Categorías: Opinión

Ciudadanos, comunidades y colectivo

En la entrevista que Carmen Echarri le hizo a Premi Mirchandani, número 8 de la lista del PP para las próximas elecciones del 22 de mayo, la entrevistadora maneja el término “colectivos” y el señor Mirchandani, en sus respuestas, parece enredarse con los términos “colectivos, ciudadanía, culturas y comunidad”. En un primer momento dice que “no deberíamos hablar de ‘colectivos’, sino de ciudadanos”; poco después manifiesta que “(…) por lo menos escuchando a los ‘colectivos’ para intentar salir de este periodo. El Gobierno está ahí para atender pero el ‘colectivo’ tiene que ser escuchado (…)”; pero al final de la entrevista declara que “Aquí no es cuestión de hacerse la foto sino de trabajar por la ‘ciudadanía’ y los ‘colectivos”. Y mediada la entrevista, Premi Mirchandani dice que “como en Ceuta en donde convivimos las ‘culturas’ con un clima  y ambiente que siempre ha sido muy bueno”. También hace referencia a la ‘comunidad’: “Por parte de la ‘comunidad’ hindú tener un representante dentro de la Asamblea es importante. He notado no sólo apoyo de la ‘comunidad’ hindú (…). ¡Menuda empanada mental la del señor Mirchandani!  Parece que este número 8 va a dar mucho juego en cuanto abra la boca.
Cuando no se está familiarizado con estos términos el riesgo que se corre es como andar sobre un campo sembrado de minas: no se sabe bien en dónde colocar el pie para no quedarnos sin él. La expresión “colectivos” es, sin duda, equívoca y podría hacer referencia a grupos de personas muy heterogéneos. Se podría relacionar, más bien, por ejemplo, con colectivos de lesbianas, con niños autistas, con homosexuales, con pintores con la boca o con el pie, o cualesquiera otros. La entrevistadora evita, acertadamente, referirse a judíos, cristianos, budistas y musulmanes, pero pienso que el término ‘colectivo’  es a todas luces ambiguo e impropio en este caso. Peor lo tiene el señor Mirchandani. Se hace un lío con los cuatro términos: colectivos, culturas, ciudadanía y comunidad. Cuando no se tienen claro los conceptos y los términos para referirnos a ellos, los problemas se enquistan y difícilmente se les encuentra solución.
Desde que la inmigración islámica ha tomado carta de naturaleza en forma tan dramática en nuestro continente, en nuestro país y en nuestra ciudad, el personal se las ve y se las desea para referirse a ese conjunto de personas que profesa la religión musulmana, sin hacer referencia a la religión. Nunca antes las oleadas de inmigrantes que se movían por Europa procedentes de los diferentes países habían provocado, es cierto, tal inquietud y confusión en los países de acogida como los inmigrantes islámicos. Esos países a los que acceden esos inmigrantes musulmanes ya habían superado sus diferencias de religión de los siglos XVI y XVII –guerra de los Treinta Años por medio–, con la paz de Westfalia en 1648, y la separación del Estado y las iglesias es efectiva desde entonces. La laicidad del Estado es un hecho desde aquella fecha y éste no admite injerencias religiosas de ninguna manera.
Las Constituciones están por encima de los libros sagrados de las distintas confesiones. La religión ha pasado a ser un actividad de índole más privada que pública. Pero hete aquí que inmigrantes islámicos han caído sobre Europa y la inmensa mayoría de ellos ha hecho de su capa un sayo pasándose las leyes, normas y reglamentos de los países de acogida por el arco del triunfo, echándoles un pulso a los Estados para salirse con la suya. Su religión, dicen, está por encima de las leyes emanadas de los Parlamentos de esos países de acogida.
“La sociedad multicultural ha muerto”, declararon Angela Merkel y, después, el Premier británico David Cameron. Esto quiere decir que ha sido un sonoro fracaso contemplar como iguales las diferentes ‘culturas’ que han accedido a los países europeos. Es lo que se denomina sociedad ‘’comunitaria’, o de las distintas comunidades viviendo unas yuxtapuestas a las otras.
La cultura europea es la que es y de ningún modo debe ser suplantada por otras extrañas y cuasi medievales que se han asentado en la vieja Europa. Así, Denis de Rougemont escribe que “la gran cultura europea es mucho más antigua que todas nuestras naciones, sin excepción, por ser una obra común y secular de todos los europeos”. “Es la historia de unos hombres que han tomado parte en la misma aventura, conocido iguales condiciones, compartido iguales situaciones y vivido los mismos sucesos”.
Ni colectivos, ni culturas, ni comunidades, ni religiones. Tan sólo “ciudadanos”. El término ciudadano es incluyente, los términos culturas, comunidades, religiones y colectivos son excluyentes.
Dejan fuera a quienes no pertenezcan a ellos. Dan lugar, por tanto, a la sociedad multicultural, que es, en verdad, una sociedad excluyente. Esto es así porque en cierto modo los hay quienes tienen el deseo de poder vivir y cultivar intensamente, en el país receptor, la cultura del país de origen. Así, repito, por tanto, ni colectivos, ni culturas, ni comunidades, ni religiones, sólo, tan sólo, ciudadanos. Sociedad de ciudadanos.

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