Colaboraciones

Mónaco (I)

El viaje empezó muy bien, abundante humor debido a las prácticas algo forzadas de francés para intentar comunicarnos en el idioma que “llaman del amor” una vez que aterrizamos en Niza international aéroport de la Côte d’Azur. Un pequeño aeropuerto con buenas conexiones entre las dos terminales de tráfico aéreo mediante un tranvía que nos trasportó a la parada de buses inter-city con la finalidad de llegar a Mónaco, nuestro destino. En realidad, vinimos para examinar un importante material de corales recogidos en las renombradas campañas científicas del Príncipe Alberto I de Mónaco que se conservan en el Museo Oceanográfico de Mónaco (MOM). Me sentía preocupado porque era domingo y quería asistir a misa, sin embargo, como me dijo mi amiga Mercedes Puyas, déjate llevar que la Virgen seguro que te facilita un templo. Pues dicho y hecho, nuestro hotelito estaba justo en frente de la preciosa iglesia del “Sacre Cor de Jesus” donde pude asistir con comodidad a las ceremonias eucarísticas todas las mañanas a las ocho y disfruté de una maravillosa talla de la Virgen de Fátima que lo dice todo con su mirada. Mónaco, es una pequeña Babilonia de la moda, el lujo y el disfrute de los cinco sentidos externos, sin espacio para caminar entre la maraña de edificios, pero mantiene muchos y muy bien cuidados templos católicos y un gran patrimonio cultural eclesiástico con órganos en todas las iglesias. Entre todo este culto al materialismo más salvaje resiste la espiritualidad y el corazón humano. Me impresionó el santuario de Santa Devota (virgen y mártir cristiana por las primeras persecuciones de época romana en el trescientos) encajada en un acantilado que fue emplazamiento original de la primitiva ermita donde milagrosamente llegaron los restos en la barca que los transportaba desde Córcega. Justamente abandonábamos Mónaco en la víspera de la fiesta que es el día 27 de enero. El recibimiento de la conservadora de las colecciones del museo, Michael Bruni, fue cordial y amable, desde el primer momento sentimos el calor de la bienvenida tanto de ella como de la recepcionista del acceso para el personal y las visitas científicas, una simpática mujer de origen sudamericano que nos atendió con dulzura; fuimos conducidos al interior del edificio por nuestra anfitriona científica, que nos llevó, previo paso por el despacho del director para hacer las presentaciones de rigor, hasta un peculiar laboratorio lleno de muestras, campana de extracción de gases y buenas vistas al mar. Este fue nuestro gabinete de trabajo y el lugar donde comenzamos dos días frenéticos de investigación y preparación de los corales. Una vez entrenados en el estudio morfológico sobre especies, comenzamos a buscar aquellos atributos anatómicos que las identifican y las diferencian de otras. La visita a este museo era muy importante para analizar un material recolectado a finales del siglo XIX y así poder aclarar si se trataba de alguna de las especies recogidas en nuestras propias campañas de exploración. Los corales objetivos pertenecían al grupo de las gorgonias y también, en menor medida, a los antipatarios (corales negros). Podemos decir con gran satisfacción que ha sido un viaje muy fructífero porque hemos aclarado lo esencial para publicar nuestro artículo sobre las gorgonias circa-litorales de la región atlanto-mediterránea a la mayor brevedad posible; también hemos comprobado que existen algunas especies nuevas para la ciencia de gorgonias provenientes de cotas batimétricas profundas en la región macaronésica y la costa de Marruecos; y que los corales negros analizados necesitan un estudio pormenorizado para poder decidir realmente cuantas especies hay en la colección estudiada, uniendo estos datos a otros nuestros recogidos en viajes exploratorios de Canarias, Chafarinas y Cabo Verde. Ciertamente, fue emocionante analizar el material recogido en las campañas del Príncipe Alberto I, tomar las imágenes necesarias, y preparar las estructuras anatómicas para su estudio en Ceuta, sabiendo ya, debido al análisis preliminar llevado a cabo en el laboratorio de Mónaco, que en su gran mayoría, eran especies diferentes a las nuestras. El estudio taxonómico de las especies es la clave para el conocimiento de la biodiversidad, y por eso, este tipo de estudios, debe relanzarse y convertirse en algo prioritario para las estrategias de conservación de los ecosistemas marinos. Gracias a la visita realizada al mentado museo vamos a describir tres especies nuevas para la ciencia y un nuevo género, identificar otras nuevas especies en el Mediterráneo central y en breve, preparar un nuevo trabajo con nuevas gorgonias atlánticas y mediterráneas. También vamos a preparar un nuevo artículo con cuatro o cinco nuevas especies de corales negros localizados en las islas atlánticas y en el Mediterráneo. Además, en el caso de los corales analizados, no se trata de especies con poco porte, que pueden pasar fácilmente desapercibidas por su mimetización con el medio, todo lo contrario, son estructuras ramificadas de buen tamaño y con colores muy llamativos que caracterizan muchos hábitats entre 40 y 100 metros de profundidad. Eso significa que son potencialmente buenos indicadores de la salubridad de los hábitats y por lo tanto de gran interés para las administraciones con competencias en la conservación de la naturaleza.

A pesar, de la indudable relevancia internacional de las colecciones históricas de este y de otros muchos museos de historia natural, no es oro todo lo que reluce y muchas colecciones languidecen y no están bien atendidas por falta de personal especializado

A pesar, de la indudable relevancia internacional de las colecciones históricas de este y de otros muchos museos de historia natural, no es oro todo lo que reluce y muchas colecciones languidecen y no están bien atendidas por falta de personal especializado. De esta forma, el actual MOM vive del nombre de su fundador (el Príncipe Alberto I de Mónaco) y sus numerosas colecciones y bellísimos trabajos científicos que financió, y de los programas divulgativos realizados por Jaques Cousteau. Un gran explorador de los mares del siglo pasado que dirigió también este museo entre 1957 y 1988. Hasta hace pocos años, se publicaban monografías científicas en esta institución basadas en las colecciones recogidas en las campañas oceanográficas y en el Instituto Oceanográfico financiado por la Fundación que lleva el nombre del príncipe. Sin embargo, hoy en día parece una institución excesivamente orientada al turismo de masas y escasa visión científica, presionada por el peso de su legado, dando la impresión de tener escasa consciencia de su responsabilidad histórica. Es imposible conocer lo que podría pasar por la mente de un caballero del siglo diecinueve tan brillante como fue Alberto I en estos tiempos digitales, pero estoy seguro que con su talla propondría un modelo más equilibrado para su institución. Un modelo de gestión que se adaptara a los tiempos sin perder su esencia, conciliando el progreso del conocimiento científico del mar y la pasión por la biosfera y la divulgación educativa. El descendiente más ilustrado de Francesco Grimaldi, seguidor de los güelfos en la guerra de sucesión del sacro imperio germánico, se había convertido en una rara avis en la aristocracia europea. Alguien que como el mismo escribía desde el camarote de su barco anclado en la bahía de Algeciras, “había madurado en la cultura de la verdad” y estaba lleno de ideales románticos sobre el planeta y el futuro de la humanidad; el Príncipe amaba la vida buena y detestaba el confort y el conformismo apelando siempre a los más nobles sentimientos del ser humano paliando el sufrimiento de los más débiles siempre que podía. En Azores se le recuerda con mucho cariño por su cercanía y todo su buen hacer en estas islas que seguro amaba con devoción. Las continuas amenazas de los volcanes y los frecuentes terremotos sufridas por la población de Fayal y Pico le impulsó, entre otros motivos, a crear un observatorio meteorológico y sísmico que ya está en desuso. Mi amigo Filipe Porteiro del DOP de la Universidad de las Azores me contaba estas historias durante mis repetidas estancias en estas islas.

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