Es el acto que anuncia la llegada de la Pasión, aunque bien puede definirse como el de la más profunda Semana Santa. La de las devociones, las penitencias, las súplicas, el silencio, las lágrimas de emoción y aplausos interminables. De respeto, amor y tradición. Ingredientes todos ellos que cada año se cuecen en uno de los acontecimientos más seguidos y arraigados en la ciudad, el del traslado de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado (Medinaceli) y María Santísima de Los Dolores.
El traslado más fervoroso y multitudinario que ni la climatología ni el éxodo vacacional logran eclipsar, y que deja cada año impactantes imágenes como las que se pudieron vivir la tarde de este sábado. La iglesia de San Ildefonso era ya, una hora antes de la prevista para la salida, un hervidero de fieles que encabezaban la primera procesión hacia su interior para postrarse ante las imágenes antes de que encabezasen su salida y, a la vez, poder resguardarse del calor infernal del exterior más propio de un inicio veraniego.
La humedad del interior tampoco era de gran ayuda y, así, muchos recurrían a los métodos tradicionales de búsqueda de algún resquicio de sombra o abanicarse como mejor se pudiese. Sin embargo, una vez pasaban las 18.40 horas y se vetó la entrada al templo todos los presentes se pusieron en posición, la deseada salida llegaba y ya poco importaba el calor. Conseguir la mejor posición para ver al Medinaceli era el objetivo durante unos instantes en los que las inmediaciones de la parroquia habían quedado atestadas. La comitiva y penitentes abrían aquellas puertas para que minutos más tarde llegase el deseado momento.
Él, el Señor, su Señor, un año más, les era fiel, volvía a estar con ellos, y el pueblo respondió. Lejos de grandilocuencias y ostentosidades los aplausos lo decían todo. Sonidos que fueron ahogados por el silencio que de repente invadió a la zona. Un sonido llegaba desde el interior de la parroquia y todos querían escuchar esos primeros sones de amor en honor al Medinaceli. Era la primera de las saetas que se llevaría por el camino el Señor de Ceuta que, seguido por María Santísima de Los Dolores, atravesó, quizá, una de las barriadas donde menos profesos cristianos pueden residir. Pero, aún así, sus habitantes, los del Príncipe, tampoco se resistieron a abrazarlo, al menos a contemplarlo. Postrados en sus calles esperando, asomados por las ventanas o en balcones a su paso. Solos, en parejas o en grupos. Mayores y jóvenes que sacaban sus teléfonos para captar el instante.
A su salida del barrio la comitiva ciudadana bien se podía haber duplicado o triplicado. Desde bebés hasta mayores y entre todos ellos, promesas. Ojos tapados, pies descalzos e, incluso, encadenados, pidiéndole a su Señor por la salud, el trabajo o, incluso, aprobar un examen. Como cada año esta marabunta ciudadana se hace bien perceptible en las inmediaciones del Quemadero. Los gráficos preparados para captar la instantánea y comienzan las apuestas ¿Hay más este año? ¿Cuatrocientas, quinientas, mil? Sea la cifra que fuese, diez arriba o diez abajo, lo que se volvió a poner de manifiesto es el incondicional amor de los ceutíes hacia una de las imágenes más queridas y arraigadas del sentimiento caballa y que, cada sábado previo al Domingo de Ramos, le son fieles, independientemente de las circunstancias o imprevistos que se presenten.
Prosiguió este silencioso traslado hacia su casa de Hermandad dejando, como muchos esperaban, otra de las estampas más típicas y esperadas por los objetivos: su paso por Sidi Embarek. Se introducía así la procesión en Los Rosales donde, por segundo año consecutivo, no se producía la liberación del preso.
El barrio de Hadú, hasta donde se hizo esperar tras sufrir una ralentización, se volcó en un abrazo que le impulsó hasta su llegada, aproximadamente una hora más tarde, a las inmediaciones de la Avenida España.
El Lunes Santo, realizará desde allí su estación de penitencia, estando prevista su salida a las 20.00 horas. Media hora antes se producirá la liberación del preso, que por primera vez se realizará en la Casa de Hermandad. Nuevamente se volverá a dejar sentir entre sus fieles, entre los que le quieren, entre un pueblo caballa que no falta a su cita.
Los católicos con su Señor. En ceuta viven hindúes judíos musulmanes y chinos y con todo el respeto no es nuestro señor.
Vaya título, con todos mis respetos pero será los cristianos con su Señor. Hay varias religiones en Ceuta no es señor de todos.