Opinión

La Ciudad, los sindicatos, Hércules, la insolidaridad y los cuentos chinos

80 trabajadores de la empresa Hércules tienen nóminas pendientes, vacaciones pendientes, pagas extraordinarias pendientes. 80 trabajadores miran 24 horas el ingreso que no llega, las promesas de pago que cambian día a día, las vacaciones que no saben. 80 trabajadores abren cartas con recibos de agua, luz, comunidad, contribución, wifi, gastos aplazados por la tarjeta de crédito, deudas contenidas con amigos y familiares, productos de alimentación fiados en las tiendas de confianza. 80 trabajadores abandonados a su suerte; algunos con miedo, otros con rabia, todos con indignación. 80 trabajadores perplejos, desesperados, ninguneados. 80 trabajadores como respuesta obtienen un corte de manga, unas excusas podridas de la empresa, un escupitajo del ayuntamiento que hizo la licitación a un Hércules de risa y basado en la patraña y en el tocomocho. 80 trabajadores que no hacen huelga en su mayoría, que no salen a la calle en su mayoría, que protestan en silencio en su mayoría, que no se atan en las puertas del ayuntamiento, que no duermen con sacos de dormir en sus puestos de trabajo para avergonzar a todo KISKI. 80 trabajadores ignorados por casi la totalidad de los sindicatos porque no son de su colectivo, porque no están afiliados, porque son pocos y no cuenta, porque son moscas cojoneras que con la mierda que les ofrecen no tienen fuerza para hacer pancartas y pintarlas con palabras de denuncia dibujando con letras o caricaturas que los derechos brillan por su ausencia.

80 trabajadores abandonados a su suerte; algunos con miedo, otros con rabia, todos con indignación

80 trabajadores a la expectativa de la suspensión de pago, a seguir sin ingresos sine die, a deambular en sus destinos desayunándose con las mismas conversaciones mientras tragan el café amargo antes de empezar su jornada. No los vemos pues viven en las alcantarillas de la dignidad. Están en las bibliotecas, en las instalaciones de la piscina, en los helipuertos y en otros lugares ofreciendo el servicio encomendado. 80 trabajadores que no existen pero están, que no cuentan aunque sean legión, que son invisibles aunque veamos su sombra alargada.
Tantos años luchando la clase obrera para que la misma clase obrera no se acuerde de la clase obrera. Amanece hoy de nuevo y, cómo siempre, pedirán a la virgen de África y al Cristo del Puente que llueva maná o que llueva lo que sea en una sequía que comienza a ser desoladora. En fin, 80 trabajadores parias no son problemas para la ciudad, una ciudad subvencionada por el gobierno de la nación a espuertas.
Bienvenido Mister Marshall cantan y jalean 80 voces aunque Míster Marshall pase sin dejar huella.

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