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Ceutíes en la distancia

Hay miles de ceutíes de nacimiento o adopción repartidos por todo el mundo que son, en su mayoría, los afectados por lo que Francisco Olivencia llama la dolorosa diáspora de los mejores, esa característica de nuestra  ciudad que obliga a muchos de sus habitantes a marchar a otras tierras. Unos  terminaron sus estudios encontrando trabajo fuera, otros por ser destinados a distintos lugares, unos terceros por matrimonio y muchos ya que siguieron a sus padres hasta la Península. Los llamo ceutíes en la distancia e incluyo en este apartado a los soldados que hicieron la mili en Ceuta y que, pasado el tiempo, idealizaron incluso su paso por la ciudad y recuerdan a sus familias el tiempo que nos acompañaron, sirviendo a España en África.
Cuando los ceutíes en la distancia se encuentran entre sí o con los que vivimos en ésta ciudad, se crea enseguida una corriente de simpatía y complicidad que deroga las formalidades e incluso las presentaciones. El hecho de coincidir en el origen, allana un camino que en otras ocasiones puede ser incluso tortuoso. Son militares, algunos ocupando altos cargos, funcionarios que vivieron en Ceuta el primer destino, empresarios de éxito repartidos por toda España, catedráticos o enseñantes, muchos de los cuales llegaron a lo más alto de sus carreras y personas de las más variadas profesiones, incluso residiendo en el extranjero, pero todos con el nombre de Ceuta en el recuerdo.
He tenido varias experiencias de encuentros entre caballas y las conversaciones giraron enseguida alrededor de nombres conocidos, casas que desaparecieron, bares que frecuentaban, calles, plazas, familias, personas. En muchas ocasiones la nostalgia preside el encuentro y el tiempo pasa enseguida entre rememoraciones y recuerdos.

El Instituto
Hispano-Marroquí 
Hasta 1952, este centro de Enseñanza Media que incluía clases preparatorias para el Bachillerato, se encontraba en un  edificio situado en lo que hoy es la calle Cervantes, cubriendo el actual acceso de esta vía a la Plaza de los Reyes. Se llamaba, desde 1931, Instituto Hispano-Marroquí.  Ya no existía espacio suficiente en el mismo para el creciente número de alumnos  y en ese año de 1952 se terminó el  edificio del Instituto Siete Colinas. 
Más tarde, en 1958, Ceuta era una ciudad con escasa vida cultural, el estamento militar se concentraba en sus propios centros sociales y, aparte de alguna asociación concreta, los ciudadanos vivían con pocas posibilidades de acceder a un desarrollo adecuado del espíritu. Ese año se creó la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto Hispano-Marroquí y, gracias al empuje de sus miembros, el panorama cultural fue cambiando de forma significativa. En dicha entidad se integraron personas tan relevantes como Juan Díaz Fernández, Leopoldo Caballero, Luís Calvo Teixeira, Dolores e Isabel Fusté, Elena Esparza, Mery Coriat o los mismos Manuel Ramírez o Francisco Olivencia.
En dicha época y posteriormente, coincidieron en Ceuta personajes que serían claves,  José Fradejas Lebrero, Carlos Posac, Manuel Alonso Alcalde, Manuel Gordillo, Juan Reyes y muchos otros que apoyaron la iniciativa. Así, enseguida comenzaron a organizarse obras de  teatro, cine-clubs con películas controvertidas para la época, certámenes literarios con destacadas participaciones, conciertos de piano en los que destacó el llamado gran Matute, conferencias de afamadas personalidades como José María Pemán o José María Stampa, recitales poéticos, tertulias sobre temas de actualidad, cursos de verano con presencia de destacadísimas figuras de prestigio internacional, la revista Hacer que fue el órgano de expresión del movimiento y todo junto a diversiones como guateques, baloncesto y otros eventos.

La Casa de Ceuta en Madrid
Fue esta entidad la que acogió la celebración y, tras la misa en la parroquia de San Basilio el Grande ofrecida por el profesor Fradejas y los demás profesores y exalumnos del Instituto fallecidos, los asistentes pudieron reunirse en el local social, en ese trozo de Ceuta en la capital de España, para recordar tiempos pasados y hacer proyectos para el futuro.
Allí estaban, entre otros, el presidente de la Casa Antonio Navarro, su esposa e hijo; Paloma Rueda Vda, de Fradejas con sus hijos Olga , Profesora Titular de Derecho Mercantil de la Universidad Complutense, y  José María, Catedrático de Filología Románica de la  Universidad de Valladolid; Carlos Posac, su esposa Dolores Jiménez y su hija Mariló Posac; José Ignacio Guerrero,  Juan Martinez Garchitorena, Agustín Esteban Espiau, Pilar Baleriola, Guillermo Navarro,  Fernando Becerra, María José Iñiguez, Mery Coriat, así como las que fueron Profesoras del Instituto de Ceuta,  Carmen Caminero,  María del Carmen Mosquera, Vda. de Leria y Josefina Ibeas .
En la presidencia del acto ocupaban asientos los profesores Posac Mon y Ramírez Jiménez, junto al mencionado Presidente de la Casa de Ceuta en Madrid.
El que fue presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto Hispano-marroquí Francisco Olivencia que no pudo desplazarse por razones de salud, envío un  sentido escrito que el profesor Ramírez  leyó a los asistentes. En la carta, el citado Francisco Olivencia decía entre otras cosas que “ha pasado ya más de medio siglo desde que vivimos el nacimiento de aquella Asociación, así como sus primeros años de andadura. Visto desde esta distancia, parece imposible de que con los escasos medios de que disponíamos llegase a alcanzar la altura cultural que consiguió”.
En el tiempo que estuvimos en la Casa de Ceuta o en el almuerzo que tuvo lugar a continuación en un hotel, los ceutíes en la distancia pudieron comentar ampliamente sus vivencias, desde el cambio que ha sufrido la ciudad, donde desaparecieron o fueron modificados  sitios tan entrañables como el Paseo de las Palmeras, el jardín de San Sebastián, la Plaza de los  Reyes, la glorieta del Teniente Reinoso u otros, hasta el cambio experimentado por la zona norte de Marruecos, de la que provenían algunos. Incluso se comentó ampliamente las dificultades que atraviesan las Casas de Ceuta en distintas ciudades y en Madrid particularmente ya que, en vez de propiciar su adaptación a las nuevas necesidades de la vida moderna para integrar a la juventud, se les reduce continuamente el presupuesto, con lo que alguna podría desaparecer incluso.
Cuando todos nos despedíamos después de haber pasado una jornada inolvidable, me reiteré en la opinión de que nuestra ciudad está perdiendo una ocasión de oro para censar a todos los ceutíes en la distancia,  manteniéndolos informados de las vicisitudes por las que pasa Ceuta y para unirlos más si cabe a su presente y futuro. Porque además, esa tela de araña de personas vinculadas que cubrirían sin duda un amplio espacio geográfico, puede ser necesaria en cualquier momento con su opinión, su voto y su influencia.

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