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Ceuta patria querida: "Cuando me fui en el 79 tras la mili se me cayeron las lágrimas"

Cuando Manuel Francisco Fernández Suárez pisó Ceuta por primera vez solo podía imaginar que al otro lado del Estrecho le esperarían “palmeras y arena”. Ni por asomo habría esperado que el día que volviese a su amada “tierrina”, a su Asturias del alma, lloraría en el barco; mucho menos que convertiría esta pequeña porción del norte de África en su segundo hogar y refugio personal. Un paraíso de “desconexión total” al que peregrina casi religiosamente una media de dos veces al año desde hace ya un lustro para disfrutar de la vida castrense y las playas ceutíes en compañía de sus “mandos favoritos”. Era 1978 y ‘el asturiano’ llegaba a la ciudad autónoma para hacer el servicio militar en el Regimiento de la SRT, la Sección Regional de Transmisiones, como empalmados celador. Entonces “no sabía nada de Ceuta”. Había llegado a bordo del ferry ‘La Paloma’ y de aquella la ciudad se le antojaba “una cosa gris y sucia, eran todo persianas cerradas”, nada que ver con la ciudad alegre que hoy en día le transmite tanta paz. Le sorprendió, confiesa, encontrar eucaliptos y un paisaje verde que se le asemejaba al que veía desde su casa, en la bonita y tranquila localidad costera de Salinas. Tuvieron que pasar cuatro décadas para que volviera y comprobase el enorme cambio de la urbe que, pese a todo, guardaba con gran cariño en su corazón.  “Cuando me fui en 1979 se me cayeron las lágrimas, no lo habría pensado, pero sabía que habría gente a la que dejaba después de haber pasado tanto tiempo juntos en el servicio y que no volvería a ver más en la vida”, cuenta. Se equivocaba.

"Algo que no hace nadie"

Costó un año de planificación, pero en 2019 logró convencer a algunos de sus excompañeros de la mili -con los que ya se venía reuniendo en Madrid- para trasladar su encuentro anual a Ceuta. “Yo lo propuse, dije ‘tenemos que ir a Ceuta’, y me dijeron que si quería hacerlo tendría que organizarlo yo, que tenía más tiempo en el trabajo”, recuerda sobre todos los trámites de los que se tuvo que hacer cargo. Con él colaboraron entre otros Francisco Valero, del Regimiento, fallecido hace un año. Además, “el Cabo Primero Montalvo, tenía contacto con el Teniente Antonio Molina”, quien fuera su Capitán durante la instrucción. A partir de ahí comenzaron a moverse para contactar con el resto de mandos y hacer posible el a priori improbable reencuentro. La bienvenida no pudo ser más calurosa: “Íbamos a comer al Casinillo de la Legión y me hicieron pasar delante, cuando bajé las escaleras empezó todo el mundo a aplaudir, ¡pensé que era una boda! Me dicen que es por mí, me preguntaba qué había hecho yo para merecerlo, entonces me dijeron que haber juntado a una decena de personas de toda España para la reunión de aquel 226 aniversario no lo hacía nadie”.  Las atenciones no cesaron. “Nos acogieron estupendamente tanto los Ingenieros como la Hermandad de Veteranos, fue fenomenal, estuvimos con Julio, Lucas, José María… infinidad de mandos, la experiencia fue completa”.

Deporte, playa y tertulia para pasarlo divinamente

Desde entonces ‘el asturiano’, ya jubilado y sin cargas familiares, no ha dejado de volver para sentirse “como en casa”. Acude para el aniversario del cuerpo, pero también por San Fernando, el 30 de mayo, y lo pasa “divino”.  En la ciudad ha tramado nuevas amistades y a diario llena su agenda. Admite que viajar de norte a norte “es un dineral”, pero merece la pena. Le “encantan las playas que tiene Ceuta” y “hacer deporte cada día”, por lo que ya se ha creado una rutina en la que va corriendo al Tarajal y se baña en la Ribera a la vuelta. “Luego voy con mis mandos favoritos a tomar algo y estamos de tertulia”, explica risueño sobre sus días en territorio caballa. Recuerdos y anécdotas surgen en esos vermús en los que recuerdan cómo se “escaqueaban” de algunos trabajos o las novatadas, cuentan historias de ayer y de hoy y … e incluso se desliza el nombre de algunos compañeros que ya no están entre ellos, como ‘Linchú’, al que perdieron hace tan solo diez días.  Ahora que no es él quien tiene que formar bajo el sol disfruta especialmente del los eventos castrenses mientras empatiza con los militares. “Los veo ahí y pienso que qué mal lo tienen que estar pasando”, comenta con humor pensando en la parada militar del CCXXI Aniversario de la Creación del Regimiento Real de Zapadores Minadores, último evento al que ha podido asistir. “Tengo un recuerdo muy bueno y tengo que agradecer al teniente coronel del Regimiento Fernando Linares por su invitación al acto y a la Ciudad por lo acogedora que ha sido”, explica sobre su última experiencia mientras apura sus últimos días.  Le preguntan si tiene “algo por ahí”, pero se ríe y asegura que no tiene “nada”, pero viene “a pasarlo bien”. Fernández no necesita más, Ceuta se lo da todo. 

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