En Ceuta, ese espacio en el que se entretejen pasado, presente y futuro a ambos lado del Estrecho, Francisco García-Quiñonero Fernández (Almería 1963) escribió parte de ‘Vodevil del siroco y el Indalo’, en cuya acción aparece mencionada, además de la ciudad autónoma, la vecina Beliones. Catorce años más tarde, publica esta novela que ganó el II Premio Internacional de Novela ‘Agustín Gómez Arcos’ y que ha permanecido inédita hasta hoy.
-¿De qué trata ‘Vodevil del siroco y el Indalo’? Por el título parece una comedia con tintes costumbristas sobre Almería
-'Vodevil del siroco y el Indalo' ganó en 2006 el II Premio Internacional de Novela 'Agustín Gómez Arcos', aunque ha permanecido inédita hasta hoy. Es una novela poliédrica con un lenguaje cuidado, mucho humor y varias historias secundarias que se injertan en el relato principal.
Al principio de la novela, el narrador entra en un calabozo de la Guardia Civil. Allí rememora lo que ha sido una larga jornada, durante la cual un siroco abrasador ha azotado la costa. Paulatinamente nos vamos enterando de cómo ha ido a parar a ese calabozo: todo guarda relación con una misión que ha debido realizar para sanar de un extraño mal que padece, y que le está robando la sensibilidad. Lleva a cabo tal misión confiando en la magia caribeña de su primo Virgile, yerbatero y hechicero de la Martinica, auténtico coprotagonista del relato; el Indalo -el símbolo de Almería- forma parte de uno de sus ensalmos. En la narración, además, se alterna los diálogos con una misteriosa mujer cuya importancia el lector irá conociendo poco a poco.
¿Relato costumbrista? ¡En absoluto! No se trata del típico escrito en el que se ensalzan las virtudes de la patria chica. Como se dice en la contracubierta del libro, Vodevil… pretende ser una novela cosmopolita enraizada en el terruño. Por supuesto que la provincia natal del narrador, cuya historia y evolución se cuentan, se parece sospechosamente a Almería. Pero el relato es más ambicioso y vuela hacia otros horizontes, de la mano de una nutrida galería de personajes secundarios: Higinio, el amigo de la infancia; los hermanos Bengoetxea, psicólogos vascos; Irina, la cabaretera rusa; Morabet, el inmigrante marroquí; el tío Indalecio, viejo lobo de mar; Maryse, la tabernera haitiana de la Martninca, y Virgile, el hechicero, hijo de estos últimos.
-Una parte de la novela la redactó en Ceuta, mientras trabajaba en Tetuán y todavía no tenía casa allí. ¿Aparece la ciudad reflejada en sus páginas? ¿Cómo?
-Ceuta es una ciudad muy importante en la vida de mi familia. Aunque somos de Almería, mi padre trabajó como maestro en Tetuán durante seis años, al cabo de los cuales decidió pedir traslado a Ceuta, donde ejerció como psicólogo hasta su jubilación. Mis padres pasaron en Ceuta, en su piso del Sardinero, los mejores años de sus vidas. Yo voy a Ceuta con cierta frecuencia, donde tengo no solo muy buenos amigos, sino, además, a una de mis hermanas, que estudió allí enfermería y se casó con un caballa de pura cepa, de San Amaro.
En efecto, Ceuta aparece mencionada en la acción de la novela en diversos momentos. No solo escribí en Ceuta una parte de Vodevil… En el prólogo de otro relato que publiqué hace años, La gacela negra de Zagora, explico que empecé a escribir esta otra novela en la pastelería La Campana, en la calle Real, no muy lejos de donde vivió Agustina de Aragón (poca gente fuera de Ceuta sabe que la heroína del sitio de Zaragoza vivió en la calle que hoy lleva su nombre).
-¿Considera Ceuta un buen lugar para un escritor en busca de inspiración?
-Ceuta es un lugar singular, muy atractivo. A lo largo de los años, he visto como pasaba de ser la ciudad descuidada de los ochenta (como tantas otras poblaciones españolas de la época), cuando la visité por vez primera, al lugar urbanizado y tan bonito que es hoy. El momento de inflexión en positivo, creo, fue la construcción del Parque marítimo del Mediterráneo, diseñado por César Manrique.
Melilla -la ciudad hermana- también es muy vistosa desde el punto de vista urbanístico, pero le faltan los montes, el campo tan silvestre que envuelve a Ceuta ¡Tan verde a ojos de un almeriense de tierra seca! En Ceuta estáis tan acostumbrados a las vistas asombrosas que tenéis (sobre el Estrecho, sobre Marruecos, sobre los montes), que no sé si las apreciáis como se merecen. Por eso, Ceuta es un entorno que te invita a cavilar: este espacio que es África y Europa al mismo tiempo, que no tiene una cultura sino cuatro, sobre el que campean el escudo (casi) de Portugal y la bandera de Lisboa, creo que te invita a plantearte las cosas que hay más allá del horizonte. Y cuando un escritor reflexiona, a veces encuentra, sí, la inspiración… si es que queremos llamar así a las ganas de describir y contar.
"El Morabet de la novela no es el típico inmigrante: no llega en patera, vino como estudiante a Granada”
-La migración normalmente se trata en la literatura española desde la vinculación con las mafias o para solidarizarse con la situación de los inmigrantes. Uno de los personajes de la novela es un marroquí inmigrante en Almería que nació en Beliones. ¿Qué ha querido retratar con su personaje?
-Beliones siempre me intrigó desde la primera vez que fui a Benzú a tomar té. Es un poblacho sin estructura, que ha crecido aislado, encajonado entre la mujer muerta y la verja, tan cerquita de la isla del Perejil. He estado un par de veces en el pueblo, de tan difícil acceso, he pateado esos montes con los amigos. Además, cuando fui profesor en el instituto Nuestra Señora del Pilar, de Tetuán, tuve una alumna nacida en Beliones. Esto me hace pensar en cuán diferente puede ser tu vida si naces a un lado u otro de la frontera.
Por este motivo, cuando decidí introducir un personaje marroquí en Vodevil… (elemento humano indispensable en el paisanaje de la Almería actual), quise que fuera de ese villorrio fronterizo. Y lo bauticé Mohamed Morabet en honor a mi compañero del instituto, profesor de árabe cuya vida nada tiene que ver con la de su homónimo en la ficción -como suele ser corriente, doy a los personajes nombres de mis amigos o familiares-. En cualquier caso, el Morabet de la novela tampoco es el inmigrante típico, ya que es antiguo alumno del Pilar y no llega a España en patera, sino, primero, como estudiante en Granada, y, años después, con visado turístico.
Años ha, “lo marroquí” era en España asunto del que apenas sabían ceutíes y melillenses, por razones evidentes: hoy es una realidad propia de casi todas las provincias, sobre todo de la mía. Españoles y magrebíes llevamos siglos cruzando el Estrecho hacia el norte o hacia el sur; a veces como ejércitos invasores, otras veces en busca de una vida mejor. En definitiva, estamos condenados a entendernos.
-Usted ha vivido en varios países y ha tenido conocimiento del estado de sus fronteras. Durante los años que trabajó en Tetuán, visitó Ceuta. ¿Qué impresión se llevó de la frontera de la ciudad autónoma con Marruecos?
-En efecto, he vivido y trabajado en ocho países de tres continentes. En Europa: España, Francia y el Reino Unido. En las Américas: Canadá, Estados Unidos y la Martinica. En África: Marruecos y Suráfrica. En estos lugares he sido profesor de español o francés, salvo en Londres y ahora en París, donde trabajo para la Embajada de España como asesor de Educación.
Frontera lejanamente parecida a las de nuestras dos ciudades autónomas solo he conocido la de California con México en Tijuana. La del Tarajal, rara vez la he conocido fluida, que es a lo que se debería tender. La he pasado cientos de veces, con el pasaporte y la hojita blanca rellena en la mano, tras haber hecho cola para que el gendarme de turno me la sellase. A los habitantes de ambos lados les interesa que el acceso sea fácil: a unos, para aprovisionarse en Lidl; a otros, para tomarse unas sardinas asadas en Rincón o comprar toallas en Castillejos. Cuando vivía en Tetuán, para mí era un respiro fenomenal ir a Ceuta, hacer compras a la europea (aún no habían abierto Marjane), tal vez ir al cine y, sobre todo, tomar unas cañas y unas tapas. ¡Qué bien se tapea en Ceuta y qué pescado tan rico se come!
"Estoy rumiando un relato que contraste cómo era la Francia de los 80 y la actual con la pandemia”
-¿Su profesión le ha abierto la puerta a escribir sobre distintos países o bien eligió su profesión para poder viajar alrededor del mundo y plasmarlo en sus obras de ficción?
De niño, además de los tebeos, me entusiasmaban las novelas de Julio Verne. Creo que de él proceden las tres pasiones: la lectura, la escritura y el viaje, siendo todas complementarias y sin que prepondere ninguna…
-Dentro de su faceta literaria, ¿en qué trabaja en la actualidad?
Estoy viviendo mi segunda vida parisina, treinta y un años después de la primera, cuando vine aquí como auxiliar de conversación en un liceo de las afueras de París y me quedé dos años más para estudiar en la universidad. La ciudad en sí no ha cambiado mucho, al menos superficialmente. El resto del mundo sí: cuando me marché de aquí en 1989, el mundo estaba dividido entre países capitalistas y repúblicas socialistas, en Sudáfrica aún regía el apartheid, no teníamos móviles y la informática aún era menor de edad. Yo también he cambiado, evidentemente: treinta años atrás no tenía sueldo, oposiciones, hipotecas ni herederas. El caso es que estoy rumiando algún tipo de relato que refleje el contraste entre cómo eran las cosas (o cómo las veía yo) en la Francia de los ochenta y cómo son hoy en la Francia de la pandemia. En ello estoy.
-¿Cómo pueden adquirir los lectores una de sus obras?
Si las librerías de Ceuta no pudiesen traerlas por encargo, pueden comprarse por Internet o a través de algunas librerías de Almería, que las mandan por correo en poco tiempo.
Francisco García-Quiñonero Fernández (Almería, 1963). Profesor de Enseñanza Secundaria. Doctor en Filología Francesa. Estudié en las universidades de Granada, la Sorbona (París) y la UNED. En la actualidad soy asesor de Educación para la Embajada de España en París, Francia, ciudad donde resido con mi hija mayor y una de mis sobrinas ceutíes; ambas estudian en el Liceo Español “Luis Buñuel” de la región parisina.
Novela: Vodevil del siroco y el Indalo (2006, publicada en 2020).
Novela corta: La gacela negra de Zagora (2012, ambientada en Marruecos) y Viaje a la nación del arco iris (2015, ambientada en Suráfrica).
Colección de relatos: Bravura torera y otras historias de aquí y de allá (2016)
Teatro radiofónico: El emir y la máquina (2007, ganadora del Premio de Teatro Radiofónico 'Margarita Xirgu' y montada por RNE).
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