Opinión

Acerca del coronavirus

Ayer tuvimos un bajón de esos que vas cayendo al vacío y parece que nunca tiene fin la caída… Parece lógico, porque llevamos 30 días encerrados en casa y, a unos les toca un día y a otros el día siguiente. Sin embargo, no es sólo este confinamiento lo que lo hace duro y terrible; sino otros menesteres que no acabamos de entender y nos asaltan a cada rato que intentamos reflexionar…

Abdel, nos puso un artículo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la que apuntaba que el Coronavirus* no se expande ni se contagia por el aire; sino en presencia vis a vis de un contagiado que expulsa microgotas al exhalar su respiración. Y, uno acaba preguntándose: Si no se contamina por el aire, ¿por qué nos mantienen confinados en nuestras casas, y no nos permiten dar un paseo, correr o andar en sitios abiertos, como bien pudiera ser un valle, una montaña, o las playas abiertas del litoral?

Es claro, que permitir caminar por las playas de Calamocarro o Benzú en Ceuta; o la playa de La Victoria que alcanza 12 Km hasta principiar la de Camposoto en Cádiz, aliviaría nuestra claustrofobia y las tensiones que cada día vamos acumulando. Aunque el Estado de Alarma** que el Gobierno a dictado al resguardo del 116.2 de la Constitución española de 1978, nos confina en nuestro domicilio; sugerimos, que el confinamiento podría no llevarse a efecto de manera tan drástica, como se ha previsto en otros países de Europa, pongamos: Francia, donde los ciudadanos pueden en determinadas horas, caminar o correr según sus preferencias. Por tanto, no vendría mal, que se estudiasen otras alternativas, que debidamente protegidos de mascarillas y guantes, pudiéramos caminar, sobre todo, si en las proximidades de nuestras casas se sitúan espacios verdes de parques, jardines, campos rurales, montañas o zonas litorales…

El Estado de Alerta tiene suspendido algunos de nuestros derechos fundamentales; sin embargo, eso no impide también que nos preguntemos ciertas consideraciones que no acabamos de comprender, pongamos: Esa obsesión que se repite mil veces mil como un mantra único rotulando la televisión y cualquier medio de la prensa que salga en las ondas y en cualquier periódico: «Quédate en casa», cuando el virus no se transmite por respirar el aire del ambiente, ni nos acecha tras cada esquina para darnos el golpe de gracia.

De tal manera, ¿no sería mejor para nuestra tranquilidad que el Gobierno nos diera una información veraz y definitiva acerca de la transmisión del susodicho virus, que acabáramos entendiendo la obligatoria confinación en nuestras viviendas, si la trasmisión comunicada por las Autoridades Sanitarias es boca a boca?

Y, lo que nos sorprende sobremanera es ese tránsito de todos los productos y materiales sanitarios, a un ritmo mercantilista sin cesar, de compra y venta, donde algunas naciones están haciendo negocios con ganancias millonarias en esta -al menos- peculiar compraventa. No cabe duda de que los complejos industriales ubicados en ciertos países funcionan a «full» (a pleno rendimiento) y las ganancias son incalculables; y, mire usted por dónde, además, se da la coincidencia de que, en esos países, precisamente, son los que más se benefician de que el petróleo haya caído en su valor de exportación.

Y, cuando ya no estemos confinados en el refugio de nuestras casas, de seguro que nos preguntaremos: ¿Qué es lo qué ha pasado? ¿Cuál es el origen primigenio del virus? ¿Cómo se propago? Porque hemos de decir: que ya, la «teoría del murciélago», que sirve -igual pa un roto que un descosido- para cualquier epidemia de contagio por virus, ya es demasiado recurrente y simple. Porque si todas las epidemias provienen de los pobres murciélagos, acabemos con todos ellos, y muerto el perro se acabó la rabia...

No; no nos creemos por más tiempo que la culpa de todo la tenga el infeliz murciélago, que anda bocabajo en su cueva de turno. Hay algo que huele a podrido como dijera el rey de Dinamarca, Hamlet -en la obra famosa de Shakespeare-, porque los chinos y en otros lugares de Asía, la gente sigue comiendo murciélagos, como nosotros arroz con pollo.

De tal modo, que dejen tranquilos a los murciélagos revoleando en sus remotas y sombrías cuevas de la lejana Asía, y empiecen a buscar el origen de la pandemia en otras causas más cercanas a los intereses de ciertos grupos económicos, que son verdaderamente los que mandan y gobiernan el mundo desde tiempo inmemorial. Es decir, para entendernos, a saber: Los de siempre…

La población se halla recluida, asustada y sufriendo psicológicamente los efectos del encierro, del posible contagio y el posterior fallecimiento, sobre todo en la población de mayor edad. De tal manera que expliquen con mayor pedagogía y capacidad de razonamiento todas las medidas aplicadas en el Estado de Alerta, porque si no, cuando acabe la pandemia, los gabinetes de psicólogos no darán abasto del estado lamentable en que nos encontraremos…

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