El club de los fumadores

Se podrían contar tantas historias de nuestro Instituto, que atendiendo sólo a lo que apuntamos unos y otros cuando la casualidad nos lleva a reencontrarnos, que relatando estas historias personales de cada alumno, bien pudiéramos  también  estar narrando la historia de nuestra ciudad  en aquellos años.  Porque hemos de decir que la historia principia mucho antes de los años cincuenta del siglo pasado, en que comenzamos nuestra aventura con los libros y la cultura; pues comienza con aquel  primitivo Instituto Hispano-Marroquí, donde dejaron sus huellas nuestros mayores. Tal vez, algún paisano tenga a bien  recopilar todas estas experiencias vividas por diferentes alumnos de aquellos años, y deje las páginas de un libro donde se  conservara la memoria de buena parte de estas pequeñas historias. Y, he aquí, que os relataré una de esas pequeñas historias, que un día sí y otro también acaecían en el patio del recreo de nuestro Centro.
Todos los cursos desde primero a sexto, nos “soltaban” -a mi parecer-, el verbo soltar es el más apropiado para el desfogue entre carreras, saltos y piruetas, de aquellos niños que sólo pensaban en jugar y tenían como castigo la pena impuesta del estudio. Y, dibujábase al fondo de aquel patio oblongo -alargado en demasía y corto en su anchura-, los urinarios y retretes para los alumnos. Ni que decir tienen que aquellos urinarios1 dejaban mucho que desear en su limpieza y en su salubridad. El habitáculo era algo sórdido con alguna pequeña lumbrera que no era suficiente para iluminarlo. No tenía puerta de acceso, sino un muro blanco al que se bordeaba por ambos lados para acceder a sus servicios. En la parte izquierda, varios retretes aún conservaban sus desvencijadas puertas  grises, que en el reverso, cual una “Capilla Sixtina”, podían columbrarse todas las frases y dibujos eróticos, que, aquellas mentes reprimidas por la censura de la época podían dar de sí. No creemos necesario exponerlas, pero diferentes posturas que más tarden habríamos de ver en el erótico libro del “Kamasutra2”de la literatura Hindú, ya se exponían en aquellos lienzos,  como una forma de liberación sexual,  años antes de las famosas proclamas del “Mayo Francés del 68”.
La verdad, que el tiempo que se pasaba en cuclillas en aquellos retretes, podíamos entender que de manera urgente y acelerada, habíamos superado un cursillo de sexualidad sin coste de profesores y materiales didácticos. Siempre me pregunté: ¿Quiénes serían aquellos artistas tan enamorados del cuerpo femenino, y quienes aquellos poetas que sabían rimar a la perfección todo el argumentario del amor y del sexo al alcance de tan sólo fijar la mirada en aquellos dibujos…Y, si bien este arte rupestre acontecía en el lado izquierdo, como decimos;  en el lado derecho, una hileras de piletas adosadas a la pared hacían las veces de urinarios, donde como una continuación del anterior, este arte anónimo del “graffiti”3 se dejaba entrever en las grisáceas paredes que un día debieron de ser de un blanco inmaculado.
Si bien el recinto -como hemos mencionado- era algo lúgubre y mal oliente, diérase la circunstancia que los muchachos de los cursos superiores lo habían tomado al asalto para fumarse algún que otro pitillo4 el tiempo de asueto del recreo. Y, se daba el hecho de que los mayores se dejaban caer contra el muro de entrada y, entre calada y calada, y pava y pava5 al “Chester” o al “Goleta” de turno, se entretenían dándole algún que otro cogotazo a los chiquillos que pasábamos delante de ellos. Esto acontecía cada día como un tributo que necesariamente había que pagar como contribución a tener acceso a los urinarios. Sin embargo, uno de esos días, las collejas debieron de aumentar de intensidad, porque algunos alumnos fueron a quejarse al Jefe de Estudios  -no recuerdo bien si era  Fradejas o un profesor que le llamaban “el diabólico”, que a ciencia cierta, no sé dirimir si este sobrenombre le viniese  por sus medidas disciplinarias,  o por su aspecto algo teatral que gustaba de recrear al cumplimiento de dichas normas-, que ni corto ni perezoso, este docente, junto con los alumnos agraviados se desplazaron hacia los servicios y a viva voz apunto: ¡Qué salgan todos los pequeños, los mayores quédense! Así que se fueron arremolinado todos los cursos en este extremo del patio; y, los iba apiñando en una doble fila a partir de la entrada, Y, una vez hecha la doble fila a todo lo largo, exclamó: ¡Ahora, cuando vayan saliendo los mayores, denles las mismas collejas y capones que ellos os daban todos los días!
De tal manera, que cuando el profesor ordenó que salieran entre las filas, los pequeños le fueron dando cogotazos y palmas hasta que a la carrera salían de las filas… Aquello -os podéis imaginar-, nos llenó de alborozos y de risas a todos los pequeños alumnos de corbatas amarillas y naranjas6, que, por fin, el orden jerárquico se había, afortunadamente por un día, revertido. Aunque tengo que decir que mis sentimientos estaban encontrados, porque el “Tete”-mi hermano- se hallaba entre aquellos muchachos…
Así, de esta manera tan espontánea y tan primaria se hacía justicia en nuestro Instituto. Sólo bastaba la acción directa del Jefe de Estudios o de algún profesor con mando en plaza, para que la “Ley” -algo así como una orden divina- cayese sobre los insurrectos sin ninguna posibilidad de alegación o de protesta. El profesor era juez y, a la vez, verdugo ejecutor de la  inmediata  sentencia. Y, esta vez, en un acaecimiento que tuve la fortuna de presenciar -yo estuve allí-, la justicia, la justicia que emanaba del sacrosanto poder de la institución académica, cayó de nuestra parte, y para mayor abundamiento, Dios así lo quiso… (1) Es posible que antiguos alumnos y otros compañeros, recuerden con mayor verisimilitud los urinarios arriba nombrados, y deseen corregirme, que gustoso les solicito…  Así también, he de deciros que enfrascado en la redacción del consiguiente relato, se me vino a la cabeza -como ya apunté principiando el relato-,  que bien pudiéramos escribir las mil y una historia que sucedieron en nuestro INEM -cada uno a su manera y a su estilo-, y editar una “memoria-libro”  de aquel Centro único que, como un agigantado faro cultural, nos hizo ser parte de lo que hoy somos… Es una propuesta que os dejo a todos vosotros, pues en mi opinión, hay tanto que contar y cada uno de nosotros tiene tantas historias guardadas dentro de su corazón, que sería una pena que no dejáramos para las generaciones venideras, la historia de nuestro Instituto y la de sus propios alumnos…
(2)  El Kamasutra es un libro sobre el sexo escrito por Vatsyayana en Benares en el norte de India unos cuatro siglos antes de Cristo. La palabra "Kamasutra", viene del sánscrito (idioma sagrado de los Brahmanes). Está formada de Kama (Amor) y Sutra (aforismo).
(3) Firma, texto o composición pictórica realizados generalmente sin autorización en lugares públicos, sobre una pared u  otra superficie resistente (RAE).
(4)  El Chester era el cigarro más codiciado, que podía comprarse en cualquier carrillo de contrabando, después del Palma, el  Camel, Winston, Salem, Marlboro, etc.;  aunque de aquella, el rubio más económico era el Roy -daban dos por dos reales-; aunque económicos, verdaderamente económicos, podíamos apuntar a las  marcas  propias “Delfín” y el “Goleta” que eran de tabaco negro, y elaborados en la propia Ceuta, que de tan fuertes y ásperos,  cada vez que lo fumabas e inspirabas el humo, te entraba una garraspara que te duraba días...
(5) Pava: Última parte del cigarrillo, que se solía entregarse al compañero que, ansioso, esperaba poder dar alguna calada. Algunas veces, se aprovechaba hasta casi el tabaco que alcanzaba la lumbre.
(6) Las corbatas  amarillas y naranjas eran las que prendían de los uniformes de los primeros cursos de  primero y segundo de bachiller. Cada año teníamos la ilusión de estrenar un nuevo color, porque eso significaba que habíamos aprobado el curso en ciernes, y pasábamos al siguiente.

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