El portavoz del Gobierno de Ceuta, Alejandro Ramírez, puso palabras ayer a la idea que se prefigura evidente a la vista de los acontecimientos: “Parece ser que el país vecino no está cumpliendo” con su parte de la labor de control de la presión migratoria sobre la ciudad.
No se trata solo del notable incremento registrado en el número de llegadas desde que comenzó el año, especialmente este mes, sino de otras decisiones de carácter exclusivamente político y no atribuibles a razones logísticas u operativas como la negativa a aceptar la devolución de los nacionales del país vecino adultos interceptados en frontera por las Fuerzas de Seguridad.
Si, como dijo el presidente del Gobierno de España en Rabat, no hay “ningún reproche” que hacer al Reino alauita en este ámbito, en el que su cooperación es fundamental y en muchas ocasiones eficaz y efectiva, la ciudadanía merece al menos una explicación sobre lo que ha ocurrido o está sucediendo en la frontera de Ceuta.
Lo único que se ha aportado hasta ahora al respecto fue lo que dijo en el Pleno el líder del PSOE, que se congratuló porque con una llamada al Ministerio del Interior desde la Delegación se había resuelto cualquiera que fuera el entuerto. Los hechos acontecidos posteriormente, sobre todo el domingo y el lunes pasados, apuntan a que algo sigue sin restablecerse para retomar la cooperación que debe presidir las relaciones bilaterales en la “nueva etapa” que se anunció hace casi dos años, en la que la franqueza y el respeto iban a ser los pilares.
La decepción, menos sin explicación, no puede ser la conclusión.