Opinión

Historia del vino

Hoy me voy a ocupar del vino. Y quisiera hacerlo con un poco de humor para intentar mantener alta la moral en estos bajos momentos ante los que el nuevo zar ruso, Vladimir Putin, tanto gusta recrearse en baño y loor de vanidades, sembrando en Ucrania muerte, drama y terror con sus amenazas de usar misiles guiados, drones suicidas, bloqueo de alimentos para que el mundo muera de hambre y bombas que él llama "sucias", confirmando con ello la "guerra sucia" que desde el principio libra contra la pobre Ucrania, con "simulacros nucleares masivos", como en Hiroshima y Nagasaki en la II G.M. Como hay "gente para todo", este sujeto disfruta y es feliz haciendo daño a los demás, intimidando al mundo con cortes de gas, para luego vendérnoslo más caro y así él pueda pagar las armas con el dinero con el que nosotros lo financiamos al tenerselo que comprar.
Y, luego, está el máximo líder chino, un tal Xi Jinping; otro sujeto de cuidado que es de "armas tomar", que se encarama en el gallinero haciendo de gallito de corral, con tan "malas pulgas" como tiene, las", como se vio por T.V. días atrás poniendo de patitas en la calle a su antecesor Hu Jintao. Y es que, a estos así, "Dios los cría y ellos se juntan". Pero, olvidémonos de la guerra y abracemos a la paz. Voy al fondo de lo mío, que el vino; no porque lo beba, que llevo años sin probarlo, pero sí para referirme a su historia. De le la Biblia dice que, en la boda de Caná de Galilea, Jesucristo, hace dos mil años, hizo su primer milagro convirtiendo seis grandes tinajas de agua en vino que, si eso fue así, vaya fenómeno; menudo negocio fue ese; así siguen de aguados algunos vinos.
Pues, la historia del vino nos dice que, el primero en plantar viñas fue el dios pagano Baco, hijo de Zeus, que es el símbolo activador de la materia que los filósofos estoicos, en el siglo III a. C., reconocieron al vino como "fuego", porque decían que a través de la embriaguez y la orgía se llegaba a la integración mística de la divinidad. En el salmo 9. 20 del Génesis, primer libro de la Torá judía y del Antiguo Testamento de la Biblia cristiana, que ambos se refieren a la creación del mundo, dicen que: "Noé, era agricultor y plantó viñas". Y el salmo 104, 15, que "el vino alegra los corazones".
El vino tiene muchas connotaciones religiosas. Dios lo bendijo y lo bebió en la misma Boda de Caná y en la Última Cena. Para San Agustín: "El vino, sabio en su medida, riega la ciudad de Dios", También en el Tesoro de Cobarruvias, una de las coplillas del Siglo de Oro, rima así: "Bendito sea Noé/ que la viña plantó/ para quitar la sed/ y alegrar el corazón". "El buen vino, sabiamente administrado – medida, orden y belleza – estimula los sentidos y alivia el ama". Los mismos curas bendicen el vino en misa, lo consagran y, alzando luego el cáliz al cielo lo ofrecen a Dios, proclamando que es la "sangre de Cristo", para después bebérselo solemnemente. Y algo bueno y santo debe tener el vino. En mi niñez, siendo monaguillo en la iglesia de mi pueblo, MIRANDILLA, todos los acólitos que ayudábamos al cura cuando oficiaba la misa probábamos el vino especial que le regalaban para las vinajeras, que tenía tan exquisito paladar que, en cuanto el oficiante se descuidaba nos poníamos a sorberlo para dentro.
En España, fueron los romanos quienes mejoraron mucho el cultivo de la vid. Ahí fue donde tuvo su origen aquel arcaico y útil arado romano de doble uso: reja y vertedera, con el que aclimataron las cepas que eran más resistentes al frío en las altiplanicies. Después, los colonos que acompañaron a América a los extremeños Hernán Cortés y Francisco Pizarro, introdujeron el vino en aquel Nuevo Mundo en tinajas embarcadas. Aquellas quizá fueran de las primeras licencias de exportación que España les concediera. Y vaya si el vino cultivado con tanto esmero alegra y agrada cuando se bebe con mucha moderación y sabiendo hasta dónde "empinar el codo", bebiéndolo en vaso, bota, botella, garrafa o porrón, pero siempre con mucha mesura.
¡Qué bueno está el vino extremeño de "pitarra"!, que es el de propia cosecha. Y más rico está todavía si se paladea bien con el cielo de la boca, que es como lo catan y saborean los buenos bebedores, porque saben que, dando un buen sorbo y ahondando el trago hasta lo profundo, hace subir al otro cielo de las estrellas a los ebrios o beodos. En Extremadura, ese buen vino de pitarra, se "engaña", o adereza, con unas buenas tapas de chorizo o "pestorejo" extremeño asado (morro del cerdo), que en mi niñez eran los típicos ingredientes que se convertían en la más deliciosa razón de ser de la antigua matanza extremeña.
La práctica totalidad de los buenos bebedores coincide en señalar que el vino es alegría, amistad, corazón, alma, todo un cúmulo de sensaciones encontradas y un don de los dioses que nos hace considerarnos los elegidos, los poseedores del placer supremo, los dueños de los sentidos y los magos de las emociones. Y no sólo lo bebe el género masculino, que también al femenino a veces es capaz de sacarle los colores y hacerles brillar los ojos. Y, aunque algunos digan que lo "beben para olvidar y aliviarse las penas", lo cierto en que hay más que lo beben porque les gusta.
Antes el vino estaba más presente que ahora en las páginas más granadas de las letras españolas. Sobre él escribieron, pregonaron y también lo "cataron", prestigiosos poetas y escritores, como Aristóteles, Cervante, Cobarruvias, Tirso de Molina, Menéndez Pidal, el "Román paladino" de Gonzalo de Berceo, las odas de mi paisano Meléndez Valdés, odas de las comedias de Lope de Vega, poesía de Quevedo en el "Libro de todas las cosas" y a Fernando de Rojas se le atribuye La Celestina, tragicomedia humanista de siglo XV, también llamada de "Calixto y Melibea", en la que todos presumen de comer y beber a pleno placer .
Hasta el árabe Hafiz, que en el siglo VII recitaba de memoria el libro sagrado del Corán, catalogó al vino, como: "la sangre de la tierra y de la creación". Y, aunque a él decía con mucho recato estarle prohibido, es lógico suponer que con alguna que otra copa debió también "empinar el codo", porque, si no, no se explicaría que lo adjetivara ensalzando tanto sus bondades, sin que antes lo hubiera probado.
El poeta extremeño Meléndez Valdés, rimó así su oda número XXXIX: "A Baco, Dorila/Todo oficioso sirve: /La tierra generosa/ le sustenta las vides / El agua se las riega/ Con sus linfas sutiles / Y el céfiro templado /Se las bulle apacible/ Luego el sol le sazona/ Los racimos felices/ Que ya el néctar encierran / Que hoy saltando nos ríe / Y en los orondos toneles/ Bien hervido recibe/ El color y el aroma / Que a oro y ámbar compiten/ El néctar que nos salva/ De los desvelos tristes/ Con que negra la suerte/ Nuestro espíritu aflige/ Y en que el labio y los ojos/ Tal encanto perciben/ Que ansiosos de gozarlo/ Cautivos se le rinden/ No pues, necia, los tuyos/ De la copa retires/ Delicia de los hombres/ Honor de los festines/ O si por ambos bebo/ No aún más necia te irrites/ Que hasta el amor se alegra/ Con los sabrosos brindis".
Al vino, se le reconocen incluso propiedades medicinales y curativas; aunque, como todas las cosas, ¡ojo con los excesos!, que hay que beberlo con mucha mesura, prudencia y sabiendo hasta dónde cada uno puede llegar. Un consumo responsable de vino, parece ser que incluso es positivo y aconsejable, porque activa la circulación sanguínea y contiene resveratrol, que es un antioxidante que dilata las venas.
Recientes estudios han llegado a la conclusión de que, bebiéndolo modicamente, el vino ayuda a mantener una vida saludable, porque también los taninos, sustancias que se encuentran en el líquido de la uva, son antioxidantes, ayudan a mantener más limpias las arterias, activan y dan fluidez a la circulación sanguínea, favorece el metabolismo, alivian la digestión y, si es de uva negra, dicen que retrasa el envejecimiento y previene algunas enfermedades geriátricas como el Alzhéimer.
Es costumbre muy española que los actos oficiales solemnes se celebren ofreciendo a los invitados la típica "copa de vino español" que, alzándola en alto, se brinda por la SALUD de todos. Los militares libran la batalla de beberse el vino "peleón", a la voz de mando de su jefe, de: ¡Al ataque!. Expertos en la materia aseveran que el vino tiene propiedades cardioprotectoras que protegen contra el infarto de miocardio o que con él se tiene un menor riesgo de padecer los cánceres de próstata y de pulmón. Todo ello, claro, siempre que se beba con mesura y moderación.
En el terreno social, en numerosas ocasiones la amistad se sella con una copa de vino por delante, dado el buen ambiente que crea, porque ante un buen vino no hay ni mal bebedor, ni torpe o tardo conversador en la expresión y en el ánimo, sino que todos entran en buena relación y suelen hacer más sólida la amistad entre quienes, ronda a ronda, suelen ir cerrando los bares.

"Tan delicioso líquido como es el vino, ha tenido siempre una crítica simpática. Aristóteles se preguntaba por qué el vino mezclado con agua emborrachaba más que el puro vino de solera. Y el vulgo popular se refiere a que: "De los vinos, el viejo; de los amores, el nuevo"

Pero, ojo, que también tiene el vino algunas contraindicaciones: los excesos abusivos por ingestión etílica cuando se bebe sin control; porque, entonces, puede producir numerosas enfermedades que acarrean patologías de riesgo hepático, renal y efectos colaterales inducidos que en los alcohólicos producen insomnio, trastorno de la personalidad, caer en descrédito ante la sociedad, perder el juicio y la razón los borrachos, si hacen mal vino.
El vino, tiene también fama de ser afrodisíaco. El sexólogo Claude Tiller decía, que: Comer es una necesidad del estómago, y beber es necesidad del espíritu y del amor. Quizá por eso, en el siglo III a. C., fue símbolo de perversión y de placeres licenciosos, en aquella antigua Roma que se autodestruyó por la opulencia, vicios y perversiones lujuriosas.
Tan delicioso líquido como es el vino, ha tenido siempre una crítica simpática. Aristóteles se preguntaba por qué el vino mezclado con agua emborrachaba más que el puro vino de solera. Y el vulgo popular se refiere a que: "De los vinos, el viejo; de los amores, el nuevo". Goethe, decía: "La vida es demasiado corta, para beber malos vinos". Stevenson, que: "El vino es como un poema en el vaso". Y Cervante escribió en el Quijote: "Tan alto volaba el vino, que ponía las alas en las nubes, donde él nunca lo dejaba demasiado tiempo para que no se le aguara". Y Quevedo, que: "Mejor es morir de beber vino, que ahogarse en el agua".
También Sancho Panza, en el Quijote, balbuceaba las palabras, quizá con una copa demás: "¡Oh, hermosísimo licor!/ quién dirá de tu parentela/ a mi padre llaman parra/ y por apellido cepa/ y luego me hice arar/ nací en sarmiento/ y cuando me maduré/ me vinieron a cortar/ Me metieron en un cesto/ y me llevaron al lagar/ allí me pisaron las tripas/ y el caldo me hicieron echar/ Me metieron en la cuba/ y me taparon con tierra/ y cuando 'criao' estuve/ me vinieron a probar/ Y salí tan buen danzante/ y con tanta ligereza/ que a todo el que me beba/ le hago hincar la cabeza".
Y Cervante, como "El manco de Lepanto" que fue, parece tambalearse con una copa de vino que alternaba con la espada, diciendo: "Bebo cuando tengo ganas/ y cuando no la tengo/ y cuando me lo regalan/ por no parecer un mal criado`/ que a un brindis de un amigo/ ¿qué corazón es tan de mármol que no haga la razón?" (hacer la razón", era beber). Tirso de Molina, dice en "El Burlador de Sevilla y Convidado de piedra": Poco beben por allá/ yo beberé por los dos/ Brindis de piedra, ¡por Dios!/ menos temor tengo ya".
Al poeta de Ceuta, Luis López Anglada, yo lo he visto allí recitar su soneto "La Bodega": "Bajé contigo, amor, a la bodega/ y me acerqué al tonel que allí dormía/ por ver si era verdad que en él crecía/ la flor del vino, diminuta y ciega/ Y para poder ver lo que trasiega/ el vino al corazón pensé que unía/ para jugar tu boca con la mía/ porque el amor no sabe/ a lo que juega/ Uniendo así en tus labios vino y mieles/ le demos a la flor de los toneles/ como vaso tu labio femenino/ Y todo fue tan dulce y abundante/ que nunca la bodega vio otro amante/ ebrio de tanto amor y tanto vino".
Pues, con el debido respeto y la venia de los lectores, va mi "brindis" por todos. ¡SALUD...!.

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