Ya lo escribió, como él solo sabe, mi compañero Olav. Ahora solo queda que nos plasme su crítica en un dibujo, como acostumbra a hacer cada miércoles. La programación cultural no está llegando. Habrá que buscar la causa de ese fracaso, porque así hay que calificar el hecho de que cada semana los espectáculos de talla que se fijan en el calendario no consigan atraer el público esperado. Eso, se enoje quien se enoje, no tiene otro calificativo posible.
El Revellín fue una de las obras a las que se aferraba la institución como paso necesario para poder dar una respuesta de calidad a un público que iba a apreciar, con su presencia, el trabajo organizado desde el área de Cultura. No ha sido así. Creo que ya no hay ganas ni tiempo de volver a cargar sobre la idoneidad de la Manzana, sobre el dinero que se ha tragado, sobre el estado de la plaza que lo único digno que tiene es su nombre, del abandono de sus rincones... De todo eso podremos hablar hasta cansarnos, que ya esos lamentos sabrán a rancio.
El debate ahora está en las consecuencias de ese esfuerzo económico, de esa sangría de las arcas municipales. ¿Podemos permitirnos un espectáculo más que digno para que acudan no más de treinta personas a verlo?, ¿cómo es posible que haya demasiadas coincidencias, muy próximas en el tiempo, de algunos espectáculos, lo que provoca que terminen fracasando?, ¿quién responde de las obras que han tenido que suspenderse a última hora porque no se habían vendido las entradas suficientes?
Algo está pasando para que no se logre la respuesta debida a una oferta digna pero que no consigue calar. Hemos tenido semanas en las que resulta imposible acudir a todas las citas plasmadas, salvo que uno pueda dedicar todo el tiempo del mundo y su cartera de forma exclusiva a atender esta demanda. Hemos tenido auténticas perlas culturales que han arrastrado una entrada ridícula. Cultura más que debatir sobre lo que está sucediendo, se enoja ante la crítica. Respuesta absurda si se trata de mejorar lo que tenemos.
El próximo dibujo de Olav puede que tenga de protagonista, de nuevo, este escenario con el que él, particularmente, tanto sufre por cuanto debe plasmar en sus crónicas lo que recoge el ámbito cultural. Sus trazos, siempre críticos, deberían causar una reflexión para emprender otro camino. El de ahora, de hecho, está equivocado.