Opinión

Cinco claves para entender el valor de un bien patrimonial

En 1951 la hermandad de los Remedios adquiere, gracias a la gestión del inolvidable cofrade José Antonio González López (Pepe Remigio), las antiguas bambalinas de la Esperanza de Triana, bordadas por el taller de “Hijos de Miguel del Olmo” y estrenadas en la madrugada del Viernes Santo de 1918. Según el criterio actual, esta venta demuestra que la corporación trianera no contempló dicha enajenación como la pérdida de una pieza patrimonial única, sino más bien como la oportunidad de rentabilizar unos viejos bordados para dar paso a unos nuevos, mejores y más “brillantes”. Sin embargo, nuestra opinión es que las nuevas bambalinas no alcanzaron la calidad de las antiguas, especialmente en lo tocante a su diseño.

Una vez en Ceuta, tampoco en los Remedios se supo apreciar esta notable pieza del bordado en oro sevillano, alterando su dibujo al sustituir el soporte original de terciopelo morado por malla de oro, dispersando sus bordados entre las bambalinas exteriores, el techo de palio y los “sobrefaldones”. A lo largo de los años estos bordados sufrieron hasta tres intervenciones, ninguna de ellas respetuosa con sus valores primigenios.

Desde 2013 varios cofrades de los Remedios, conscientes de su enorme valor y de la urgente necesidad de su recuperación, vienen luchando por su rehabilitación, labor que actualmente continúa llevándose a cabo en el prestigioso taller del bordador Jesús Rosado Borja en Écija (Sevilla). Un largo camino que no se ha visto libre de obstáculos, incomprensiones y críticas.

Creemos que la tarea de recuperación material de esta pieza debe complementarse con acciones que sirvan para divulgar la importancia de sus bordados y concienciar tanto a cofrades como a personas preocupadas por el patrimonio cultural y artístico de nuestra ciudad, de que somos depositarios de un bien patrimonial de alto nivel. Con este afán divulgamos el presente trabajo que resume en cinco puntos su excelencia histórica y artística.

El pintor ceramista José Recio del Rivero, siguiendo la corriente regionalista, diseñó el manto y el palio de la Esperanza de Triana, imprimiéndole una notable personalidad al inspirarse en la cerámica propia de los alfares trianeros de los siglos XVI y XVII.

I.- El Regionalismo

En las primeras décadas del siglo XX se impuso en Sevilla el ideario estético del llamado estilo regionalista inspirado en las grandezas pasadas de la ciudad y de Andalucía como una reacción nacionalista a la decadencia finisecular del país causada por la pérdida de Cuba y Filipinas.

El regionalismo tiene su principal reflejo en la arquitectura sevillana, especialmente en las construcciones creadas al calor de la Exposición Iberoamericana de 1929, cuyo máximo exponente es la plaza de España, aunque su influencia se expandió por toda la ciudad y gran parte de Andalucía. Bajo las premisas de este movimiento se construyeron templos, edificios institucionales y viviendas burguesas cuyo impacto en el urbanismo andaluz sigue siendo notable.

El regionalismo trata de recrear estilos de diferentes periodos históricos y variada estética, principalmente gótico, mudéjar, plateresco y barroco, dando lugar a los llamados “neos”. Pero la influencia de este movimiento, estrechamente ligado al historicismo y al eclecticismo, no se limitó a la arquitectura, alcanzando otros campos: pintura, escultura, mobiliario urbano, decoración de interiores y artes suntuarias.

Centrándonos en el bordado en oro, artesanía sostenida por la constante demanda de las cofradías sevillanas, encontramos el primer caso en el palio y manto de la Virgen de la Victoria de la Hermandad de las Cigarreras cuyo diseño, inspirado en el plateresco, fue creado por Pedro Domínguez López, profesor de modelado y vaciado ornamental de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla que dominaba las claves estéticas de un estilo que había asimilado al participar en la restauración de las Casas Consistoriales, para cuya fachada realizó dibujos y modelos nuevos basados en originales renacentistas. Estas piezas, bordadas entre 1895 y 1897, iniciaron una auténtica revolución estilística en los pasos de palio sevillanos que posteriormente se desarrollaría de forma notable gracias a los diseños creados por el famoso bordador Juan Manuel Rodríguez Ojeda para cofradías tan señeras como la Amargura o la Macarena.

"Las bambalinas que actualmente custodia la hermandad de los Remedios constituyen un bien patrimonial único, digno de ser conservado, estudiado y promocionado como uno de los elementos más importantes del acerbo cofrade ceutí"

Como respuesta a esta corriente estética, totalmente incardinada en el regionalismo sevillano, la Hermandad de la Esperanza de Triana renovó el conjunto de su paso de palio, teniendo la feliz idea de acudir al diseñador y pintor de cerámica trianera José Recio del Rivero, quien proyectaría el manto y el palio completo de la popular Dolorosa tomando como inspiración los motivos ornamentales renacentistas típicos de los alfares trianeros de los siglos XVI y XVII.

En 1918 la Esperanza de Triana estrenaba el palio diseñado por Recio y bordado en el mítico taller de Olmo, cuyas bambalinas pasarían en 1951 a la Cofradía de los Remedios de Ceuta que los adquirió para Nuestra Señora del Mayor Dolor. Esta corporación ceutí es la actual propietaria de unos bordados de extraordinario valor tanto por la calidad de su diseño y ejecución como por constituir una pieza emblemática del bordado regionalista sevillano.

II - José Recio Del Rivero

El pintor ceramista José Recio del Rivero nació en Málaga el 19 de marzo de 1874, aunque su familia se estableció en Sevilla siendo muy pequeño, ciudad en la que desarrollaría una intensa actividad artística. Recibió clases en la Escuela de Bellas Artes, donde el notable ceramista Manuel Rodríguez y Pérez de Tudela reconoce su potencial y lo anima a especializarse en la pintura cerámica.

A sus 21 años, en 1895, Pérez de Tudela lo presenta a la firma Mensaque y Soto donde conoce a José Gestoso y Pérez, historiador, arqueólogo y ceramófilo que lo introduce en los ambientes artísticos que forjaron el estilo regionalista.

Toda su obra se basa en elementos decorativos renacentistas y platerescos, aunque también se dejó influir por las corrientes propias de su época como el modernismo y el art decó. Su admiración por los diseños para cerámica de Hernando de Valladares (s. XVII) lo convertirían en un experto imitador de la cerámica antigua, de cuya fuente bebe, actualizando los motivos ornamentales y el bestiario propio de ese periodo como dragones, delfines, aves fantásticas, etc. Su producción fue tan abundante como brillante y variada, afrontando la creación de retablos devocionales, decoración de fachadas, placas conmemorativas y zócalos para portales, escaleras y patios.

En 1905 Recio es nombrado director artístico en la fábrica Mensaque Rodríguez y Medina, que en 1917 pasaría a denominarse Mensaque Rodríguez y Cía. Su vinculación con esta prestigiosa firma sería una constante en su vida, adaptándose a las distintas etapas que fue atravesando la empresa, llegando a ocupar una casa en el recinto de la fábrica de Mensaque y Vera, donde vivió con su mujer Eloísa del Rivero Racamonde con la que tuvo cinco hijos varones, de los cuales solo José y Eloy siguieron los pasos de su padre como pintores ceramistas, aunque todos ellos trabajaron de algún modo en la fábrica.

Por su brillante trayectoria recibió premios y menciones como la medalla de oro en la exposición de Valencia, mención honorífica en la de Artes Industriales de Madrid y medalla de plata en la exposición Obrera de Sevilla, entre otras muchas.

Impartió clases en la Escuela de Artes y Oficios, donde se había formado, y fue fundador y profesor de cerámica en el colegio trianero Reina Victoria en las décadas de 1920 y 1930. Su buen hacer como docente fructificó en un grupo de buenos ceramistas que siguieron sus enseñanzas y perpetuaron su estilo.

Gran parte de la producción de José Recio presenta como única firma la de Mensaque, al prevalecer la marca de la fábrica sobre el nombre de los pintores que ejecutaban las obras. Aún así es fácil reconocer su estilo por la excelencia de su trazo y por los motivos empleados. A su capacidad creativa debemos igualmente cuanto diseñó para la plantilla de pintores de la empresa, a los que dirigía con meticulosa profesionalidad. También llegó a realizar diseños para el orfebre Manuel Seco Velasco, como el clásico respiradero que luce Ntra. Sra. del Mayor Dolor (Ceuta), cuyo estilo regionalista configura una potente unidad estética con las bambalinas, circunstancia totalmente casual que, sin estar calculada por la Hermandad de los Remedios, dio como resultado un armonioso conjunto de notable personalidad.

La relación de José Recio del Rivero con la Hermandad de la Esperanza de Triana se inició en 1908 cuando el empresario ceramista Manuel Rodríguez Alonso accede al cargo de Hermano Mayor, solicitándole el dibujo para el nuevo manto procesional que se estrenaría en 1909. Esta singular pieza bordada en oro por Juan Manuel Rodríguez Ojeda tuvo gran aceptación, constituyendo el precedente de la realización del nuevo palio diseñado igualmente por Recio, que se estrenó en la Semana Santa de 1918. La vinculación del ceramista con la hermandad trianera, de la que era hermano y asesor artístico, se mantuvo hasta el día de su fallecimiento, ocurrido el 6 de mayo de 1957, a los 83 años de edad.

III- Un diseño singular

El dibujo que José Recio ideó en 1917 para las bambalinas de la Esperanza de Triana se ajusta a las premisas del regionalismo sevillano, inspirándose en la ornamentación propia de la cerámica renacentista y manierista de los siglos XVI y XVII cuyos trazos fueron adaptados de manera muy inteligente a una pieza de debía bordarse en oro para cobijar a una de las Dolorosas más populares de Sevilla; lográndose un conjunto de gran coherencia plástica, ya que a pesar de que cada paño es singular por sí mismo se conjugan armoniosamente.

El interesante dibujo de la caída frontal, al igual que la posterior, está centrado por una potente cartela heráldica apergaminada, rematada por corona real española, cargada con dos óvalos acolados. Está flanqueada por dos ángeles tenantes híbridos de discreto tamaño cuyo cuerpo, a partir de la cintura, adopta idealizadas formas vegetales en espiral, ocupando por completo el espacio de sus respectivos paños a excepción de la crestería, compuesta por dos hojas de acanto enfrentadas a ambos lados de un pebetero en llamas que, oportunamente, se enlaza de forma vertical con el centro de la espiral dibujada por el estilizado tallo que forma el cuerpo vegetal de los ángeles.

El diseño de las bambalinas exteriores guarda una gran armonía con el dibujo de la frontal y la trasera, a pesar de ser totalmente distinto. Se configuran en cinco paños iguales dos a dos, excepto el central, siguiendo el esquema 1–2–3–2–1; por lo que en estas caídas laterales encontramos tres dibujos distintos armoniosamente conjugados gracias a la gran coherencia estilística manejada por su creador. Cada uno de estos paños, visualmente independientes al estar acotados por los varales, muestran un eje central al que se enfrentan de forma simétrica motivos geométricos en forma de “S”. Este esquema general se enriquece con una gran variedad de elementos ornamentales propios del repertorio renacentista, inspirados en los “grutescos” romanos descubiertos en el siglo XV: jarrones, cornucopias, animales fantásticos, guirnaldas, florones y un exuberante repertorio de inspiración vegetal que cubre por completo todo el espacio, sirviéndose de los ejes de simetría que vertebran cada espacio.

El dibujo interior de las bambalinas guarda la debida relación estilística con el exterior, aunque de forma mucho más ligera y simplificada. Los cinco paños laterales parecen idénticos pero en su contorno inferior muestran las diferencias necesarias para casar con el perfil ya marcado en la cara externa; a pesar de lo cual parecen iguales ya que estas ligeras diferencias no se advierten a simple vista. Los cinco paños presentan el mismo esquema: un eje central compuesto por un estilizado recipiente a modo de crátera del que parten tallos, hojas y flores que se reparten con perfecta simetría, enlazándose los cinco paños entre sí ya que, este caso no se ven interrumpidos por los varales. Hemos de aclarar que el bordado interior de las bambalinas laterales fue modificado por el mismo José Recio en una de las reformas llevadas a cabo por la Hermandad de la Esperanza de Triana sobre el palio, siendo su última versión la que describimos.

El interior de las caídas frontal y trasera tiene un dibujo mucho más rico y contundente, centrado por una vasija flanqueada por airosos roleos de hojas de acanto. En sus esquinas sendos tallos se transforman en aves mitológicas que portan pequeñas cartelas en sus picos.

Todo el perímetro inferior de las bambalinas queda rematado por pequeñas ventanas de malla calada abiertas entre el perfil del dibujo y las guirnaldas (dos por cada punta) que sostienen el fleco.

Gracias al excepcional dominio con el que José Recio manejaba este complejo y variado repertorio decorativo, podríamos decir que las bambalinas, en si mismas, forman una especie de catálogo ornamental de la cerámica manierista sevillana. Difícilmente encontraremos tal variedad y riqueza de diseño en piezas de su clase.

IV- Herederos de Miguel Del Olmo

El taller de bordados de Olmo está actualmente considerado como uno de los mejores obradores de esta artesanía en la ciudad de Sevilla. Su prestigio se debe a la pulcritud de sus trabajos y, en gran medida, a las espectaculares piezas que salieron de sus bastidores, la mayor parte de ellas diseñadas por Herminia Álvarez Udell inspiradas en el mudéjar y en los bordados sevillanos del siglo XVII.

Aunque la producción del taller de “Hijos de Miguel del Olmo” no fue especialmente extensa en cuanto al número de obras al estar en activo tan solo 19 años (desde 1912 hasta 1931) el alto nivel de sus creaciones está considerado como paradigma de la excelencia del bordado culto sevillano de su tiempo, llegando a competir con el famoso taller de Juan Manuel Rodríguez Ojeda cuyos trabajos, a decir de muchos expertos, no alcanzaron la pulcritud y perfección técnica del mítico taller de Olmo, actualmente tan valorado en los círculos eruditos de historiadores y estudiosos del arte y las artesanías relacionadas con las hermandades hispalenses, como en los más populares y sencillos amantes de las cofradías sevillanas y sus cosas.

Este taller tuvo un antecedente en el negocio inaugurado por Miguel del Olmo Rodríguez en la sevillana calle Zamudio, que se mantuvo abierto entre 1870 y 1912, siendo en su última etapa, tras la muerte de su fundador, regentado por su viuda Josefa Hurtado Martín y su hijo Manuel del Olmo Hurtado. En este establecimiento se podían adquirir pasamanerías, cordones, galones y materiales para el bordado en oro y todo tipo de ornamentos sagrados, imágenes y elementos necesarios para el culto católico, especializándose en el bordado de prendas para imágenes de vestir. De sus bastidores saldrían cuatro piezas que actualmente siguen cumpliendo la misión procesional para la que fueron creadas: la túnica de Jesús del Prendimiento de Jerez de la Frontera (1894), el manto de la Dolorosa de esta misma cofradía jerezana (1895) adquirido por la Quinta Angustia de Sevilla en 1941, el palio de la Virgen del Traspaso de la hermandad del Nazareno de Jerez (1896) que ha llegado a nuestros días aunque bastante alterado por sucesivas intervenciones; y el manto celeste de la Virgen de los Reyes, Patrona de Sevilla, (1904).

Tras el cierre del negocio iniciado por Miguel del Olmo, sus hijos José y Manuel del Olmo Hurtado inauguran en 1912 un nuevo taller bajo la denominación “Hijos de Miguel del Olmo”. Los flamantes empresarios tuvieron el gran acierto de incluir en su equipo a dos mujeres de excepcional valía artística: la notable bordadora Concepción Fernández del Toro que ofreció al taller su gran capacidad técnica y sus extraordinarios conocimientos del bordado en oro y sus distintos puntos; y la singular diseñadora Herminia Álvarez Udell, cuyos personales dibujos de riqueza “oriental” proporcionarían al obrador un estilo propio como valiente alternativa frente a los populares productos del legendario taller regentado por Juan Manuel Rodríguez Ojeda. En la simbiosis de estas dos grandes artistas radicó, sin duda, el enorme prestigio que llegaría a alcanzar el taller de Olmo.

En la calle Francos nº 24 y 26 se encontraban las dependencias tanto del taller propiamente dicho como las de una tienda que ofrecía ornamentos sagrados, galones, cordones, tejidos de oro y seda, imágenes y efectos militares.

Su primera gran obra fue el manto procesional de la Virgen de la Concepción del Silencio (1915) y dado el éxito alcanzado por esta suntuosa pieza, la Hermandad estrenó en 1917 el techo de palio y al año siguiente los faldones que completarían el paso de palio de la Dolorosa, bordados en el mismo estilo, otorgándole una notable personalidad que, afortunadamente, mantiene en la actualidad.

Las obras del taller de Olmo para la Hermandad del Silencio se completaron con la realización en 1919 de un extraordinario juego de insignias: senatus, estandarte, paños de bocinas y el sobresaliente simpecado bordado sobre malla de oro; así como saya para la Dolorosa y túnica y mantolín para la imagen de San Juan que la acompaña. La última gran obra para esta corporación sevillana fue la impresionante túnica de Jesús Nazareno, estrenada en la Madrugada del Viernes Santo de 1922, considerada como obra cumbre del bordado sevillano del siglo XX.

"En 2017 la Hermandad de la Esperanza de Triana solicitó la bambalina frontal para el montaje del altar de besamanos con ocasión de la festividad de la Expectación de María"

En 1919 la Virgen de las Lágrimas, Titular de la Hermandad de la Exaltación, popularmente conocida como la de “los caballos”, estrenaba un espectacular manto procesional bordado en oro sobre terciopelo azul, actualmente pasado a tisú de oro celeste. Tanto en el diseño, realizado por Herminia Álvarez Udell, como en los bordados, podemos apreciar la maestría y la genialidad del taller de Olmo. En la génesis de esta pieza se demuestra la natural “competencia” entre el taller de Juan Manuel y el de Olmo, ya que en principio la Hermandad decidió encargar el nuevo manto a Juan Manuel Rodríguez Ojeda, hermano de la corporación que ya había bordado el palio de su Dolorosa. Sin embargo, finalmente, la balanza se inclinó por Olmo, ya que en cabildo celebrado el 18 de mayo de 1917 se aprueba “naturalmente y por unanimidad” elegir el diseño presentado por este.

Uno de los conjuntos procesionales mas extraordinarios salidos del taller lo luce la Virgen del Patrocinio, titular mariana de la hermandad del Cachorro. De nuevo la exquisita creatividad de Herminia Álvarez Udell nos ofrece una obra deslumbrante que fluctúa entre una exótica inspiración mudéjar y el modernismo decorativo imperante en el momento de su creación. La unidad estética propia de este paso de palio fue fruto de un meditado proceso que se inició en 1920 con los primeros contactos con el taller y la aprobación del dibujo del techo de palio que finalmente se estrenaría, junto a las bambalinas, el Viernes Santo de 1923. El impresionante y original manto, bordado en el mismo estilo sobre terciopelo burdeos, se concluyó en 1926. El paso de palio de la Virgen del Patrocinio, cerca de un siglo después de su creación, sigue sorprendiendo hoy a cuantos lo contemplan, por la singularidad de su diseño y por la perfección técnica de sus bordados.

Las bambalinas que hoy posee la hermandad de los Remedios de Ceuta fueron encargadas por la hermandad de la Esperanza de Triana junto al techo de palio, que aun conserva esta corporación, siendo bordadas por Olmo en el justo momento en que empezaba a gozar de un merecido prestigio tras el estreno del manto y el techo de palio de la Virgen de la Concepción del Silencio. Cabe destacar que los cofrades trianeros se decantaron por este taller a pesar de que en 1909 Juan Manuel Rodríguez Ojeda bordara el magnífico manto azul de la Esperanza, siguiendo dibujo del ceramista José Recio, siendo la primera gran obra que marcaría el nuevo estilo de su paso de palio.

Es importante dejar claro que el palio estrenado por la Esperanza de Triana en 1918 constituye un caso bastante especial dentro de la producción del taller ya que el estilo que le imprimió el ceramista José Recio del Rivero, autor de su genial dibujo en 1917, logró aportar una obra de estética muy distinta al catálogo de sus producciones habituales, ya que aun compartiendo el estilo regionalista, su discurso estético nada tiene que ver con las originales creaciones de la diseñadora oficial del taller, Herminia Álvarez Udell.

Antes de su estreno en la Semana Santa, tanto las bambalinas como el techo de palio se expusieron en la “casa Hijos de Miguel del Olmo” siendo mostradas al público por primera vez.

Las bambalinas que hoy tenemos la suerte de atesorar como parte importante del patrimonio cofrade de Ceuta son obras excepcionales del taller de “Hijos de Miguel del Olmo” por varias razones: pertenecer al selecto catálogo de obras de uno de los talleres de bordado sevillano de mayor prestigio, constituir un caso especial en la producción del mismo al ofrecer la oportunidad de apreciar su nivel a la hora de interpretar otro tipo de dibujos alejados de la línea habitual del taller y, finalmente, por guardar entre sus puntadas labores realizadas por la gran bordadora Concepción Fernández del Toro (1884-1964), maestra del taller que dirigió técnicamente esta notable obra, en la que dejó la impronta de su magistral pulcritud, heredada de las enseñanzas de su tía Concepción Manzano, discípula a su vez de la gran bordadora sevillana Patrocinio López, activa en la segunda mitad del siglo XIX.

Bambalina frontal en un altar de besamanos de la Esperanza de Triana, entonces en San Jacinto (fotografía tomada entre 1948 y 1950). En 2017 la priostía de la hermandad trianera decidió recrear esta estampa, solicitando a la hermandad ceutí de los Remedios la caída frontal para componer un dosel que sirviera de fondo a la venerada Dolorosa, pudiéndose contemplar del 15 al 18 de diciembre en la Capilla de los Marineros, durante su besamanos.

V- Un valioso Legado

Desde que la Esperanza estrenara sus bordados regionalistas, inspirados en dibujos propios de la cerámica trianera, la nueva estética de su paso de palio alcanzó un notable éxito, contentando tanto a los cofrades más populares de su barrio como a los sectores más exigentes y cultos, llegando a convertirse en un referente en la Semana Santa sevillana.

Este palio y su particular impronta continúa siendo añorado por muchos cofrades, aún sin haberlo conocido, ya que está sobradamente afianzado en la memoria colectiva gracias a infinidad de fotografías y alguna filmación, todas en blanco y negro; circunstancia que llegó a fomentar ciertas dudas sobre el color del soporte original: afirmándose en algunas publicaciones que era verde, siendo realmente de terciopelo morado claro, como se ha podido comprobar al encontrar restos del tejido original bajo las piezas bordadas durante los últimos trabajos de restauración.

Entre 1889 y 1932 la cofradía de la Esperanza de Triana protagonizaba un momento intensamente emotivo en su itinerario de regreso al barrio: cada mañana de Viernes Santo, al pasar frente a la antigua Cárcel del Pópulo, volvía sus sagradas imágenes para que los presos, desde su encierro, pudieran verlas y cantarles saetas. Esta impresionante escena quedó inmortalizada en varios documentos gráficos, todos ellos vinculados indefectiblemente al palio que desde 1918 cubría a la Dolorosa trianera, circunstancia que le aporta un valor icónico que se suma a los que por historia y estética posee esta pieza.

La conmovedora imagen de los presos cantando saetas a la Esperanza inspiró a Manuel Font de Anta la sentida y hermosa marcha procesional “Soleá dame la mano”, que pudo escucharse por primera vez en 1918, precisamente el mismo año que se estrenaba el palio. Se cuenta que el compositor Igor Stravinski tuvo ocasión de escucharla en su visita a Sevilla durante la Semana Santa de 1921, afirmando: “Estoy escuchando lo que veo y estoy viendo lo que escucho”.

Otro interesante recuerdo de la Esperanza de Triana frente a la Cárcel del Pópulo lo encontramos en imágenes incluidas en la película muda de 1926 “Currito de la Cruz”, basada en la novela de Alejandro Pérez Lugín. En la cinta se incluyen filmaciones de algunas cofradías sevillanas, entre ellas la Esperanza en la cárcel, ofreciéndonos un documento gráfico de primer orden que nos permite ver el palio en movimiento.

El pueblo identificó de tal forma a la popular Dolorosa trianera con la emocionante escena de los presos cantándole saetas en la mañana del Viernes Santo que durante un tiempo llegó a ser conocida como “la Esperanza de la cárcel”.

Con la Exposición Ibero-Americana celebrada en 1929, el movimiento regionalista alcanzó en Sevilla el cenit de su influencia conceptual y estética. La ciudad recibió un impulso económico, social y artístico sin precedentes, que dejó una profunda huella en su paisaje gracias a la creación de nuevos espacios urbanos, como la Plaza de España, y a la construcción de edificios regionalistas, adoptados como auténticas señas de identidad.

Estreno de la bambalina frontal restaurada por el bordador Jesús Rosado Borja. Viernes Santo 2015.

Dentro de las actividades programadas, el Congreso Mariano Hispano-Americano se complementó con una Exposición Mariana Diocesana en el templo del Divino Salvador. La cuidada selección de más de 350 piezas de alto valor artístico y devocional incluyó el paso de palio de la Esperanza de Triana, elección que obedeció tanto a la gran popularidad de la Dolorosa como a la calidad del conjunto, especialmente apreciable en sus bordados regionalistas.

La Esperanza se expuso en el Salvador del 24 de septiembre al 1 de diciembre de 1929, protagonizando sendas procesiones para su traslado, siendo recibida a su regreso a Triana con bengalas y fuegos artificiales por una entusiasmada multitud.

Su participación en las celebraciones relacionadas con la Exposición Ibero-Americana aportaron a su palio cierto prestigio histórico, ya que para muchos sevillanos todo lo relacionado con este acontecimiento tiene un interés especial, por tratarse de uno de los periodos más interesantes y fructíferos de la historia reciente de la ciudad.

Del palio en el Salvador se conservan fotografías que han contribuido a fijarlo en la memoria cofrade de la ciudad, relacionándolo con unas celebraciones extraordinarias que supusieron un antes y un después para Sevilla, cuya memoria alcanza a las generaciones actuales.

Las bambalinas que pertenecieron a la Esperanza de Triana se consideran elementos clave en la historia del bordado en oro sevillano, no solo por la calidad de su diseño y ejecución sino por su especial significación; baste decir que en los últimos años han formado parte del catálogo de cuatro importantes exposiciones celebradas en Sevilla:

  • “La Semana Santa de Ayer”. Caja de Ahorros San Fernando (1985).
  • “VI Muestra Nacional de Artesanía Cofrade” (MUNARCO) Palacio de Congresos y Exposiciones (2002).
  • “Un legado magistral: el voto concepcionista y el taller de Olmo” Organizada por la Hermandad del Silencio. Hospital de la Santa Caridad (2015).
  • “Un sueño de forja y cerámica para la Esperanza”. Organizada por la Hermandad de la Esperanza de Triana. Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla (2016).

El 1 de marzo de 2015 la bambalina delantera restaurada por el bordador Jesús Rosado Borja fue presentada en Sevilla, en la Capilla de los Marineros, sede de la Esperanza de Triana, celebrándose una misa de acción de gracias con tal motivo.

En 2017 la Hermandad de la Esperanza de Triana solicitó la bambalina frontal para el montaje del altar de besamanos con ocasión de la festividad de la Expectación de María, recreando una estampa de tiempos pasados que pudo contemplarse del 15 al 18 de diciembre en la Capilla de los Marineros.

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