Hoy, 4 de noviembre, hace treinta años que, desde el puerto de Almería, zarpaba el viejo buque de transporte Castilla con la Agrupación Táctica Málaga abordo, mientras la Música de La Legión, tras haber interpretado La Canción del Legionario, hacía sonar sus instrumentos al son de “Suspiros de España”. No se me olvidará la sensación de melancolía que me embargó y la emoción que sentía pensando en aquello que comenzaba, sin ser capaz de cuantificar entonces la trascendencia de esa primera Misión, no solo para La Legión, sino para las Fuerzas Armadas en su conjunto.

Todo comenzó cinco meses antes, cuando asistía a una Junta Económica en el 3º Tercio de La Legión, con sede en Fuerteventura. Mientras mi preocupación estaba en la aprobación de un presupuesto para el arreglo de los baños de mi Compañía, el Coronel Morales Díaz-Otero inició la misma diciéndome: “Prepárate que vas a Bosnia con tu Compañía”. Ahí finalizó la Junta y sus únicas palabras estuvieron orientadas a darme instrucciones para la constitución de la Unidad. A esa jornada le siguieron largas sesiones de instrucción y adiestramiento para cumplir, junto a una Compañía del Tercio de Ronda, una Misión secreta cuyo nombre clave era “Operación Indurain”. Los detalles que se tenían eran pocos y confusos, la única información que nos resultaba accesible era la que diariamente recibíamos en la TVE. Era aparentemente clara la misión: proporcionar ayuda humanitaria a la población de Bosnia-Herzegovina que se debatía en una cruel guerra civil. Eso que ahora nos resulta familiar, entonces, a los Legionarios apenas nos sonaba. No se contemplaba ese tipo de escenario en nuestra instrucción y solo había el precedente de una proyección de fuerzas del Ejército de Tierra al Kurdistán iraquí.

"Ya nadie concibe una Misión sin que sea La Legión quien abra el camino"

En los primeros días de septiembre de 1992 un avión Hércules del Ejército del Aire nos recogió en el aeropuerto de Fuerteventura para dejarnos en Almería, en una Base que todavía no era legionaria… Allí tuvimos la suerte de que nos agregaran los conductores y BMRs del 2º Tercio de La Legión, ¡los de Ceuta!. Ya estaba constituida la Compañía Austria, sobre la base de la 7ª Cía del 3º Tercio, con conductores, BMRs y el Pelotón de Morteros del 2º Tercio. Junto a nosotros, se constituyó la Compañía Farnesio, procedente del Tercio de Ronda, con BMRs y conductores de Melilla, y la Compañía Gran Capitán constituida en su totalidad por Legionarios del Tercio de Melilla. Además, un Escuadrón de Caballería, una Compañía de Zapadores paracaidistas y una Compañía de Plana Mayor legionaria. Esta amalgama de Unidades, aún no cohesionada, tomó el nombre de Agrupación Táctica Málaga a cuyo mando se designó al Coronel Zorzo Ferrer.

Continuaron las sesiones de instrucción y adiestramiento en el campo de maniobras de Almería donde las distintas Unidades y equipos fueron consolidándose y adquiriendo destreza en sus procedimientos, a la vez que se iba creando una imagen cada vez más realista de lo que nos íbamos a enfrentar y lo que se esperaba de nosotros.

Por otro lado, aprendimos a ser el centro de atención de los medios de comunicación. A valorar el peso y trascendencia de nuestras palabras cuando estas se dirigían a un periodista o se pronunciaban frente a un micrófono. A la inicial desconfianza por desconocimiento mutuo, le siguió una coexistencia en la que descubrimos lo valiosa que era su labor a la hora de dar a conocer nuestros esfuerzos en pos de la paz en los Balcanes. Incluso a que nuestras familias, con las que únicamente nos podíamos comunicar por carta, supieran de nosotros. En este sentido, la inauguración por parte del Rey Juan Carlos de las comunicaciones a través del satélite Hispasat, cambió de modo importante nuestras vidas y de manera radical la de nuestras familias, que pasaban a saber casi diariamente de nosotros en conversaciones telefónicas de no más de 5 minutos. Así, en mi caso particular, tenía esporádicas noticias de mi tercer hijo, hoy Capitán en el Tercio Duque de Alba de Ceuta, el cual había nacido una semana antes de zarpar de Almería y al que solo había podido ver 72 horas, habiendo dejado a mi mujer en el Hospital.

Las largas jornadas de Almería finalizaron cuando, una vez pintados nuestros BMRs de blanco, nos preparamos para el transporte a Split, puerto de Croacia que sería nuestra puerta de entrada en la antigua, convulsa y desmembrada Yugoslavia. Pero antes, el día 3 de noviembre, en el acto previo a esa marcha, el Ministro de Defensa Julián García Vargas, tras comprobar que no quedaba ningún periodista en el comedor de la Base, nos dirigió unas secas palabras en las que vino a expresarnos la trascendencia que para La Legión iba a tener esta Misión, para su supervivencia como Unidad de nuestro Ejército e incluso para quienes no se comportaran según las normas de conducta del soldado español. Alea iacta est, la suerte estaba echada.

Mucho de lo que vino después es bien conocido por aquellos que hoy tienen más de cuarenta años. Gracias a los medios de comunicación social, limitados entonces a TV, radio y prensa, nuestra labor trascendió a todos los españoles y pudieron apreciar personalmente y saber por boca de nuestros aliados, de la calidad humana y profesional de nuestras tropas. Pero no trascendieron más allá del momento y de los comentarios que surgen cuando aquellos hombres hoy se juntan para rememorar esos días, la dureza de las condiciones de vida, donde una plancheta de 2 cm era el colchón de una cama hecha con un saco de dormir, donde el agua no corría hasta que a mediodía las tuberías comenzaban a deshelarse, donde pasamos horas llenando sacos terreros para protegernos de los morteros enemigos, donde se hicieron miles de kilómetros en rutas que, en ocasiones, además de heladas, estaban bajo el fuego cruzado de los contendientes, donde nuestro afán por llegar hasta el mismo Sarajevo debilitó nuestras fuerzas con largas líneas logísticas difíciles de sostener, donde la “Sniper Avenue” o Avenida de los Francotiradores de Sarajevo, nos hizo ver la crueldad del ser humano que cazaba a personas como si de conejos se tratara, donde la ayuda humanitaria más necesaria era la madera y plásticos para reparar las ventanas y puertas que los incesantes bombardeos habían destrozado y así poder calentar esas casas…

Después vinieron otras Agrupaciones, pero esas fueron “otras”. Nada supera la emoción de ser el primero, de ser el pionero, de abrir un camino que tras treinta años ha estado plagado de heroísmo, entrega, sacrificio, dureza, valor, honor… qué grandes palabras que encierran conceptos poco comunes en un mundo que se ha ido modelando al compás de los tiempos, pero que siempre han presidido las intervenciones de las Fuerzas Armadas Españolas fieles a sus valores.

Ahora, habiendo transcurrido estos años, después de la experiencia de cinco misiones en zonas de conflicto, con una nueva responsabilidad como servidor público igualmente exigente, la cual tengo la suerte de compartir con un antiguo componente de aquella Compañía Austria, reflexiono sobre la trascendencia de lo que hicimos, de la importante contribución para que las primeras piedras de ese nuevo edificio, que comenzaba a ser el Ejército de Tierra del siglo XXI, fuesen sólidas y estuviesen bien asentadas. Y esto fue posible gracias al esfuerzo de todos, al compromiso de cada uno de nosotros individualmente, a la sabia dirección de cuantos tuvieron responsabilidades de mando, al trabajo de los pequeños líderes que surgieron en cada momento de dificultad, a los valores inculcados desde el convencimiento de su poder potenciador, al corazón puesto en cada acto, en cada momento, a la firme voluntad de ayudar al desfavorecido, en definitiva, a la entrega de uno mismo sin condiciones. Eso y no otra cosa significó y significa “hacer Legión”.

"Nada supera la emoción de ser el primero, de ser el pionero, de abrir un camino que tras treinta años ha estado plagado de heroísmo"

Ya nadie concibe una Misión sin que sea La Legión quien abra el camino. Hace treinta años, aún con lo precario de aquel comienzo, se cubrieron las expectativas más allá de lo que razonablemente se pedía, sin protestar, sin reproche alguno, sin exigencias, con austeridad y espíritu de sacrificio. Como muestra, recuerdo la primera visita que el Ministro García Vargas, en compañía del JEME Porgueres, realizó a Zona de Operaciones. Entonces, nuestra Compañía estaba guarneciendo el destacamento de Dracevo, a pocos kilómetros de la frontera con Croacia. Las condiciones de vida eran realmente precarias, hacía un frío helador y todo ello impresionó al Ministro, sus palabras fueron: “Capitán, su gente está en muy duras condiciones.” Le contesté “Ministro, ellos no se quejan, saben a lo que han venido, son Legionarios.” Me dijo que lo entendía, pero que intentaría que nuestras condiciones cambiaran drásticamente. En pocas semanas pasamos de dormir en el suelo, con dos únicos WCs que eran tazas turcas para más de ochenta personas, a contenedores habitáculo para cada ocho hombres, con literas de lona y calefacción, un remolque letrina, lavabos y otros “lujos” que alguno criticó como recursos superfluos que podían, incluso, “debilitar el espíritu de los Legionarios”.

Mi emocionado recuerdo a cuantos dieron lo mejor de sí en aquellos días, con total entrega y abnegación y mi oración para quienes ya nos han dejado, adelantándose como si de una “comisión aposentadora” se tratase, esperándonos para volver a formar juntos, esta vez delante del Juez Supremo, para pasar nuevamente lista.

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