Un padre de familia nacido en Chile y que residía en Larache (Marruecos), que tras la independencia del territorio se traslada a Ceuta, donde crea un obrador de pastelería en Hadú. Este es el comienzo de la historia de ‘La Chilena’, este bar-cafetería situado al lado del mercado del barrio.
Junto a su hijo, Antonio Nieto, creó el establecimiento en torno a 1957, poco después de llegar. La hija de Antonio, Elisa Nieto, conoce toda la vida del negocio. “Mi padre tendría entre catorce o dieciséis años cuando vino con mi abuelo y lo montó. Al principio era un obrador de pastelería con cafetería. Y luego vino él y se quedó con el negocio, y todos los días salían miles de pasteles. Este negocio se encargaba de provisionar a casi todos los cuarteles de Ceuta. Además, también venían muchos musulmanes a recoger pasteles para venderlos por las barriadas y en la playa. Pero después cerró el obrador y nos quedamos aquí solo con la cafetería”, explica Elisa que, junto a sus hermanos Mari Ángeles, Antonio y Sergio, forma la tercera generación de la familia que ha pasado por ‘La Chilena’.
Hadú es la barriada de toda la vida de Elisa, al igual que de la cafetería. La única empleada que queda guarda muy buenos recuerdos de su infancia rondando por el local. “Yo me he criado aquí, entonces he estado con esto desde siempre. De pequeña jugábamos por aquí mientras que mi padre trabajaba y pasábamos el día. Recuerdo que eran momentos de mucho trabajo y para mi padre, su vida era esto. Y luego hemos trabajado todos, hasta ahora que estoy yo sola”.
Elisa comenzó con casi veinte años, ayudando a su padre hasta su jubilación. Según comenta, Antonio Nieto tuvo que retirarse con 73 años por problemas de salud, pero no porque no le gustara. “Si fuera por él, hubiera seguido”. Pero como no le quedó otra opción, ella se hizo cargo de todo, así hasta la actualidad.
La gran diferencia entre lo que era antes ‘La Chilena’ y lo que es ahora, es evidente. “Ha cambiado totalmente. El negocio que tenía antes con pasteles y todo se perdió, especialmente cuando llegó la bollería industrial. Esto estaba más enfocado a la pastelería, pero cuando terminó nos quedamos como cafetería y bar, algo que ha hecho que cambie mucho el negocio”, explica Elisa. Y no solo ha cambiado el establecimiento, sino que el barrio también es bastante diferente a lo que era entonces. “La vida de Hadú no es la misma que ahora. Es muy diferente, hay mucha menos vida”, lamenta.
Poco queda de lo que era esta cafetería en sus orígenes. Un ejemplo, la fiel clientela que ha acompañado a este establecimiento durante décadas, y que continúa. Los clientes “de toda la vida”, como los conoce Elisa. Pero ya no es lo mismo. Ella solo trabaja por las mañanas porque es la única empleada que tiene el bar y, aunque pueda parecer complicado, le gusta. “Por ahora estoy bien y contenta. Como me he criado aquí, he estado con esto desde pequeña, estoy acostumbrada al trato con la gente y todo. Y me gusta. Aunque ya no queda rastro de la pastelería que fue el origen del negocio de mi padre”.
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