En la virtud descubrimos nuestra verdadera identidad, antes escondida en el cieno de la indefinición. En la virtud, un nuevo sol amanece en el interior, y un soplo de aire cálido favorece la salud de la mente.
En el cultivo de la virtud dejaremos poco espacio a los dolores de la mente, al menos, esa es mi enseñanza.
Cuando recibes la noticia de un diagnóstico tan grave como el de esquizofrenia, toda tu esfera espiritual se sume en el vacío, y te conviertes, a duras penas, en un ser doliente. La sensibilidad se congela a esas temperaturas, y ya solo piensas en atesorar unos instantes de paz.
Es imposible el aprecio de la belleza, y en consecuencia, la experiencia vital se deprecia. La negatividad se almacena, y cubre tus ojos hasta llegar la ceguera.
El rol de paciente de los servicios de salud mental se convierte en tu circunstancia social, y tu habitación se convierte en tu hábitat natural. Así pueden pasar años. Así, hasta que un fogonazo de luz me hizo despertar del mal sueño.
Para despertar del círculo infernal de pastilla tras pastilla, tienes que diversificar tus acciones y pensamientos; tienes que enriquecer tu identidad con el mundo de la virtud. Entonces, descubrí la paciencia del calígrafo, quien, tras una vida de páginas entintadas, se encontró con la ilusión del principiante.
Pronto descubrimos que la prudencia es la mejor forma de preservar la libertad (el reino que desafía los límites de la libertad tiene toda probabilidad de acabar encadenado).
La fortaleza nos permite encajar los golpes de la naturaleza, y la justicia nos proyecta hacia un futuro con el signo de la esperanza.
Podemos vivir atados a la presencia de los delirios, o podemos ser personajes de leyenda, héroes en busca de la virtud. No podemos borrar nuestro padecimiento, pero podemos olvidarnos de él, robarle el tiempo.
Para lograr la evolución positiva de la salud mental nuestros sentidos tienen que hacer lectura de una realidad rica en matices. Tenemos que plantar la semilla de la virtud y cuidarla con la actitud de quien dice aprender.
Mientras tanto, puedo recordar el día que perdí la fe. Jamás he presenciado a un joven hablando sobre la virtud. Jamás un espacio en los medios de comunicación (antes bien todo lo contrario).
La búsqueda de la virtud fundó los pilares de la civilización grecolatina. Pero claro, cualquier parecido de estas palabras con la ciencia es pura coincidencia.
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