Opinión

Cinismo e ingenuidad, por Juan Luis Arostegui

El dardo de los jueves

El Gobierno de Melilla ha hecho pública su intención de iniciar los trámites para conseguir la integración de su Ciudad en la Unión Aduanera. Este anuncio ha ocasionado un curioso revuelo en Ceuta. Repentinamente, todo el mundo ha empezado a emitir opiniones al respecto. Variopintas, titubeantes y, en muchos casos, contradictorias.

La inmensa mayoría se ha movido entre el “sí pero no” y el “no pero sí”, a veces sintetizado en el clásico “lo más probable, es que vaya usted a saber”. Cabe destacar, en este caso como penosa anécdota, la actuación del diputado en el Congreso: “A día de hoy no nos va tan mal”.

Sin comentarios. Es difícil ya a estas alturas entender bien a quién representa este hombre. He calificado este incipiente y desordenado debate como “curioso” porque da la impresión de que es nuevo, cuando en realidad es un debate zanjado desde hace, al menos, seis años. En el año dos mil once, El cinco de octubre, el Boletín Oficial de las Cortes, publicaba la “Ponencia de estudio sobre las especificidades de las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla y su situación ante la Unión Europea.

Acuerdo de la Comisión Mixta por la que se aprueba”. Este documento, que contó con el respaldo unánime de todos los Grupos, decía textualmente en el Capítulo titulado “Puesta al día del régimen especial”, y “por lo que Concierne a la Unión Europea”, en el punto tres: “La solicitud de integración en la Unión Aduanera, que sea compatible con el REF y no perjudique las actividades económicas actuales en Ceuta y Melilla”.

Pero es que poco tiempo después, en el mes de diciembre, el Pleno de la Asamblea (a propuesta de Caballas) aprobaba, por unanimidad, el siguiente acuerdo: “Uno. Pronunciamiento favorable del Pleno de Asamblea a la integración de Ceuta en la Unión Aduanera Europea. Dos. Instar al Gobierno de la Nación a gestionar esta solicitud, acompañándola de la aprobación de un Plan Específico de Desarrollo para Ceuta y del otorgamiento de un régimen similar al de Región Ultraperiférica en el seno de la UE.

No existía (no puede existir) la menor duda sobre la necesidad (urgente), importancia y trascendencia de que Ceuta, en la actual coyuntura política y económica, se integre en la Unión Aduanera. Es cierto que hay un margen para la discrepancia sobre las condiciones en la que se debe producir. Pero esto siempre es así en todos los acuerdos de la Unión Europea, y no cuestiona en absoluto el fondo del asunto. No sólo hay razones de índole económica que explican que el “territorio franco” en la era de la globalización es un concepto obsoletamente nostálgico y casi ridículo; sino que la dimensión política de esta decisión reportaría a Ceuta confianza, estabilidad, seguridad, protección y proyección.

Es un cambio de coordenadas que supondría el nuevo “punto de partida” de la Ceuta del siglo veintiuno. Puede parecer sorprendente que siendo esto así llevemos más de seis años esperando a que el Gobierno de la Nación haga algún movimiento en esta dirección Y más raro aún que los diferentes responsables políticos locales del PP (cada uno desde una institución o representatividad diferente) hayan opinado de manera sospechosamente descoordinada.

Pero tiene una explicación. Desgraciadamente, todo tiene una explicación. El debate sobre la integración de Ceuta en la Unión Aduanera guarda una exacta similitud con el que se sostuvo sobre la aplicación de la Transitoria Quinta. Todos los ceutíes (sin excepción) sabían que la Transitoria Quinta era el pasaporte de Ceuta para entrar de lleno en la España constitucional (de las autonomías); todos teníamos claro que era la forma de garantizar nuestra españolidad; y a pesar de ello, no pudo ser. Marruecos ganó el pulso. Ceuta perdió. Hoy estamos en idéntica disyuntiva.

La integración en la Unión Aduanera, implica la “normalización” de Ceuta en el seno de la Unión Europea, a partir de la cual es muy difícil negar la implantación de una Aduana Comercial (¿podría Marruecos discutir esto a la UE desde su posición de inferioridad?), y en consecuencia, el reforzamiento internacional de la españolidad de Ceuta. Por ese motivo, Marruecos (y Francia, su aliado preferente) no aceptan, bajo ningún concepto, una decisión política que suponga la consolidación de la soberanía española sobre Ceuta y Melilla (menos aún en un ámbito supranacional).

Para el régimen alauita, lo ideal es que Ceuta sea una “extravagancia”, un “nadie sabe qué” a la espera de un momento idóneo para negociar con España (desde la amistad) un acuerdo de retrocesión (sin prisas, pero sin pausa y siempre en la dirección “correcta”). No se admiten pasos en dirección contraria. Como ya sucedió con el asunto de la Comunidad Autónoma, a los partidos que participan de esta posición política (que definen eufemísticamente diciendo que “Ceuta es una cuestión de Estado”), les corresponde la ingrata tarea de “luchar” contra la opinión y los sentimientos de un pueblo dolido y humillado, procurando desenfocar los hechos hasta hacerlos irreconocibles. Es el único modo de ocultar su traición.

De ahí que hayan comenzado la operación para “embarrar el terrenos de juego”. Se empezarán a mezclar argumentos colaterales y secundarios, de tipo técnico (o mejor dicho, mentiras) que terminen por hacer indescifrable el debate para la inmensa mayoría de la ciudadanía. Ya lo hicieron (con éxito) en el debate autonómico (mezclando el coste de la autonomía, confundiendo competencias con transferencias, o cuestionando la “supresión” del ayuntamiento; todo ello para aparatar del foco de atención lo único importante: la naturaleza jurídica otorgada en el Estatuto). La realidad no ha cambiado. Las mayorías tampoco. La política sobre Ceuta tampoco.

Así que el desenlace de esta cuestión (como bien corroboraría Einstein) se saldará del mismo modo. La integración en la Unión Aduanera es una decisión de un gran valor político y estratégico para Ceuta. Consolida nuestra españolidad, normaliza y estabiliza nuestra situación política, y abre un sinfín de nuevas posibilidades y alternativas para reconstruir nuestro modelo económico de futuro. Precisamente por todas estas razones, es una decisión significativamente contraria a los intereses de Marruecos. Y por tanto, España nunca solicitara la integración de Ceuta (y Melilla) en la Unión Aduanera. Lo peor es tener que oír las cínicas monsergas de los traidores y los patéticos balbuceos de los ingenuos. Humillados y chuleados.

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