Ceuta y su fidelidad a Castilla

Tras la muerte de Don Enrique Rey de Portugal el 30 de enero de 1580 sin dejar sucesión, los derechos de la corona recaen en los hijos del Rey Don Manuel, que fueron; Don Duarte, que murió antes de reinar; Doña Beatriz, que contrajo matrimonio con el Duque de Saboya, y Doña Isabel, que fue esposa de Carlos I y madre de FelipeII.
    

Don Antonio Prior de Ocrato, hijo bastardo del infante Don Luis de Portugal, se hace aclamar como Rey el 20 de junio de 1580 sin esperar la decisión del consejo regente, pero su gobierno solo durará treinta días. Felipe II para asegurarse el trono, encarga al Duque de Alba el mando del ejército español, que derrota a los portugueses fieles a Antonio en la batalla de Alcántara. Tras la toma de Lisboa y Oporto, Antonio se refugia en la isla  Terceira en las Azores, y desde allí intenta gobernar el país. Como Rey solo es reconocido en las , hasta 1583 que es derrotado de nuevo en la batalla de la Isla Terceira y se exilia en Francia, tradicional enemigo de la Casa de Austria.
 Portugal poseía en el Norte de África cuatro plazas; Ceuta, Arcila, Tánger y Mazagán. Las dos primeras optaron rápidamente por ser fieles al rey español, al contrario de Tánger y Mazagán que eligieron seguir vinculadas al Prior de Ocrato, hasta el asentamiento definitivo de Felipe II.
 La decisión de elegir de las dos plazas,  a pertenecer bajo la administración española, viene dada, por la dejadez mostrada por el gobierno portugués de abastecer de alimentos y pertrechos a ambas ciudades. Los ceutíes de la época valorarían las diferencias que existían de recibir los abastos del puerto más cercano portugués, o hacerlo desde Algeciras o Tarifa. Con demasiada frecuencia los vecinos de Ceuta habían padecido graves crisis por la escasez de los elementos más imprescindibles para subsistir. Unas veces los temporales, otras los cercos por tierra o mar y las más, por desidia de la administración portuguesa.
Todos los hechos históricos que acabamos de recordar, me lleva a la conclusión de; “no hay que esperar a la “Guerra de Restauración” que el 1 de diciembre de 1640, rompe la unión ibérica, donde el Duque de Braganza es aclamado por nobles lusitanos como Rey de Potugal con el título de Juan IV”, para declarar; que nuestra ciudad es fiel a la corona de Castilla. Ya dejó por sentada esta fidelidad sesenta años antes, aunque no fue reconocida oficialmente hasta el Tratado de Lisboa firmado por España y Portugal en 1668, con la intermediación de Inglaterra -por qué será, que no me extraña que estuvieran de por medio los “hijos de la Gran Bretaña- donde los portugueses  reconocen la soberanía española sobre la antigua península Tingitana, y España la independencia de Portugal.
 En “Ceuta Hispano-portuguesa” de mi admirado Alberto Baeza, nos viene a decir que; “Sin duda lo que más contribuyó a la fidelidad fue la actuación de las autoridades madrileñas, que dispensaron  distintas mercedes a la ciudad e intentaron en todo momento congraciarse con ella, nombrándola primeramente muy noble y muy leal ciudad en 1641, además de establecer numerosos indultos y compensaciones”. Probablemente Ceuta será la única ciudad española o bajo el dominio español de la época, que deba agradecerle algo a nuestro señor de entonces: Felipe IV. Hago hincapié al poner la I delante de la V, para no llevar al lector a confusiones.
Otra de las necesidades de la ciudad era sin duda los refuerzos de tropas para fortalecer sus  defensas. En el artículo anterior titulado “CEUTA, ESCUELA DE GUERREROS” -editado en este medio el pasado domingo día 20 de septiembre- hacemos referencia de la práctica de entonces de enviar a la plaza, compañías de noveles, al objeto de que se curtieran en el arte de las armas y una vez adquirida la suficiente práctica, reemplazarla por otra tanda de reclutas. A veces por escasez de soldados o faltas en estos de la suficiente experiencia y ante la sospecha o temor de un ataque musulmán, inglés o portugués, era necesario pedir refuerzos, que escasamente eran atendidos, dados el gran número de frentes que por entonces el Rey Felipe IV mantenía en diferentes lugares de Europa.
     Felipe IV llevó al reino hispano desde el apogeo de una monarquía hasta el más absoluto descrédito de la misma. Durante este reinado se sucedieron numerosos motines populares, todos derivados de la pobreza y el hambre del pueblo, tanto en Europa como en España. Guerras con los Países Bajos, con Francia e Inglaterra. Levantamiento en Nápoles. Rebelión en Cataluña con la sublevación popular del día del Corpus Cristi, que aprovecha Francia para conquistar definitivamente las provincias catalanas del Rosellón y la Cerdaña.  Pérdida de Portugal... En definitiva pone fin a la hegemonía española en Europa. Su desidia hacia los problemas de estado -como hizo su padre Felipe III-  lo llevó a depositar toda su confianza en el valido Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares y maestro de la corrupción. La pobreza y el hambre llegó a tales niveles que incluso la región más española y “pasota” del territorio patrio; Andalucía, siguiendo el ejemplo de Cataluña y Portugal, conspira contra el Reino de Castilla en un intento de secesión  o independencia. Menos mal, que a Ceuta -para orgullo de todos nosotros- nos concedió el  título de “MUY NOBLE Y MUY LEAL CIUDAD”. ¿Sería de lo poco positivo que haría en su vida?.
Para finalizar, bien merece la pena recordar el soneto que Francisco de Quevedo dedicó al conde-duque de Olivares. Poema que refleja una España sumergida en el caos por su nefasta política.
“Subí, privé, mas miento, que el privado
es hoy el rey de cuanto estuvo unido,
pues dos reinos, cien plazas he perdido
y un tío y dos hermanos le he quitado.
La plata de ambas Indias le he agotado
y ejércitos enteros consumido,
la sangre de inocentes he vertido
y la magia infernal he consultado.”