Categorías: Opinión

Ciudad quebrada

Detroit, la cuarta ciudad en importancia en los EEUU de los años 50 ha quebrado. Entonces era la ciudad del motor. El centro de la poderosa industria automovilística americana. Allí acudieron miles de trabajadores negros en busca de trabajo. También huyendo del racismo del sur. En la actualidad cuentan con un censo de apenas 700.000 personas, que están inmersos en un terrible círculo de pobreza, desesperación y violencia. Los indicadores sociales son desoladores. Unas tasas de paro del 18% (el doble que a nivel nacional, aunque mucho menos que en España); más de 80.000 edificios abandonados; ausencia de servicios sociales básicos; casi el 50% del alumbrado público inutilizado. Pero esto era evidente que ocurriría. Ningún imperio ha perdurado por tiempo inmemorial.
La incompatibilidad del modelo de consumo de los países sobreindustrializados con la idea de justicia ambiental se pone de manifiesto con el consumo generalizado de los denominados bienes posicionales, como nos decía Hirsch en 1976. El automóvil es un claro ejemplo de ello. El planeta no dispone de sumideros ecológicos capaces de absorber y procesar las emisiones resultantes de un coche por habitante. Por tanto, cuando su uso se ha hecho masivo, la elección entre el mantenimiento de planeta, es decir, nosotros; o el del automóvil privado, se convierte en una prioridad. Quizás lo que está ocurriendo en Detroit sea parte de este proceso de selección natural, aunque sin que seamos conscientes de ello.
Mucho se ha escrito acerca de la capacidad ecológica del planeta y de sus límites. También de la cultura del crecimiento en un mundo finito y del concepto de ciudades sostenibles. Algunos creen que el futuro de la humanidad se está decidiendo en estos momentos en los despachos de los arquitectos y urbanistas que diseñan las ciudades chinas del futuro. Consideran que estas macrociudades van a ser una especie de laboratorios sociales en los que se van a probar todos nuestros conocimientos científicos para conseguir un planeta habitable. Habrá que seguir esta evolución con mucha atención.
Pero más cercano en el tiempo y en el espacio está Ceuta. La ciudad de poco más de 19 kilómetros cuadrados, en la que vivimos más de 80.000 personas. Alguna asociación ecologista nos viene informando periódicamente acerca de la sostenibilidad de este territorio. En su último trabajo, nos dicen que la capacidad de carga se encuentra ampliamente superada, por lo que “cualquier tentativa de emprender una política ambiental coherente y eficaz resulta vana y fútil” (El efecto Sísifo, en el Faro de Ceuta del 6 de julio de 2013). Según la socióloga Soledad Giménez, que ha elaborado el estudio demográfico que da pie a dicho artículo (por supuesto bajo la dirección de esa organización), el espectacular aumento de población de nuestra ciudad es consecuencia de las políticas sociales que comenzó a aplicar el Partido Socialista a partir de 2004. Esto habría ocasionado, según ellos, una perversa atracción de “pobres” a nuestra ciudad, alentados por los planes de empleo y las subvenciones estatales, que habrían provocado el desbordamiento de la capacidad de carga del ecosistema local. Es decir, no es el crecimiento económico desenfrenado, ni la perversión del propio sistema capitalista. Han sido las políticas sociales y los pobres de Marruecos, según nos cuentan, los que nos están ocasionando los enormes problemas medioambientales que padecemos.
En mayo de 1994 se aprobó la denominada Carta de Aalborg, en la ciudad danesa del mismo nombre, por parte de las autoridades locales que participaban en la Conferencia europea sobre ciudades sostenibles. De esta forma, los municipios firmantes (7 españoles entre ellos), se comprometían a participar en las iniciativas locales del Programa 21, adoptado por 178 países en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio ambiente y el desarrollo, o Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 en Río de Janeiro. En un documento de la Dirección General de la Vivienda, elaborado por el profesor de urbanismo Agustín Hernández Aja, titulado Informe sobre los indicadores de sostenibilidad (http://habitat.aq.upm.es/indloc/), se nos dan los 50 indicadores básicos que nos ayudarían a evaluar la sostenibilidad de los municipios.
Reducir el análisis de sostenibilidad de Ceuta a un puro conteo demográfico de población y culpar de nuestros problemas ambientales a la presión que ejercen los pobres, supuestamente atraídos por las políticas sociales puestas en práctica desde el año 2004 es, además de una frivolidad, una tremenda irresponsabilidad, por mucho que se adorne el documento con citas de reputados ambientalistas. Y todo para acabar pidiéndole al Delegado del Gobierno que les subvencione la segunda parte del estudio, además de mano dura con los empadronamientos irregulares.

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