Se llama José María Rodríguez Ruíz, es profesor de Historia desde toda una vida y ha compaginado la política con la docencia. Hoy, en la sala de profesores, aprovechando los pocos ratos de los que disponemos en el trabajo, charlamos sobre su trayectoria política y sus inicios como diputado de la Asamblea.
Chema, que así lo conoce todo el mundo, en un profesor extraordinario, nunca lo he visto tirar la toalla ante ningún tema. Sus alumnos, sus compañeros, y todos los que trabajamos en el Centro nos sentimos arropados por la corrección y la amabilidad con la que habla.
Es complicado discutir con él pues sus argumentos incitan al diálogo y no a la sentencia firme de una idea. Su ideología política nunca eclipsa cualquier opinión o disparidad de criterios.
Me dice Chema que entró en política por la inquietud de participar, desde sus conocimientos, en asuntos de la “cosa pública’en un momento en que los problemas y las circunstancias de Ceuta no pintaban bien y pensó que podía aportar otra manera de ver las cosas.
Dejó el partido político al que pertenecía ( VOX) cuando comenzó a radicalizarse; no podía seguir perteneciendo a un grupo de la Asamblea que se saltaba cada dos por tres las formas, el tono en los debates parlamentarios que han crispado la legislatura.
Para él la política sirve para aportar, proponer, sugerir, discutir puntos de vista e intentar buscar “la tarea de salvar la polis” que diría el viejo Aristóteles.
Chema y yo aprovechamos cada hueco del horario y damos un repaso a la actualidad; sus análisis sin estridencias, ni fanatismos, están basados en un conocimiento fidedigno: datos, fechas, circunstancias, perspectiva diacrónica y sincrónica; es el caldo de cultivo para tener un referente de la discusión.
Aunque no compartimos ideología, con Chema nunca sientes el alejamiento ni la distancia pues asume las críticas con un talante abierto, analizando los pros y los contras de lo que piensas. Siempre, con la Historia a cuestas, intenta dar señales de lo que pueda suceder: algo de ucronía nunca viene mal.
Chema es tolerante y con él no da reparo hablar de nada, nunca buscará ganar la batalla sino exponer lo que piensa.
Cuando lo vemos trajeado y encorbatado deducimos que hay pleno y que habrá que sustituirlo en sus clases. Los profes de guardia nos terminamos de acostumbrar a sus ausencias plenarias y fruncimos el ceño: falta Chema, habemus pleno.
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