Energía menguante

En 2020, Antonio Turiel, físico e investigador del CSIC, publicó el ensayo Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la solucionaremos https://www.editorialalfabeto.com/item/es/157-petrocalipsis/ . El libro abordaba la problemática asociada al descenso de la producción de combustibles fósiles, a la vez que aguaba la fiesta tecno-optimista a los entusiastas partidarios del modelo de energía Renovable Eléctrica Industrial. En síntesis, la obra alertaba de que la adopción masiva de determinados sistemas de energía renovable no resolvería ni mucho menos todos los problemas que el progresivo agotamiento del petróleo (barato) pondría sobre el tablero. Entre otras cuestiones, el autor nos recordaba algo que, con frecuencia -y a veces deliberadamente-, suele pasarse por alto: los materiales necesarios para construir aerogeneradores, placas fotovoltaicas o baterías (como el cobre, el litio, etc.) también son finitos -y de hecho, en algunos casos, los picos de extracción están muy cerca.

Disponibilidad de materiales al margen, la tesis de Turiel era ésta: aunque la apuesta por las renovables es deseable y necesaria a fin de lidiar con el solapamiento de crisis (ambiental y energética) que nos acecha, a corto y medio plazo -al menos, y siendo optimistas- el potencial máximo de las renovables no será suficiente para sustituir la energía que hasta la fecha hemos extraído del petróleo. Ante este panorama, Turiel argumentaba que la menguante disponibilidad de energía nos empuja, sí o sí, hacia un cambio de modelo socioeconómico. Y sostenía que este cambio implicaría indefectiblemente un "gran descenso" en las dinámicas de consumo de energía y de materiales a escala global.

Es bien sabido que, desde la publicación de Petrocalipsis, el mundo ha sufrido una contundente sacudida geopolítica, cuyas derivadas energéticas han acelerado una dinámica activada tiempo atrás. El estallido de la nueva fase de la guerra en Ucrania en febrero de 2022, y las consiguientes disrupciones en el suministro de gas procedente de Rusia, contribuyeron a agudizar la sensación de vértigo frente a una perspectiva de menguante disponibilidad de combustibles. En esta tesitura, el nuevo libro de Turiel (Sin energía. Pequeña guía para el Gran Descenso) https://www.editorialalfabeto.com/item/es/203-sin-energia/, relata de forma diáfana que, lisa y llanamente, nos adentramos en una fase de escasez en la cual el suministro de energía no va a estar asegurado.

Desde su blog, The Oil Crash https://crashoil.blogspot.com/, y desde muchas otras tribunas, hace tiempo que Turiel repite, una y otra vez, que en el 2018 se llegó al pico petrolero (el momento en que la producción de petróleo alcanzó su punto más alto). Pero, además, su nuevo ensayo incide en que la producción de uranio alcanzó su máximo en el 2016, y la de carbón hizo lo propio en 2014. A renglón seguido, indica que el máximo de producción de gas está a la vuelta de la esquina. Y por si esto fuera poco, explica que lo mismo sucede con varios materiales que, como el cobre, "son indispensable para los planes de electrificación asociados al modelo de transición renovable que se está anunciando en los países occidentales" -cuyo punto máximo de extracción (el del cobre), por cierto, se producirá antes de 2035.

"La menguante disponibilidad de energía nos empuja, sí o sí, hacia un cambio de modelo socioeconómico"

En esta tesitura, tal y como ironiza el propio Turiel, para algunos medios el físico del CSIC se ha convertido en "el máximo exponente del colapsismo en España, entendiendo por colapsismo algo así como el anuncio, o quizás el deseo morboso, de que nuestra sociedad inevitablemente colapsará". Con una leve (y comprensible) dosis de amargura, Turiel lamenta que para muchos él encarna "una especie de eremita apocalíptico que anuncia con fruición que el final está cerca". Sin embargo, reivindica que (y quienes siguen su trabajo saben que así es) él "siempre ha dejado claro que podemos salir adelante, e incluso salir mejor parados que antes".

Turiel muestra su escepticismo frente a las esperanzas que muchos parecen haber depositado en vectores energéticos como el hidrógeno verde (o en hipotéticas futuras alternativas como la fusión nuclear), y menciona algunas medidas de choque que a su juicio habría que implementar de forma inmediata: reducir el uso de fertilizantes químicos; limitar el uso del vehículo privado; reducir el transporte de mercancías superfluo o redundante (sobre todo el marítimo); o poner fin a prácticas como la obsolescencia programada de los componentes electrónicos.

El ensayo acaba repasando algunas medidas de adaptación a desarrollar, tanto desde el punto de vista técnico como desde el punto de vista socioeconómico. En relación con estas últimas, afirma que la palabra clave es decrecimiento. Turiel apunta que, si bien es cierto que el término "decrecimiento es una especie de palabra tabú desde el paradigma político actual (...), el decrecimiento de la base material y energética del metabolismo de nuestra sociedad es inevitable". Turiel cierra el libro alejándose del campo de batalla ideológico, y argumenta que las propuestas sobre cómo organizar la vertiente política del decrecimiento quedan fuera del marco analítico de su texto. Así, escribe: “este es el teatro, el escenario, la tramoya. Ahora, que vengan los actores”.

En función de qué actores acaben representando la obra (y de cuál sea el guión que interpreten), iremos viendo si el inevitable cambio de modelo se produce de forma ordenada, o si se produce de forma brusca y violenta -abriendo la puerta a opciones políticas como el ecofascismo https://www.catarata.org/libro/ecofascismo_142765/.