Desde su aparición hace aproximadamente 15 años, se ha podido apreciar cómo han ido proliferando de forma exponencial la creación de establecimientos y puntos de venta donde se pueden adquirir todo tipo de cigarrillos electrónicos. Sin embargo, si se le pregunta a qué se debe este éxito generalizado, lo primero que aclara Leopoldo Domínguez, jefe del Servicio de Neumología del Hospital Universitario de Ceuta, es que el calificativo de éxito es lo menos indicado para reflejar la situación actual respecto al auge de los vapeadores.
No tenemos que caer en la gran trampa que nos están tendiendo con el cigarrillo electrónico”
“Es un éxito entre comillas porque para nosotros y para la Sociedad Española de Neumología es un gran fracaso provocado por una publicidad engañosa: se vende como vapeo, que se entiende como vaporización o vapor de agua y es un concepto erróneo. A mí me gusta más el concepto de aerolización, ya que en ese vapor va nicotina, va polietilenglicol, van glicerinas o va formaldehído, que son productos tóxicos para el organismo”, advierte. Según el especialista, el polietilenglicol es una sustancia que está probada para la alimentación, pero se desconocen por completo sus efectos a nivel de inhalación. “Otra de las sustancias que podemos encontrar en el vapeo son metales pesados como el níquel, que si de por sí es tóxico para el organismo en general, lo es mucho más a nivel pulmonar”.
Domínguez va directo al grano y enumera varias de las consecuencias a corto plazo que provoca el uso de los cigarrillos electrónicos. Irritación en los ojos, tos seca, dolores de garganta o cuadros de hiperactividad bronquial son algunas de las que enumera en primer lugar. En caso de ser asmático, la situación se puede complicar con episodios de hiperactividad bronquial o provocar incluso un broncoespasmo de nivel considerable. Sin embargo, lo que más le preocupa son los efectos a largo plazo, desconocidos hasta el momento, y lamenta el retroceso que ha provocado en la lucha contra el tabaco. “Ahora que estamos consiguiendo abrir los ojos frente al gran engaño que suponen las tabacaleras, no hay que caer en la gran trampa que nos están tendiendo con el cigarrillo electrónico. Se trata de un gran caballo de Troya ya que no conocemos los efectos que puede provocar”, advierte.
No sólo desengancha, también crea adicción
Leopoldo Domínguez tiene muy claro los diferentes perfiles de personas que han caído en lo que él considera una gran trampa. Cuenta cómo uno de los principales motivos por los que el vapeo surge es con la intención de desenganchar del tabaco y que, por esta razón, un alto porcentaje son pacientes que quieren dejar de fumar y lo ven como una forma de intentarlo debido a que la reducción de nicotina es manifiesta en los cigarrillos electrónicos. Por otro lado, menciona el porcentaje que no quiere dejar de fumar y que simplemente considera que va a inhalar menos concentración de nicotina. Por último, diferencia el que considera el más preocupante de todos y del que no hay que olvidarse de ningún modo: aquellos que nunca han probado el tabaco. “Es un grupo en el que hay que incidir ya que representa el 5 por ciento y no deja de ser una puerta trasera a la adicción al tabaco. Muchos entran engañados pensando que no es adictivo pero son concentraciones de nicotina que de una forma continuada genera adicción”, alerta mientras añade que está probado que la nicotina produce un efecto tóxico para el organismo humano y que el hecho de que sea una concentración más baja no quiere decir que sea menos malo.
Por lo tanto, afirma rotundamente que sí, que crea adicción, y recuerda que el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo lo deja muy claro: “No es un tratamiento que sustituya al tabaco, ni es una terapia que ayuda a dejar de fumar, ni hay estudios científicos de rigor que avale que es bueno para dejar de fumar”. “Por supuesto, no es aconsejable su uso”, aclara.
Haciendo un breve repaso sobre sus orígenes, el especialista en Neumología explica que estos cigarrillos los ideó un farmacéutico chino con la intención de que las personas dejaran de fumar y desde su creación hasta hoy ha sufrido pocas modificaciones. Se compone fundamentalmente de tres piezas y se centra en un cartucho, donde se pone una sustancia líquida con una serie de productos; una batería y un atomizador.
Cuando se inicia la inspiración, la batería se activa y ésta, de forma electrónica, calienta el atomizador, que produce la ebullición del líquido generando un vapor que el usuario inhala. Estos líquidos llevan menos sustancias tóxicas que un cigarrillo normal, pero sí que lleva sustancias tóxicas para el cuerpo humano como nicotina, polietilenglicol, glicerina o distintos aditivos que le van a dar sabor, olor y color. Domínguez cuenta que incluso hubo una tesis en Japón sobre unos con sabor a cereza que producían cáncer, pero no tuvo continuidad.
Lo más peligroso es que debido a las altas temperaturas que el aparato alcanza puede ir liberando pequeños metales pesados, existiendo estudios que indican que la concentración de níquel es superior a la del propio tabaco. Así, el doctor aprovecha para recordar cómo sólo se han detectado dos casos de neumonía lípida en el mundo y el segundo en España, concretamente en Galicia. El médico cuenta cómo se le diagnosticó a una persona que llevaba siete meses vapeando y que, tras realizarle su respectivo lavado y biopsias pulmonares, se le encontraron macrófagos llenos de glicerina. “No mejoró con antibióticos, mejoró cuando dejó de usar el cigarrillo electrónico”, asegura.
Además, al llevar nicotina puede aumentar una incidencia en la bronquitis crónica. “De hecho, en la Ciudad Autónoma tenemos un protocolo en el que incidimos mucho en los pacientes que quieren dejar de fumar. Estamos convencidos de que los cigarrillos electrónicos de nicotina va a empezar a desenvolver problemas de bronquitis crónica en estos pacientes, aparte de otras situaciones clínicas que pueden suceder debido a la glicerina o el propilenglicol que ignoramos por completo sus consecuencias en caso de inhalación.
El especialista en Neumología cuenta lo difícil que resultó conseguir en la lucha contra el tabaco que en las cajetillas se reflejaran los daños que provoca la nicotina debido a su toxicidad. “La nicotina es nociva para el organismo en cualquiera de sus formas. Evidentemente en forma de parches o chicles su cantidad es menor pero hay que tratar de evitarlos igualmente”, avisa. “El vapeo en cierto modo consigue reducir esa abstinencia, pero si tienes un tipo de adicción difícilmente vas a conseguir dejar ese hábito consumiendo lo mismo. Cambias un modo de adicción por otro más ligero”.
Y es que el simple acto de vapear, independientemente del contenido, puede resultar perjudicial para la salud. “A nivel nacional la sociedad médica española es muy clara en ese sentido. Incluso en aquellas cargas de líquido que no llevan nicotina las consideramos tóxicas, es necesario hacer un estudio a largo plazo. En la actualidad no es una terapia sustitutiva del tabaco y además hay una normativa legislada que impide su uso en sitios públicos”, afirma.
Igual que existe el fumador pasivo y las probadas consecuencias científicas de que también sufren lesiones a la salud, sin duda alguna existe la figura del vapeador pasivo: “El porcentaje de riesgos es menor pero el vapeador pasivo también recibe una determinada carga de tóxicos, afirma. Además, asegura que en el momento que empiecen a verse los efectos adversos a largo plazo del cigarrillo electrónico, la figura del vapeador pasivo ya estará completamente instaurado en la sociedad. De esta forma, pone como ejemplo de vapor sano el que se encontraría en los humidificadores, en los que hoy por hoy se considera exclusivamente agua y, por tanto, vapor real.
En la actualidad ya hay marcas que fomentan que el propio usuario “fabrique” sus propios condimentos o sabores, lo que se convierte en un grave peligro ya que no se tiene la certeza de qué es lo que se está incluyendo. “Tener que usar guantes para llevarlo a cabo ya avisa de su potencial riesgo”, plantea Domínguez.
El especialista en neumología tiene claro que las tabacaleras empiezan a cobrar mucho protagonismo en toda esta problemática: “Las tabacaleras prefieren estar detrás de todo esto que competir”. Philip Morris, por ejemplo, ha sacado el iQOS, que no deja de ser un cigarrillo electrónico que ofrece diversos productos que permiten mantener la adicción de sus clientes. “Les interesa mantener la adicción de sus compradores y muchas patentes han sido adquiridas por las tabacaleras para seguir introduciendo sus productos, que en definitiva es la nicotina”.
Si tienes un tipo de adicción difícilmente vas a conseguir dejar ese hábito consumiendo lo mismo”
Para finalizar, Domínguez destaca que el gran problema es que muchos pacientes resultan engañados pensando que los cigarrillos electrónicos han aparecido en sus vidas para ayudarles a dejar de fumar. “Esa falsa indicación médica les hace entrar en un mundo por la puerta de atrás que favorecerá que sean fumadores activos con todas las consecuencias que conlleva”.
A modo de conclusión, considera que esta situación ha sido un retroceso en todos los sentidos: “Este tipo de hábitos, así como la creación de establecimientos y sitios públicos donde se puede consumir, significan un paso hacia atrás para los que estamos luchando contra la adicción al tabaco. Es una gran contrariedad, ya que se está incitando a regresar a algo que hemos conseguido por fin erradicar como lo es ir a un restaurante o ir a una sala de fiesta sin tener que aguantar a gente fumando”. Sin embargo, él asegura que seguirá advirtiendo a todos sus pacientes de los peligros que radican en esta peligrosa moda.
Al igual que los cigarrillos electrónicos, fumar en cachimba es otra moda que también pone en riesgo la salud de los ciudadanos, en concreto a los más jóvenes. Para Domínguez el engaño reside en que no se trata de vapor de agua. “Es un vapor que lleva una serie de sustancias que pueden llegar a ser tóxicas para el organismo, como níquel o metales pesados que se pueden depositar en los pulmones y se desconoce qué efectos puede tener en el futuro”, explica. Además, añade que en el humo ha habido casos que se ha llegado a detectar presencia de formaldehído, que es cancerígeno y puede potenciar problemas de cáncer incluso en algo tan inocente como cachimbas.
Por esta razón, otra de las preocupaciones que muestra es la facilidad con la que pueden acceder al mundo del vapeo: “Todos pueden entrar en locales donde está permitido y el problema es que, aunque no deja de ser un engaño, ayuda a los jóvenes a socializar y compartir”. Además, añade que a nivel adolescente el peligro potencial es que es una forma de iniciarse en el tabaco y de integrarse en el grupo a nivel social. “Estamos escuchando continuamente sobre el problema de la iniciación de los jóvenes en el alcohol y en el botellón, pero nos estamos olvidando del peligro que conlleva el consumo del vapeo”, advierte.
El especialista destaca que precisamente estudios recientes a jóvenes de entre 15 y 18 años demuestran que muchos de ellos al menos alguna vez en su vida ya han vapeado.
Leopoldo Domínguez recuerda que la normativa al respecto es muy clara desde el 2005: está prohibida su venta a menores de 18 años así como su consumo en hospitales, colegios, áreas de colegios e incluso en transporte público que operen en territorio nacional. Sin embargo, incluso en el gremio se ha generado controversia en cuanto al uso de vapeadores y cigarrillos electrónicos: “Hay un porcentaje muy bajo de compañeros que defienden el vapeo; es un problema ya que tienen que ser ejemplos a seguir y hay que concienciar de que, aunque se trata de algo menos tóxico que el tabaco, sin duda alguna tiene sus riesgos”, manifiesta.
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