Ya son veinte años y, como dice Carlos Gardel, que veinte años no es nada. Así llegué a esta ciudad querida. Desde Algeciras crucé el estrecho un día lluvioso; tuve muchas dudas pero me embarqué esperando la suerte de unas oposiciones que no había preparado. Por obra del espíritu Santo y por la gracia del Dios divino que todo lo puede, después de haber tenido destino en 17 ciudades durante 12 años, conseguí plaza de profesor. Será cierto eso que dicen: “cuando los dioses quieren castigarnos nos conceden nuestros deseos”.
Y en esta Ceuta que me acoge y me abre sus brazos llevo un tercio de mi vida, mirando a Europa y a África, palpando la pobreza y la riqueza, escuchando los blues de los pobres y los ricos que cantan sus melodías con la extraña tristeza que jalonan las letras y las músicas de estas canciones.
La Septem Nostra, la Perla del Mediterráneo, la acrópolis de las cuatro culturas, el paso de civilizaciones que dejaron la impronta de sus huellas.
Recuerdo las muñecas matriuscas Rusas. Una muñeca que contiene varias muñecas y así hasta terminar con la muñeca más pequeña.
Es posible que Ceuta sea una gran matriusca de barrios desiguales, de luces de navidad distintas, de servicios de limpieza efectivos y catastróficos, de zonas de primera y de segunda.
Aquí convive el racismo y la tolerancia, el rico y el pobre, el paro y el pluriempleo, la corrupción y el respeto a la ley, los vertederos en algunos barrios y la opulencia en otros, la cacas de los perros y las calles impolutas valdeadas una y otra vez y mil veces más que en las barriadas alejadas del Centro.
Ceuta es un espejo del mundo que habitamos con la diferencia que todos nos conocemos, todos sabemos, todos callamos, todos miramos hacia otro lado, todos hacemos la vista gorda, todos nos volvemos ciegos, todos gritamos para dentro. Hay otros “todos” pero esos no cuentan, están como si no estuvieran, su padrón es otro padrón aunque parezca el mismo.
Hablamos de los coches quemados, pero hablamos de toda la mierda que acumula la zona de la cuesta parisina, comentamos la elegancia de las farolas del Revellín, la las luces navideñas; pero la contaminación lumínica no sale en la prensa. La noticia es el Príncipe, su delincuencia, sus viviendas ilegales, los trapicheos. No es noticia los miles de Euros que cuestan las flores que en un quita y pon constante arruínan los bolsillos del más pintado. ¿Se nos seca el Parque de Santa Catalina? No importa, ahí están los jardines de la Argentina. ¿ Se levantan las calles para instalar un nuevo suelo? Qué más da, el dinero saldrá de los presupuesto; eso sí, el resbalón seguirá garantizado.
Se cierra la frontera.. Y ahora, ¿Qué muchachas limpian nuestras casas y cuidan a nuestros ancianos? Vaya tela, hay que darlas de alta y pagarles, al menos como marca la ley. ¿Habrase visto?
Esta noche voy a dejar enseres viejos en la Plaza de los Reyes y en Hadú... ¿Dónde irá antes Trace? Hagan sus apuestas
La otra Ceuta también existe. Tendremos que aprender a verla.
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