La IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) elabora desde hace más de 50 años su propia Lista Roja (Red List en su denominación original en inglés), un catálogo de especies que deberían contar con una protección especial que garantice su supervivencia ante las agresiones del medio y, sobre todo, las generadas por la mano del hombre.
Con más de 71.000 especies incluidas y el objetivo de elevar el listón hasta las 160.000 en el horizonte de 2020, la organización ha puesto sus ojos en las reservas de coral que pueblan los fondos del Mediterráneo. Y para buscar asesoramiento ha convocado, entre otros especialistas, al director del Museo del Mar de Ceuta, un auténtico experto en la materia.
Óscar Ocaña ha recogido el guante y se desplaza mañana hasta Santa Margherita Ligure, un idílico municipio de la provincia de Génova (Italia). Allí se reunirá entre el lunes y el miércoles con una veintena de compañeros para definir y debatir qué corales de la relación inicial propuesta merecen formar parte de la Lista Roja, un instrumento que la propia IUCN define como “un poderoso instrumento que aporta información y cataliza la acción en pro de la conservación de la biodiversidad y el cambio de políticas, aspectos fundamentales para la protección de los recursos naturales indispensables para nuestra supervivencia”.
La cita es una continuación de una inicial que ya acogió Málaga a principios de año. “Como conservacionista del hábitat marino que soy me apetecía trabajar con ellos. Me lo propusieron en varias ocasiones y acepté. La labor que desarrolla la IUCN es muy importante y además influyente: su Lista Roja podría definirse como el aceite que a menudo mueve los complicados engranajes de las maquinarias estatales”, asegura.
En Génova defenderá la inclusión en esa privilegiada relación de dos especies de corales mediterráneos: el astroides calycularis y el masella edwardsii. El primero, destaca, necesita un grado de protección especial cuando se concentra en aguas superficiales (entre cero y cinco metros de profundidad). Es justo ahí donde requiere “un esfuerzo de ordenación y de protección”, ya que su fragilidad se puede ver afectada por los daños infligidos por las actividades náuticas, la pesca deportiva o los simples anzuelos. Concentrado en gran cantidad en zonas como la Punta de la Mona (Granada), crece formando grandes esqueletos y es un enorme bioconstructor, con hasta más de cien especies invertebradas asociadas. El segundo, destaca Ocaña, es un “animal patrimonial” que también encuentra su hábitat en el Mediterráneo y que conecta con otras especies indopacíficas. Es, por tanto, un “superviviente de mares ancestrales” que del mismo modo requeriría un alto grado de protección para asegurar su supervivencia futura. La tercera especie que llevará bajo el brazo, el paralyonium spinulosum, de menos importancia, quedará fuera de la lista.
Para el director del Museo del Mar –con décadas de especialización sobre los corales mediterráneos a sus espaldas– la reunión que arranca el lunes en ese punto de Italia es trascendental porque servirá de base para la elaboración de una de las última Listas Rojas del Mediterráneo, de modo que las especies que logren entrar en esa selecta relación gozarán de una salvaguarda especial cuando llegue el momento en que IUCN presione a los estados para que multipliquen sus esfuerzos conservacionistas.
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