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El Círculo del Silencio se vuelve a reunir: "No somos el Aquarius, pero seguimos a la deriva"

Minutos antes de las 19.30 horas, los integrantes del Círculo del Silencio empezaban a desplegar la pancarta que cada segundo miércoles del mes ocupan para hacer visible el problema que tantas vidas apaga al año: la inmigración. Mientras que un grupo de chicos subsaharianos despliega el cartel, Silvia repasa el manifiesto que leerá en este círculo que pese a ser silencioso, intenta dar voz a todos aquellos que deben abandonar sus países de origen sin más remedio, pasando penurias y en demasiadas ocasiones, pereciendo en el intento.

El mensaje del día de ayer estaba dirigido a los últimos sucesos ocurridos el pasado fin de semana en Marruecos, cuando se desmantelaron los campamentos de inmigrantes de Fez y Casablanca, donde desde hace años conviven de forma pacífica hasta dos mil migrantes subsaharianos.

“El desalojo se ha producido de forma sumamente violenta, quemando el campamento junto con gran parte de las pertenencias de los residentes, sin previo aviso del desalojo”, denunciaban desde el Círculo, catalogando este hecho como una “violación” de los derechos humanos y de la integridad de las personas migrantes en el país vecino.

En su discurso, la organización denunció que los más de 90 millones de euros que la Unión Europea destina para combatir la inmigración irregular en los países del Magreb y evitar la salida de refugiados y migrantes hacia Europa, “está llegando a manos de los guardacostas libios”.

Mientras tanto, lamentaron las 1.400 personas que han muerto en lo que va de año en el Mediterráneo, intentando alcanzar el sueño europeo. Frente a ello, tuvieron palabras de felicitación hacia las ciudades de Barcelona y Valencia por prestarse a acoger a los más de 600 náufragos que albergaba el Aquarius.

Sin embargo, criticaron que este tipo de acciones solidarias están perseguidas, “impidiendo la salida de buques de rescate”, mientras los “náufragos mortales ante sus ojos no cesan”.

No reducen este problema únicamente a Libia, sino que lo trasladan a un plano más cercano, a las costas de Marruecos, donde la acogida se traduce a gimnasios o la calle. “No somos el Aquarius, pero seguimos a la deriva”, reclamando una acogida digna.

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