A lo largo de la historia se ha intentado en numerosas ocasiones relacionar a Ceuta con Gibraltar. Ya el General Primo de Rivera propuso el cambio de una ciudad por otra como forma de terminar el contencioso con Gran Bretaña. Su disparatada idea le supuso la destitución fulminante como gobernador militar de Cádiz primero y como capitán general de Madrid más tarde. Marruecos, dentro de su estrategia reivindicativa, considera los casos de Ceuta, Melilla y Gibraltar, similares. Y, con ignorancia de la historia y de las circunstancias, muchos intelectuales extranjeros e incluso españoles han establecido relaciones entre ambos casos.
La verdad es bien distinta, sobre todo en cuanto a los hechos. España ha cambiado radicalmente su política hacia la Roca, pasando de una dureza excesiva a una posición angelical, que ha conseguido hacer más fuerte el espíritu británico de los gibraltareños, enriqueciéndolos de paso a costa del bienestar y la dignidad de las regiones vecinas.
En la época del general Franco, se cuenta que el ministro español de la Gobernación llamó al embajador británico en Madrid para ofrecerle el envío de fuerzas de orden público para disolver a los miles de jóvenes estudiantes que gritaban ante la representación diplomática. El citado embajador, haciendo gala de la flema británica, contestó que prefería que el ministro español no le mandara más manifestantes. Se refería a la campaña que el Régimen llevaba a cabo en las Universidades para que al grito de “Gibraltar español” los estudiantes cambiaran las clases por la algarada ante el representante de Su Graciosa Majestad. Naturalmente, los universitarios acogíamos con entusiasmo la invitación, primero porque era divertido y después porque resultaba indignante que España limitara al sur con “la vergüenza de Gibraltar”, como decían los textos oficiales al uso.
De esta estrategia, burda e ineficaz, se pasó al cierre de la Verja y al Polo de desarrollo del Campo de Gibraltar que intentó dotar a esa zona de un extraordinaria inversión industrial para compensar las pérdidas de riqueza que se producirían. Las medidas fracasaron de nuevo porque una de ellas consiguió separar familias y, por tanto, perder la batalla humanitaria en los medios de comunicación, y la otra generó una serie de empresas fantasmas y algunas solo acudían a beneficiarse de las ayudas y no crearon la riqueza que se pretendía.
El siguiente movimiento de ficha del Gobierno español, consistió en suprimir radicalmente la Verja y abrir el paso en uno y otro sentido por una magnífica aduana perfectamente informatizada que se construyó. El resultado fue fulminante y contrario nuevamente a lo que se pretendía: Gibraltar se ha modernizado cuando estaba prácticamente detenida en el tiempo, sus habitantes que se encontraban encerrados en la Roca descansan en Sotogrande o la costa, los bancos se multiplicaron utilizando su estatuto de libertad, las sociedades off shore florecen en los bufetes comprando propiedades en España, las planeadoras hacen viajes charter de un lado a otro del Estrecho, produciendo incluso enfrentamientos entre españoles y sus fuerzas de seguridad, el puerto, antes vacío, ha pasado a dominar un tercio de todo el tráfico del Estrecho, las gasolineras venden gran parte del combustible de los automóviles del Campo de Gibraltar, suministradas por empresas españolas y, en general, los llanitos son cada vez más ricos y, por tanto, menos propensos a convertirse en españoles. La zona circundante es cada vez más pobre y dependiente del Peñón.
Algo sigue fallando en la estrategia española al respecto. Cada movimiento denota más debilidad. Uno fue suprimir la exigencia de pasaporte a los viajeros que atravesaran la línea fronteriza con lo que se disparó el numero de visitantes. Nuestra energía se limita a notas de protesta y hacer esperar unas horas más a los que intentan pasar de un lado a otro.
Sin embargo, esta permisividad enfermiza contrasta con la actitud del Gobierno español respecto a Ceuta. Mientras que en Gibraltar se tolera a nuestros pesqueros aprovisionarse libremente de mercancías, en Ceuta se les ponen tantas pegas que han desaparecido de la ciudad. Cuando a nuestro puerto se le obliga a mantener las tarifas portuarias de toda España sin tener en cuenta la competencia de la Roca, allí se sigue una política flexible que, combinando aprovisionamiento libre-precio del combustible, ha conseguido eliminar a Ceuta del negocio del bunker, arruinando a su puerto. Mientras que Gibraltar vive en gran parte de su sistema bancario y mercantil especial, Ceuta declina lentamente con un régimen económico-fiscal de hace 40 años que sólo ha sido retocado para ir a peor. Cuando en Gibraltar impera una política clara respecto al hinterland y a España, en Ceuta los diferentes Gobiernos han venido manteniendo una política de aplazamientos y excusas plagada de indecisiones.
Parece que ha llegado el momento de actuar con criterios empresariales, ante una realidad profundamente mercantil como es Gibraltar. Con su puerto podemos competir a través de Algeciras y Ceuta, dotando a ambas instalaciones de las armas adecuadas. Su sistema bancario y mercantil puede ser contrastado con un estatuto similar en Ceuta, ya propuesto infinidad de veces en esta misma tribuna. El turismo que ahora abarrota Main Street puede venir en parte a nuestra ciudad, si se liberalizan las líneas marítimas del Estrecho. Y en el asunto de las planeadoras, de las que también se ve afectada Ceuta, debe aplicarse un principio de reciprocidad y comprobar si los guardacostas británicos actúan con simples pasadas de cortesía cuando un barco extranjero viola sus aguas territoriales cargado de contrabando o droga.
No cabe duda de que los casos de Ceuta y Gibraltar son completamente distintos, a pesar de lo que diga la diplomacia marroquí o propusiera el general Primo de Rivera. Pero España dispone de magníficas armas para combatir el desarrollo parasitario de Gibraltar con un régimen económico y fiscal para Ceuta basado en la seriedad y la solvencia, respetuoso, además, con el derecho comunitario.
Este artículo se publicó en El Faro de Ceuta en su número del 12 de junio de 1996, hace diecisiete años
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