El turismo volcánico ha desbordado La Palma en el último puente festivo, pero también con anterioridad. Cuatro personas de Ceuta, de viaje en la isla recientemente, así lo confirman. La erupción en Cumbre Vieja genera sentimientos encontrados porque, a pesar de la desgracia que acarrea, también supone un espectáculo de la naturaleza que, quienes tienen oportunidad, prefieren contemplar in situ.
Este grupo de ceutíes, ante todo respetuoso con el dolor que el desastre natural está causando a la población, se desplazó hasta esta isla de Canarias para ver cómo ruge el volcán. Un viaje de más de seis horas, solo en desplazamientos y sin contar la espera en cada conexión entre transportes, que comenzó en Manilva (Málaga) y les llevó de Sevilla a Tenerife antes de embarcar a La Palma.
“Aquello impresiona, es alucinante”, describe el paisaje que encontraron a su llegada José López-Pozas Díaz, integrante del grupo. Con un coche de alquiler, realizaron 300 kilómetros que les permitió conocer la ‘isla bonita’, “que desde luego tiene el apodo merecido por sus zonas protegidas, parques…”. Sin embargo, la gran mayoría de accesos estaban cortados al pertenecer al término municipal de los pueblos afectados por el azufre y los gases.
Ser testigo de una erupción supone una experiencia única en la vida y, en el caso de La Palma, la afluencia de visitantes ayuda a sobrevivir económicamente a las empresas dedicadas al turismo. “Haces un gasto en alojamiento, compras camisetas, colgantes de lava, botes con ceniza, pastelería, comidas, cenas, desayunos… Ayudas a reactivar la economía”, explica López-Pozas a su regreso, quien destaca la excelente gastronomía de la isla.
Estos viajeros recuerdan aquellas noches como “espectaculares”. En el último tramo de su estancia, encontraron un mirador desde el que pudieron contemplar cómo la lava caía prácticamente en el mar. A pesar de la congestión turística diurna, todo el mundo se retiraba temprano a sus alojamientos y, sobre las 23:00 horas, las calles quedaban vacías. El enemigo 'invisible' tanto de los palmeros como de los visitantes es la ceniza "Todo el mundo iba con mascarilla, más en pandemia por el coronavirus, y aún así te entraba en los ojos incluso con gafas de protección, en la nariz y hasta en la boca si te bajabas un momento el bozal. Llegabas al hotel a ducharte y tenías ceniza por todo el cuello", comentan estos ceutíes.
Esta 'bella' catástrofe no ha sido la experiencia en la isla que más emocionó al grupo. "Lo más bonito es que te llamen 'caballa' tres o cuatro veces por la calle", reconocen estos 'embajadores' que llevaban mascarillas con la bandera de España y Ceuta. Varias personas, cuyas edades rondaría los 60 años, se acercaron para compartir con ellos que habían hecho el servicio militar en Ceuta, uno en La Legión, y guardaban un grato recuerdo de aquella época. López-Pozas llegó a enseñarles fotos actuales cuando le preguntaron cómo había cambiado la ciudad. "Me dijeron que tienen ganas de volver pero, con independencia de que ahora el viaje de La Palma a Ceuta es complicado, los palmeros tienen ahora otras prioridades". Una reflexión que ayuda a no perder de vista el calvario por el que están pasando y que hace, más necesarias que nunca, las muestras de solidaridad.
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