Ciudad del mar

Lo contaba la naturalista Andrea Guirado el pasado fin de semana: la auténtica odisea en la que se vio envuelta para retirar un delfín que había acudido a morir a la playa del Trampolín, en Benítez. Sobre lo que se encontró (personas intentando sacarlo del agua para hacerse una foto, otros molestando, agentes mirando hacia otro lado...) poco hay que añadir. Nunca podré entender el grado de imbecilidad que podemos alcanzar los humanos. Siempre habrá alguien que se supere hasta elevar un poco más el listón. Si aquello fue llamativo había que añadirle otro dato negativo más: la forma en que tuvieron que sacar el delfín, cuya muerte era imposible de evitar, sin medios y sin disponer de un lugar al que trasladarlo. Al final, terminó rodeado de sangre ante la indignación de los presentes, con más tortura de la que llevaba aguantando en el mar.

Hoy, el CECAM vuelve a denunciarnos algo que ya sabemos: no hay medios para transportar a los cetáceos que vienen a morir a las costas de Ceuta, ni tampoco existe un lugar al que poder trasladarlos para recuperarse. Somos la ciudad del mar sin recursos, sin infraestructuras, sin medios para hacer frente a historias como la que contó Guirado y otras tantas que han pasado tiempo atrás o que, desgraciadamente, seguirán ocurriendo.

No existe conciencia medioambiental. Parece que a nadie importa lo que sucede, es como si estuviéramos mirando hacia otro lado, dando la espalda a una realidad que está ahí y que debería estar más que superada. Pero incongruentemente todo funciona al revés.

Ceuta, la ciudad del mar, es incapaz de sacar partido a sus recursos teniendo por ejemplo un acuario en condiciones o un Museo del Mar con mayores y mejores medios para potenciar el turismo marino, que sí existe en otras ciudades del país. Ceuta, la ciudad del mar, es incapaz de disponer de las mínimas infraestructuras para atender las incidencias relacionadas con los animales marinos, evitando situaciones dantescas como el caso narrado por esta naturalista y muchos más que hemos contado. Pasan los años y nada se hace. Salvo las luchas particulares y aisladas de algunos ecologistas y entidades, no se saca el potencial debido, ni se cuida ni se atiende todo lo relacionado con el medio marino. ¿A qué se reduce la Consejería de Medio Ambiente? ¿A lidiar con los ataques de pantalones de empresas de limpieza? Hay más, mucho más por lo que pelear, pero parece que esta ciudad viviera atrapada en una burbuja de la que resulta imposible escapar.