Quien no haya comido una chuchería que levante la mano. ¿Qué son? ¿Cómo aparecieron en nuestra vida? ¿Qué recuerdos tenemos de ellas y qué hacer cuando las chucherías nos comen a nosotros?
Muchas maneras tenemos de referirnos a ellas en un lenguaje tan goloso como el castellano:
Producto comestible menudo, que principalmente los niños consumen como golosina.
Toda mi vida me he rodeado de estos manjares que van entrando como placeres indescriptibles y se organizan para que el paladar sea una fuente inagotable de sensaciones novedosas.
Sus formas, olores, sabores, diseños.. hacen que se conviertan en el néctar de los dioses o en la manzana de Eva y Adán por la que toda la humanidad estamos en pecado.
Los caramelos ven la luz en la infancia: cumpleaños, santos, cabalgatas de reyes magos, fiestas populares, cucañas, ratoncitos Pérez y bodas gitanas, que en vez de arroz acaramelan el aire. Una amiga de mi hermana a punto estuvo de perder un ojo por un lanzador despiadado. Eso es lo que se llama fuego amigo.
Crecemos y aparece el Chupa Chups, la popular bola de caramelo pinchada en un palito, fue creado por el confitero y empresario catalán Enric Bernat en 1958, y se convirtió en uno de los dulces más famosos y consumidos del siglo XX. Los de fresa se llevaban la palma. Otro descubrimiento fue el pitagol “El caramelo que pita” una de las chuches preferidas de los niños de finales de los setenta y la década de los ochenta.
Pero lo que fue una auténtica revolución fue el kojak. delicioso caramelo con palo relleno de chicle.
Realmente Enric Bernat aprovechó la Serie Kojac (Un detective calvo que siempre tenía el chupa chups en la boca). Más tarde sería Johan Cruyff, uno de los jugadores y entrenadores con más prestigio mundial. Ya lo dijo Mariano Rajoy en una frase mítica: " me gustan los catalanes, hacen cosas" también se cubrió de gloria cuando en sesión parlamentaria manifestó que "no pensaba subir el IVA de las chuches".
También me vienen a la memoria a la salida del cole las manzanas caramelizadas, el vendedor de regaliz y aquellas nubes enormes de azúcar como tela de araña. Las almendras garrapiñadas se compraban los domingos en esos puestos de navidad tan iluminados.
Pipas, kikos, patatas fritas con sabores a pollo, jamón, huevo frito o barbacoa.
Las peladillas eran para situaciones especiales; la asocio a las comuniones. Los palotes, las burbujas del sidral (una especie de arenilla que eclosionaba una vez que entraba en contacto con la saliba).
En verano tocaban helados después de la siesta. Nos ponía en la mano un polo o un enorme helado de cucurucho cuando el tendero o el quiosquero abría aquellos congeladores de apertura superior y horizontal para coger alguno de nuestros polos favoritos: frigodedo, frigopie, calippo, drácula, Apolo, flash ( tate).
Pero lo que realmente me llevó al infierno de la diabetes fueron las golosinas de goma y esas tiendas de Satanás que pululan por todas partes: gominolas en forma de fresa, manzana, pera, melón, sandía, cereza, cocacola, naranja, limón, y todo lo que Dios puso en la tierra. Así, a lo tonto peso 100 kilos y tengo que tomar metformina para el azúcar.
Os cuento que me gustaba ponerme enfermo porque mi padre siempre me traía una caja de pastillas Juanola.
Si decido suicidarme me meteré en unos de estos comercios del maligno y no pararé de comer chuches hasta reventar.
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