Opinión

Cabellos al viento

En la mitología encontramos muchas historias relacionadas con los cabellos de las mujeres, los dioses, las envidias y los celos; he aquí una de ella: “Medusa tenía una característica que la diferenciaba del resto de sus hermanas: era la única mortal y la más bella de todas. Tal era su belleza que deslumbró a Poseidón y éste la quiso seducir. Esto provocó la ira de Atenea, que castigó a Medusa convirtiéndola en un monstruo desalmado que petrificaba a cualquiera que la mirara a los ojos. Además, Afrodita, celosa por la hermosa cabellera de Medusa, no se conformó con este castigo y convirtió los cabellos de Medusa en serpientes”.

Ya, en nuestra época, hemos asistido a acontecimientos que funden la lucha de las mujeres con sus cabellos.

Las dictaduras contemporáneas siempre han dado buena cuenta de ello: Mujeres rapadas al cero en campos de concentración,  mujeres ajusticiadas en la Guerra Civil Española eran obligadas a pasear por las calles humilladas en su calvicie. Las madres de mayo reivindicaron a sus hijos desaparecidos en la dictadura militar argentina con un panuelo en la cabeza  simulando un pañal.  Dieron y siguen dando vueltas y vueltas a la Plaza de Mayo luchando ya no por sus hijos arrebatados sino por  los nietos, hijos de sus hijos.

En la la literatura nos enteramos muy tarde, casi hace unos años de las  “Sinsombrero” fueron la generación de oro de las mujeres de España. Pertenecieron a la generación del 27 condenadas al ostracismo y al olvido. Fueron mujeres ilustradas y comprometidas a nivel cultural que se quitaron el sombrero como muestra de rebeldía y modernidad.

En fin... la eterna lucha representada por el pelo femenino como símbolo de la libertad, como una reivindicación contra el machismo, el patriarcado y todo tipo de gesto que suponga cualquier atisbo de emancipación femenina.

Ahora toca a Irán, Afganistán y otros países en los que las mujeres valen menos que la bala que las mata.

Vemos perplejos lo sucedido a Mahsa Amini. La joven de 22 años falleció el pasado viernes tras ser detenida en Teherán por la llamada Policía de la Moral, que se encarga de hacer cumplir las estrictas normas impuestas en la República Islámica. Amini había sido arrestada por “vestimenta inadecuada” por llevar mal colocado el velo o hiyab. En el país persa, a las mujeres se les exige que se cubran el pelo y usen ropa holgada en público.

Muchas mujeres comenzaron a ser detenidas por quitarse el velo y cortarse el pelo en público desafiando al régimen de los ayatolás, jugándose la vida, perdiéndola en muchos casos, siendo detenidas, torturadas, desaparecidas, ocultadas, asesinadas, vilipendiadas, insultadas, expulsadas de su familia, deshonradas.

Decidieron descubrirse la cabeza, cortarse el cabello como un gesto de solidaridad que ha dado la vuelta al mundo.

Mientras el planeta asiste a las  pompas fúnebres del entierro de la Reina de Inglaterra, a los enfrentamientos políticos irresolubles o a la hipocresía de los países que apoyan la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Esto pasa delante de nuestras narices, enfrente de nuestros ojo, pero la ceguera consciente ha conseguido que pasemos de largo, que invisibilicemos a las de siempre, que nos hagamos cómplices silenciosos de la barbarie

Son ellas y ellas no tienen nada que ver con nosotros. Son seres humanos sin rostros, sin gestos, sin sonrisas, vestidas con cárceles en las que apenas pueden mirar. Son mujeres enlutadas que avanzan por las calles como sombras sin rumbo ignorando que también tienen derechos.

Cortarse el pelo, despeinarse, lanzar los cabellos al viento, hacer volar los mechones liberados del infierno a un cielo azul, sin límites.

Hoy los alumnos me han dicho que esa acción no valía para nada, que era ridícula, que todo seguiría igual.

Lo mismo, de alguna manera extraña, escondemos en el ayatolá que llevamos dentro.

Las naciones seguirán abrazando a los tiranos genocidas; el petróleo, la riqueza, las armas, el poder y todo tipo de confabulación valen más que el grito rapado de la ignominia.

Lo mismo nuestra Ministra de Igualdad, Irene Montero, imita a Mahsa Amini y decide pasear su calva descubierta por las calles de  Teherán. Sin duda sería una buena embajadora del ministerio que ocupa.

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