Ciudad sin ley, ciudad inaceptable

Cuando el delegado del Gobierno tuvo la “genial” idea de echar abajo la escalera del Tarajal, se abrió una caja de Pandora de mucho cuidado por aquellos andurriales fronterizos.

Y sigue abierta, y creo que ya nadie podrá cerrarla. Aquella parte de la ciudad se ha convertido en una selva: cada cual va a lo suyo. Pero no es esto en lo que quiero hacer hincapié, sino en la visita que el día 25 de noviembre del año pasado hicieron al lugar dos personajes que son como el perejil de todas las salsas, Mohamed Alí y J. L. Aróstegui. El primero, como portavoz de Caballas, y el segundo, como presidente de la Junta de Personal Docente. Pues bien, este periódico publicó en aquel entonces una foto, o varias, en las que se podía ver a estos personajes al lado mismo del hueco de lo que había sido la escalera derribada. Me dio la impresión de que tenían aire de despistados, es decir, que se hallaban en un lugar que quizá nunca habían frecuentado. Miraban a un lado y a otro como extrañados de lo que allí veían. Se veían ajenos al lugar, a las gentes y al paisaje. Personajes como estos dos suelen hablar de oídas, nunca por propia experiencia. Se les hace difícil salir al extrarradio de la ciudad.
Pero tal vez ni uno ni otro repararon en que pegado a las tapias del colegio allí ubicado, príncipe Felipe, en su momento fueron levantadas dos casas prefabricadas, que andando el tiempo, sus inquilinos primigenios, y los posteriores, se fueron anexionando ilegalmente terreno colindante hasta triplicar la superficie de las dos casas prefabricadas originales. Toda una flagrante ilegalidad. Pero, tal vez, ni Mohamed Alí ni Aróstegui sabían nada de tal ilegalidad. Aquel lugar del que hablo no es lugar que ambos frecuenten con asiduidad. Acaso, era la primera vez que iban allí.
Ya que estamos hablando de ilegalidades en aquellos arrabales, vamos a concretar una de ellas, que no puede pasar desapercibida, pues está a la vista de quien pase por el lugar, en dirección a los polígonos del Tarajal. La parcela 85260 comprende varias subparcelas nombradas del 01 al 10, todo ello puede comprobarse en la oficina del Servicio Catastral. La citada parcela 85260 comprende desde el colegio Príncipe Felipe hasta el edificio de la Aduana, pasando por unas viviendas que fueron en su momento casas de maestros y una antigua casa-cuartel de la Guardia Civil. Pues bien, en el extremo oeste de la citada parcela 85260 hay dos subparcelas colindantes: una pequeña, la 01 y otra mucho más grande, la 02. En la 01 había una pequeña vivienda habitada desde tiempos inmemoriales por una familia que con el tiempo fue reduciéndose y acabó, debido a una desgracia familiar, por marcharse a vivir a Málaga. No está demasiado claro de qué forma la casa de esta familia, ubicada en la subparcela 01, acabó en manos de un desaprensivo ciudadano que modificó ilegalmente la estructura de la primitiva vivienda, ampliando, evidentemente, el volumen de la antigua, de tal forma que parecía más una nave comercial que una vivienda. Finalmente, dedicó la nueva construcción a establecimiento comercial en donde se vendía toda clase de artículos. Todo esto sucedió hacia el primer trimestre de 1998.  
Denunciado el desaprensivo ciudadano y después de algún tiempo de trámites burocráticos, el individuo fue conminado vía sentencia judicial a derribar lo ilegalmente construido, lo que fue llevado a cabo por los servicios pertinentes del Ayuntamiento, y a largarse del lugar. Pero hete aquí que al individuo se le permitió permanecer en el citado lugar para que recogiera sus pertenencias, cosa que aprovechó, ante la desidia de la autoridad competente, para quedarse definitivamente en el lugar y no sólo se apropió de la subparcela 01, sino que hizo lo mismo con una extensión considerable de terreno de la contigua subparcela 02. Con el tiempo valló todo el perímetro y se ha apropiado ilegalmente de unos ¡tres mil metros cuadrados! pertenecientes al municipio y por ende a todos los ceutíes. Y allí sigue sin que nadie desde hace más de quince años haya osado echarlo a patadas del lugar que ocupa ilegalmente. La actual consejera de Fomento, la señora Susana Román, puede bucear en los archivos de su Consejería, siendo en aquel entonces presidente de la Ciudad el señor Fortes. Seguro que encontrará documentos que prueban lo escrito aquí. Y si lo cree conveniente que consulte con el señor Nicolás Fernández Cucurull, consejero de Fomento en su día. En su momento, este granuja tenía menos papeles (que le acreditaran como propietario) que las cabras de la isla del Perejil. Si los tiene ahora, alguien ha jugado sucio al respecto.
“Porque sin leyes, ¿qué ciudad puede ser aceptable?”, lo dijo Sócrates, y a fe que llevaba razón. Respecto de las construcciones ilegales, Ceuta es una jungla. Es una ciudad de desaprensivos en cuanto a apropiarse de parcelas que pertenecen al municipio. Nada los detiene, nada los perturba, nada los atemoriza. No temen a nada ni a nadie. Ceuta se ha convertido en una ciudad de bárbaros respecto de la observancia del respeto a la propiedad ajena, a la propiedad municipal. Ejemplo de ello, (y no sólo el Príncipe Alfonso, barrio ilegal cien por cien), recorra el camino hacia la ITV y eche un vistazo a su derecha y verá cómo han surgido casas ilegales, incluso, picando el monte y parcelándolo. Vergonzoso. Ante esta situación, se produce un agravio comparativo con el ciudadano que cumple con sus deberes para conseguir una vivienda con mucho sacrificio y ve estupefacto cómo estos canallas, que se apoderan de parcelas municipales, se van de rositas y nadie les impide sus tropelías, y encima van a dotarlas de suministro de luz y agua.
Y en estas estamos, con un Gobierno de la Ciudad complaciente y débil con toda clase de tropelías urbanísticas y sin agallas para meter en cintura a estos rufianes que creen que todo el monte es orégano. Y a este respecto, sería conveniente que la asociación para la defensa del patrimonio, Septem Nostra, aparte de preocuparse de tortugas, delfines, lapas, edificios y murallitas, asumiera que las parcelas robadas al Ayuntamiento y edificadas ilegalmente pertenecen también al patrimonio de todos los ceutíes, en definitiva, al patrimonio de Ceuta.