Hay gente pa tó’. Una expresión muy utilizada, que lo que viene a expresar es que lo que consideras más increíble y absurdo también tiene sus defensores. Pues eso, en Ceuta ‘hay gente pa tó’. Hay gente que trata de romper la convivencia, de sembrar odio y rencor. Gente que a pesar de sembrar maldades tiene sus defensores y sus palmeros. Pero hoy voy a hablar de otra gente, de personas que tratan de ayudar, de acercarnos, de mostrar lo que nos une, de consolar a las madres y padres que han perdido a sus hijos en nuestras costas. Personas que se dedican hacer el bien, en contraposición a los profesionales de sembrar maldades.
Desde hace décadas vienen apareciendo en nuestras costas cadáveres de personas que aparcaron sus sueños en nuestras playas. A miles de kilómetros madres, padres y hermanos esperaban desesperados que sonara el teléfono. Iban pasando los días y se aferraban a la idea de que alguien se preocupaba de ellos, que todavía queda bondad en este mundo y alguien les ayudaría. Consuelo que muchas madres encontraron gracias a la buena gente de esta tierra.
"En Ceuta ‘hay gente pa tó’, pero a nosotros nos interesa la gente buena de esta tierra, personas como el padre Béjar y aquellas personas anónimas que consolaron a muchas madres, de ejemplos de seres humanos como Nabil Rahal y Abdeselam Mohamed, y a sus compañeros de la asociación Alas Protectoras"
Los nichos del cementerio se iban llenando de lápidas sin nombre, de personas que eran despedidas por gente anónima que los quería acompañar en ese camino hacia la otra vida: alguna periodista, un sacerdote y alguna monja. Se trataba de que nadie se sintiera solo, que su madre supiera que su hijo estuvo acompañado. Después quedaba un último esfuerzo, intentar saber su identidad para consolar a las familias.
Han pasado ya muchos, pero no podemos olvidar a los promotores de esta labor. El padre Béjar -junto a otras personas que no nombro por expreso deseo-, hicieron un trabajo encomiable para conocer la identidad de los primeros aparecidos. Lo primero era conseguir fotos de los cadáveres para mostrarlas a los subsaharianos con la honrosa intención de informar a las familias, de consolarlas. Un trabajo que se hacía casi en la clandestinidad, con nada o muy poca ayuda.
Han pasado muchos años, pero la tragedia no entiende de colores y, desde hace tiempo, el drama es mucho más cercano porque los cadáveres de marroquíes no paran de llegar. Madres y padres que a pocos kilómetros de su casa esperan desesperados saber de sus hijos. Madres y padres que encuentran el consuelo gracias a Nabil Rahal, a la asociación Alas Protectoras y a su presidente, Abdeselam Mohamed.
En Ceuta ‘hay gente pa tó’, pero a nosotros nos interesa la gente buena de esta tierra, personas como el padre Béjar y aquellas personas anónimas que consolaron a muchas madres, de ejemplos de seres humanos como Nabil Rahal y Abdeselam Mohamed y a sus compañeros de Alas Protectoras.
En Ceuta ‘hay gente pa tó’, hasta mete mierdas, pero hay más gente buena.
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