Opinión

Ceuta necesita la visita de los Reyes de España

Creo que Ceuta y los ceutíes están ya muy necesitados de que los actuales Reyes de España, Felipe VI y Leticia, les visiten. Con ello, los monarcas españoles no harían sino cumplir y hacerles la justicia que Ceuta y los ceutíes se merecen. Y ello, por las siguientes razones:

Los reyes españoles han visitado ya todas las regiones de España varias veces. Pero ninguna vez a Ceuta ni a los ceutíes, pese a que éstos se precian hasta de ser más españoles que los demás de otras regiones y provincias peninsulares, porque no en vano fueron ellos mismos quienes en su día solicitaron democráticamente y por escrito ser españoles, o más concretamente, dejar de ser portugueses para hacerse españoles. Y resulta que todavía no han recibido la visita del actual rey, que nunca vino ha venido a Ceuta, ni como príncipe ni como rey, mientras que sus padres sí estuvieron, primero, como príncipes de España y, después, como reyes.

Por otro lado, a mi modo de ver, son la propia historia y la indubitada españolidad de Ceuta y los ceutíes, las que reclaman, como un clamor general, que por la monarquía española se les haga justicia. De lo contrario, podría no ser bien entendido que no la visitaran, siendo los propios ceutíes los españoles que más orgullosos se sienten de serlo y también de estar reinados por sus monarcas; pudiéndose con su total ausencia de Ceuta entender por ello, que se les hace de peor derecho que a los demás españoles, cuando precisamente son ellos los que más necesitan ser visitados y oídos por quienes rigen los más altos destinos de la Nación. De manera que, si no fueran visitados, podrían sufrir cierta frustración, pareciendo como si se les castigara, haciéndoseles cierto agravio comparativo respecto a los demás españoles que hace ya tiempo recibieron la visita real y otras posteriores, que ahora para ellos modestamente pido, con mi debido respeto y consideración.

Ceuta, con Melilla, Canarias y los Peñones, son de los pocos territorios españoles que se hallan enclavados, geográficamente, fuera de la Península Ibérica, y precisamente por ser extra peninsulares, sienten, no tanto como lejanía, porque en realidad Ceuta sólo dista unos 14 kilómetros de la Península por Algeciras; pero sí algo así como la separación física; lo que, a veces, podría ser susceptible de interpretarse como abandono o cierto desapego hacia sus ciudadanos, aun cuando no sea así, por aquello de que en Ceuta suele decirse por el vulgo popular, que: “pasado el Estrecho, no existe el derecho”, cuando en realidad eso no es del todo cierto, pero Ceuta y los ceutíes sí pueden tener la sensación engañosa de encontrarse más más separada de los poderes públicos, aunque allí se cuente con un Delegado del Gobierno y de más autoridades que lo representan.

Y, tan españolísima ciudad, no sólo es que sea de plena soberanía española, sino que ella, por sí misma, se tiene por ser España, de manera que, siendo y sintiéndose también sus ciudadanos tan españoles, pues resulta de todo punto imprescindible y necesario que no sólo se les preste la debida atención, porque no basta con que ellos quieran ser españoles, sino que necesitan, además, sentir que lo son y que, por ello, necesitan que como tales se les ponga en valor. Y, es cierto que, sintiendo los ceutíes tales sensaciones, pues los mismos necesitan ser compensados con una mayor predisposición hacia ellos, que sólo se percibe cuando a esa aparente lejanía, aunque en realidad no sea tal, sino en apariencia sensacional, pero que, al menos, se les dé un trato cercano y bondadoso que requiera apoyo, atención, cariño, entrega y dedicación, hacia quienes puedan sentir esa ficticia separación peninsular.

"Los ceutíes respondieron a la visita de los Reyes con una demostración masiva de patriotismo como pocas se han visto en los últimos años. Autoridades y ciudadanos, ya fueran cristianos, musulmanes, judíos, hindúes, o de cualquier otra cultura o religión, la inmensa mayoría de todos acudieron a recibirlos unidos como una piña, a la hora de preparar y gozar de aquella cita histórica"

Y, en el caso concreto del rey de España, que no habiendo visitado todavía Ceuta, pues de alguna forma, los ceutíes pudieran estar interpretando que se les ha excluido de la visita general girada por los reyes a todas las demás Autonomías españolas y, con ello, puede pensarse que se les ha dado un trato diferente, que se les ha marginado o discriminado, haciéndoles de peor derecho que al resto de españoles; máxime cuando se da la circunstancia muy cualificada de que los ceutíes, son los únicos españoles a los que no se les impuso la nacionalidad española por imperativo legal, o sea, por el sólo hecho de haber nacido español, ya sea por razón del “ius soli” (derecho del suelo) o del “ius sanguini” (derecho de sangre), sino porque ellos mismos fueron los únicos que en su día libremente eligieron su acendrada españolidad por propia voluntad, que por escrito solicitaron y también por escrito el rey Felipe IV se la concedió. Y eso, no cabe duda que denota lealtad, fidelidad y cariño a España que hay que poner en valor, premiar y tener muy en cuenta. Y es que, su nacionalidad española, la eligieron por sí mismo, por cuyo motivo, el rey Felipe IV otorgó a Ceuta el título de “Muy noble y leal ciudad”, que aún ostenta.

Precisamente, por haber obtenido el derecho a la Carta de Naturaleza española de la entonces Castilla, el 30 de abril de 1656, Ceuta conserva antiguos fueros, privilegios y exenciones, al tiempo que los ceutíes adquirían los mismos derechos y obligaciones que los de más españoles, y también el reconocimiento internacional de la incorporación de Ceuta a la corona española, que se produjo, de “derecho”, por la firma del Tratado de Lisboa de 3 de febrero de 1668, que ya fue cuando Portugal cedió Ceuta a España, no por propia voluntad portuguesa, sino porque así los propios ceutíes, entonces portugueses lo quisieron votándolo democráticamente en un plebiscito.

Recuerdo cuando todavía estaba destinado el año 2007 en Ceuta, que fue un año pródigo en visitas oficiales a dicha ciudad por los poderes públicos. El día 1 de febrero, la visitó el entonces Presidente del Gobierno. A los postres del almuerzo al que fuimos invitados quienes figurábamos en los Protocolos civil y militar, el Presidente de España nos manifestó a todos los asistentes: «No estáis ni estaréis nunca solos». Y, luego, el 5 de noviembre del mismo año, cuando todo el pueblo de Ceuta se echó a la calle en masa y enardecido por recibir a sus entonces reyes, Don Juan Carlos I y Dª Sofía, en la grandiosa Plaza de África, todo el pueblo en masa les aplaudió y vitoreó, con vivas muestras de respeto, tributándole un apoteósico recibimiento y una gran acogida, nunca antes vistos por el grado de acogimiento y fervor popular que a sus monarcas manifestaron.

Pues, sólo con oír los ceutíes aquellas palabras de aliento del Presiente del Gobierno, se vio y palpó en el ambiente el ánimo crecido y exacerbado de todos los que asistimos a la recepción, con los pechos henchidos de españolidad, con profundo entusiasmo y enardecimiento, que se vieron todavía más acrecentados cuando el 5 de noviembre del mismo año también visitaron Ceuta los monarcas españoles, padres del actual . Hasta 35.000 españoles estuvimos allí congregados como una piña, en torno al espontáneo y grandioso recibimiento, agitando hasta más de 15.000 banderitas españolas que portaban flameándolas al viento y a los gritos de: ¡España, España, olé, olé, olé, Ceuta española, España, España!; pues ese día, toda Ceuta vibró de entusiasmo y españolidad. Los ceutíes respondieron a la visita de los Reyes con una demostración masiva de patriotismo como pocas se han visto en los últimos años. Autoridades y ciudadanos, ya fueran cristianos, musulmanes, judíos, hindúes, o de cualquier otra cultura o religión, la inmensa mayoría de todos acudieron a recibirlos unidos como una piña, a la hora de preparar y gozar de aquella cita histórica.

Como anécdotas de aquella inolvidable visita real, el día anterior, estando con mi esposa comprando en un puesto de venta de pescado en el Mercado Central, regentado por una musulmana, la mujer nos avisó, toda eufórica, que al día siguiente no abriría, que cerraba, porque se iba con su familia a recibir a los reyes de España, porque decía que ella era española y también eran “sus reyes”. Y otro musulmán muy popular, que fue deportista de élite, se fue al Helipuerto a esperar a los monarcas a los que desde allí los acompañó envuelto en una bandera española, recorriendo el trayecto de varios kilómetros engalanados con los colores de la enseña nacional, hasta la Plaza de África, siguiendo a carrera la caravana real y flameando en sus manos la bandera con los colores nacionales españoles.

Luego, el Presidente autonómico, pronunció un discurso de bienvenida en el Salón del Trono de la Asamblea, en el que comenzó diciendo ante los reyes: “Sus Majestades han cruzado el Estrecho, pero no han salido de España”. “Los reyes se encuentran en una tierra en la que cuando se dice ¡Viva Ceuta!, se está también diciendo ¡Viva España! y ¡Viva el Rey!.

Ceuta - ya lo sabemos - es una preciosa ciudad, muy digna de ver y de visitar, repleta de bondades, con lindas vistas y preciosos paisajes, depositaria de un rico emporio patrimonial, histórico, arquitectónico, artístico, cultural y monumental, que para sí quisieran muchas otras ciudades de la Península tener. Pero, eso sí, tiene luego ciertas limitaciones: y es que, por el norte, está separada de la Península por el “ancho” Estrecho de Gibraltar; y, al sur, aislada por su bahía y su frontera con Marruecos, padeciendo a veces duros temporales de levante que la azotan con días enteros incomunicada por barco, lo que a veces hace a los ceutíes sentirse aislados, y esperan ávidos que llegue el fin de semana para poder expansionarse disfrutando de su España peninsular, donde no tengan que sufrir la sensación de encierro, soledad y lejanía que la frontera y el mar les imponen, junto a anómalas y masivas invasiones de niños marroquíes, no acompañados, además de migrantes que por cientos recibe a diario, en ocasiones forzando a la policía española o tirándoles a la cara excrementos.

En concreto, que Ceuta, aun siendo tan preciosa y tan españolísima, es cierto que se halla separada del resto del territorio español peninsular. No de España, porque ella misma es España. Pero tal separación física, a veces, la hace sentirse sola, aislada por la frontera y el agua. Necesita, pues, apoyo y solidaridad, que se le escuche, que se le atienda y que le defienda, frente a la codiciosa reivindicación exterior. Todo ello, creo que hace sumamente necesario que a Ceuta no se le deje nunca sola, que se le oiga, que se le reciba, que se le acoja, que se le ayude, que se le comprenda, que se le manifieste cercanía y solidaridad fraternal que se da entre compatriotas de la misma nacionalidad.

A Ceuta hay que estimularla y alentarla desde Madrid, máxime en tiempos de drásticos cierres totales de fronteras que en años pasados ha sufrido, de ficticias invasiones con miles de niños no acompañados a los que se les alienta desde fuera, que ha tenido y s teniendo dificultades que continúa soportando, como restricciones y aislamiento de toda índole que a veces se le impone.

El poeta de Ceuta, Luis López Anglada, cantó así en vida a Ceuta: El poeta de Ceuta, Luis López Anglada, cantaba así en su soneto a la ciudad: “Ceuta es pequeña y dulce/ está acostada en los brazos del mar/ como si fuera una niña dormida que tuviera/ la espuma de las olas por almohada/ Ceuta canta latines/ cristianada con la sal del estrecho marinera/ al espejo del mar acicalada. Ceuta es una andaluza niñeria que/ si saltar pudiera saltaría/ la comba de agua y sal del océano/. Y allí está, entre la arena y la muralla/ como una niña que bajó a la playa/ y se le fue a la madre de la mano”.

Y, es por ello, que la visita a ella de los reyes de España que, repetidamente han visitado ya todas las demás Autonomías, menos Ceuta y Melilla, creo que debería ser imprescindible, inaplazable y muy tomada en consideración. Es un legítimo derecho que Ceuta y los ceutíes claman, que les asiste en estricta justicia y que, muy modesta y respetuosamente, este humilde ciudadano opinante se atreve a sugerir a las altas instancias a las que corresponda determinarlo.

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