecturas. Todo estos esfuerzos compositivos obedecen al piadoso deseo de los fieles promotores de estas obras, que no es otro que tener la sensación de estar realmente ante la imagen de su devoción, por todo ello podemos catalogar estos verdaderos retratos como auténticos trampantojos a lo divino.

Cuanto más logrado resulte el parecido con el modelo, mejor. Pero en algunos casos se puede dar un paso más: una vez reproducida la imagen, el cuadro o la estampa se lleva ante el original procurando el contacto físico que acredite que está tocado a su original otorgándole cierta dimensión sagrada, mágica y devocional; logrando que dichos cuadros-iconos se convirtieran en auténticos trasuntos de imágenes célebres, no solo por reproducir su impronta, sino por haber estado en contacto directo con ellas, pudiendo presidir oratorios, capillas, salones y dormitorios.

(Este artículo fue publicado en la revista del Consejo de Hermandades y Cofradías de la Ciudad y Obispado de Ceuta ‘Cruz de Guía’ en su edición para la Semana Santa de 2022).

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