Desde muy joven, concretamente cuando tenía dieciséis años, ya tenía claro que pretendía enfocar su vida profesional hacia este terreno. Se formó en Granada y en Tenerife, participó en múltiples estudios de investigación, viajó becado por muchos países y finalmente llegó a nuestra ciudad en los principios del año 2000.
Primero fundó la asociación ecologista Septem Nostra con su compañero José Manuel Pérez Rivera y, poco a poco, fue haciendo llegar a la sociedad la importancia de valorar el medio ambiente, sobre todo los fondos marinos, por su excepcionalidad.
Con el paso de los años y desde su cargo ahora como director del Museo del Mar, este ceutí pretende devolver a la sociedad mediante sus proyectos, investigaciones y consejos una parte de lo que se ha invertido en su formación. Reconoce que hay mucho camino por andar en este campo pero su apuesta es clara: la lucha por el medio ambiente.
–¿Por qué biólogo marino?
–Porque nací aquí y me crié en el Club Natación Caballa, es decir, siempre he tenido el mar muy presente y era una llamada irresistible desde mis primeros escarceos con las gafas y el tubo de bucear en la playa.
–¿Cómo se produce el definitivo “flechazo”?
–Principalmente en la playa de la Ribera, la cual solía frecuentar mucho, aunque también otras zonas porque aquí estamos impregnados de mar y me sentía muy atraído.
–¿Y cuándo decides convertir esta pasión en una profesión?
–Cuando tenía dieciséis años ya lo tenía claro porque ha sido algo muy vocacional y por este motivo continúo en la brecha.
–¿Cómo fue la carrera?
–Estuve tres años en Granada y luego dos de la especialidad en Tenerife, concretamente en la Universidad de La Laguna, que era el único sitio donde se podía realizar esta carrera.
–¿Resultó la enseñanza como esperabas?
–La primera parte en Granada fue un poco pesada porque era demasiado teórica, motivo por el cual tuve que esperar a empezar la especialidad para desarrollarme en los aspectos prácticos. Al estudiar en una universidad pequeña y con muy pocos alumnos fue cuando verdaderamente tuve mi reencuentro con una carrera que pienso está mal planteada, como otras muchas.
–¿Qué es lo que cambió la Universidad de La Laguna?
–Las clases prácticas que eran muy buenas y donde conocí al profesor Bacallado, que fue mi primer mentor en el departamento de Ciencias Marinas, donde me incorporó como alumno-interno. Precisamente, ahora estamos colaborando en una obra de divulgación científica de naturaleza del norte de África.
–¿Es el desarrollo de la especialidad lo que te vuelve a incentivar?
–La verdad es que descubrí un mundo apasionante como la biología marina, es decir, el mar con mayúsculas porque al estar como interno participaba de diversas investigaciones que se realizaban y empezaba a respirar mar por todos los sitios.
–¿Qué haces después?
–Me incorporé a las becas de proyectos de investigación y empecé con mi doctorado. Me propusieron una tesis doctoral en La Laguna y comencé a compaginar las investigaciones de doctorado sobre corales de Canarias con diferentes becas de investigación aplicada. Empecé a trabajar estudiando corales a nivel de especies, distribución o ecología general como un naturalista marino y, por otro lado, al estar becado trabajaba en asuntos como arrecifes artificiales con aplicaciones técnico-científicas concretas.
–¿Qué te permiten estas becas?
–Me dio la posibilidad de impulsar salidas al extranjero a muchos países, principalmente a una de las mecas de los estudios de corales como es la universidad holandesa de Leiden. Allí conocí a mi otro gran mentor que es mi maestro de corales Jacobus Cornelius Den Hartog, quien me enseñó casi todo lo que sé de los corales. El contacto con él fue muy importante y facilitó mi gran viaje de tres meses alrededor de Nueva Zelanda para estudiar los corales.
–¿Qué pasa al terminar las becas?
–Finalicé mi doctorado y acabó un camino ilusionante porque viajaba mucho y trabajaba en lo que me gustaba. Sin embargo, no había una posición de profesor en la universidad y toda la formación dejaba de servir porque desde el punto de vista profesional no había salidas. Yo necesitaba seguir creciendo como profesional y darle estabilidad a mi vida.
–¿Cómo resuelves este nuevo dilema que te plantea la vida?
–Tenía muchas ganas de hacer biología marina en Ceuta pero también tenía otra carrera, por lo que me preparé unas oposiciones de Educación Física para dar clases, al mismo tiempo que pensé en crear algún tipo de institución que pudiera impulsar los estudios de biología marina.
–¿Significa esto que vuelves a Ceuta?
–Sí, hace un poco más de una década que regresé para dar clases de Educación Física ya que adoro la actividad física y deportiva aunque exista muy poca cultura de educación física en este país. Superé muchas dificultades y sigo haciéndolo pero estoy muy contento de haberlo superado y seguir trabajando.
–¿Qué supone Ceuta desde el punto de vista marino?
–Es una bomba a nivel marino, un lugar privilegiado en el entorno mediterráneo, conocido y reconocido por los expertos debido a unas comunidades biológicas que se desarrollan en los fondos que son excepcionales. También destaca la concentración de biodiversidad y la calidad y salubridad de los ambientes de los fondos en comparación con otros lugares.
–¿Cómo nace la asociación Septem Nostra?
–Fue algo clave. Había una necesidad en esta ciudad de avanzar en las cuestiones ambientales porque estaban abandonadas. Empezamos con un modesto proyecto con José Manuel Pérez porque antes los delfines, las ballenas y las tortugas se tiraban al vertedero y ahora vamos camino de abrir un museo, gracias en parte al camino iniciado por Septem Nostra. Por ello quiero destacar que en ciertos aspectos somos únicos en España como en el caso del pudridero, por lo que esta asociación es necesaria y se ha hecho con un lugar propio y reconocido por una parte de la ciudadanía.
–¿Es complicado cambiar la mentalidad de las personas en relación con el cuidado del medio ambiente?
–Es muy difícil porque estamos en una ciudad bella de paisajes y con importantes recursos naturales como el marino que es espectacular pero por otro lado nos encontramos con una población acostumbrada a no valorar el medio ambiente ni los recursos energéticos o hídricos, es decir, estamos en una sociedad fuertemente subvencionada donde es complicado crear una mentalidad ambiental.
–¿Qué se puede hacer entonces?
–Seguir insistiendo porque cuando los problemas saltan es cuando empiezas a preocuparte. Desde el principio sabíamos que no iba a ser una lucha fácil y nosotros hemos iniciado un camino que deberán continuar otros. Hemos apostado por la corresponsabilidad con las Administraciones en las críticas constructivas, en la exigencia de cumplimientos y atendiendo a los tipos de evolución en las mentalidades.
–¿Qué permiten los estudios, informes y publicaciones que se editan por vuestra parte?
–Es importante porque hemos realizado muchos informes, libros, proyectos o editado revistas que generan una información útil. Somos críticos constructivos, con nuestros errores y limitaciones, pero hay una asignatura pendiente que es conseguir un mayor tejido social que nos acompañe en este duro camino hacia la sostenibilidad.
–¿Qué ha supuesto la puesta en marcha del Museo del Mar?
–Estamos en pleno apogeo del desarrollo de la apertura, son muchos meses de conversaciones y sólo necesitamos unos fondos económicos para preparar las salas y poder abrir. El Museo está vivo pero falta proyectarlo porque para rentabilizarlo socialmente hay que abrirlo.
–¿Qué hace falta para ello?
–El Gobierno de la Ciudad debe poner los mínimos fondos para la apertura al público. No se puede tener en Ceuta un museo así cerrado porque debe ser una prioridad cultural.
–¿Alguna reflexión final?
–Sólo decir que me siento obligado moralmente a hacer lo que hago porque creo que con mis actuaciones trato de dar a la sociedad una parte significativa de lo que han invertido en mí. Me siento muy a gusto haciendo lo que hago.
Fue portero de waterpolo
FICHA. Óscar Ocaña Vicente (Ceuta) es biólogo marino desde que con dieciséis años optó por estudiar esta carrera, primero durante tres años en la Universidad de Granada y posteriormente otros dos más de especialidad en Tenerife, concretamente en la Universidad de La Laguna.
Desde el año 2007 ostenta el cargo de director del Museo del Mar, ubicado en el muelle de España, pero previamente había sido uno de los fundadores de la asociación ecologista Septem Nostra, de la que actualmente ocupa el puesto de vicepresidente.
Miembro del Instituto de Estudios Ceutíes, es un aficionado a los deportes, sobre todo la natación, el submarinismo y el waterpolo, modalidad esta última donde jugó como federado en las filas del Club Natación Caballa, llegando a militar en Primera División.
Le apasiona el senderismo, navegar, la lectura y los viajes.