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Ceuta, escuela de guerreros

La privilegiada situación geográfica de Ceuta, como puente entre Europa y África, además de puerta de unión entre el Mediterráneo con el Océano Atlántico, incitó desde tiempos muy pretéritos la ambición y deseo de poseerla, de muchos países.

Esta ubicación la convierte en apeadero de diferentes pueblos que a través de los tiempos, han enriquecido la ciudad con interesantes y bellas páginas de historia.
Si durante la dominación musulmana era frecuente la invasión y cambio de poder, bien distinto fue, a partir de la conquista de Portugal el 21 de agosto de 1415.
Una vez retirado el grueso del ejército de Don Juan I, la vida no fue nada cómoda para los vecinos de Ceuta. La situación pintaba mal. El enemigo seguía a las puertas de la Plaza, nada conforme con el desahucio al que le sometieron los portugueses, y con el firme propósito de reconquistarla, y para ello hicieron todo lo posible.
A partir de este momento, la defensa de la Ciudad no es competencia exclusiva de la guarnición. Todos los vecinos ante el temor de que el enemigo penetre en la Plaza, se siente obligado a empuñar un arma para enfrentarse al invasor.
Los frecuentes intentos por el frente de tierra de asaltantes musulmanes y por mar, generalmente de la Armada Inglesa, impregnan, en los corazones de los vecinos ceutíes, un talante guerrero, belicoso y defensor hasta la muerte de lo que considera suyo.
Durante el sitio de 1418, Mascarenhas nos da estas noticias, que hace ver, hasta que punto la  valentía y bravura, embargaba, no solo a los hombres de la Ciudad, sino también a las mujeres:
“A las mugeres se les debe gran parte del successo, por q´sirvieron de manera, q´no fue necesario q´soldado alguno se apartase de las murallas, i no solo ayudaron por este camino, mas muchas mudando de traje, i bien armadas, obraron mas de lo q´se podia esperar de su sexo fragil”. “... mas el valor con q´obraron las mugeres, merece no quede en olvido, los nombres de algunas, ni lo q´hicieron. Leonor Alonso, mujer de un Lope Martines, mato un moro de la muralla; otra q´era soltera q´se llamaba Catalina de Santiago, mato otro i hirio algunos. La muger de un Rui Gomez, q´junto a el ayudava a defender la puerta fue herida juntamente con su marido, peleando, i ayudandole con mucho valor”. De Ceuta y su Compañía de Mar, de Julio Contreras Gómez.
¡Toma ya!. No solo son las más guapas, también ¡valientes!.
A partir de la conquista por parte de Portugal, Ceuta alcanzó un importante renombre como escuela de guerreros. Aquí acudían multitud de nobles y caballeros, no solo portugueses, también provenían de distintos países cristianos, con el fin de adiestrarse en el manejo de las armas y en el enfrentamiento con el infiel. Para tal fin, la Casa Real costeaba la pensión completa. También era utilizada como escenario donde dirimir las diferencias y rencillas entre caballeros de la época. Zurara, recoge uno de estos lances entre el caballero valenciano Felip Boyl y el castellano Lope Alonso de Montemolín, … pero sobre todo es célebre el desafío que tuvo lugar en Ceuta, “en la plaza delante del Castillo, siendo juez de batalla el Conde don Pedro, el día de San Juan, 24 de junio de 1429, entre los caballeros catalanes Franci Desvalls y Johan de Boixadors que, después de un año de intercambio de cartas y preparativos, vinieron a Ceuta con suntuoso séquito, dirimiendo sus diferencias en duelo singular, quedaron mutuamente heridos, y el Conde detuvo la contienda, los reconcilió y los agasajó espléndidamente, como correspondía a las más nobles tradiciones de la Caballería”. -El Presidio de Ceuta de Alberto Baeza Herrazti-.
Con el transcurrir del tiempo, la población civil, hecha ya a toda suerte de inquietudes, oían como algo natural el tañer a rebato de las campanas por el ataque moro, o la triste y desalentadora panorámica, de las velas al viento de la escuadra inglesa, sitiando la Ciudad. ¡No!. La verdad es que no fue cómoda la vida de los vecinos de Ceuta. Todos tuvieron que ser parte activa en la defensa de su hogar. Primero soportando los proyectiles de piedra -pilouros como le llamaban los portugueses y bolardos para los castellanos-, y más tarde las bombas explosivas. Estas ultimas alcanzaron mayores distancias y más acierto, hasta el punto de obligar a la población a un éxodo hacia la Almina.
Residir en Ceuta, dentro de la clase social que fuera, te obligaba a depender de su defensa, a luchar por ella. Te convertía en un guerrero. Este “modus vivendis”, hace reflexionar a las autoridades que proyectan organizarlos por grupos y dentro de un orden. De esta manera en el año 1699, se crea la Compañía de Bandoleros. La Plaza por entonces, albergaba entre su población reclusa, a un grupo de asaltantes que habían sembrado la Península de atracos y toda clase de excesos. Pues bien, este grupito de desalmados, no tardaron en adquirir justa fama por su valor, de tal manera que tenían aterrorizado a los moros.
Durante el bloqueo de Muley Ismail (1694-1727), no solo los desterrados colaboran en las defensas de la Plaza, también se organiza una Compañía de Paisanos, que forman 130 defensores entre comerciantes, tenderos y gentes de oficios, se les asignan la vigilancia y protección de las playas de Fuente Caballos y Sarchal.
La Iglesia no quedaba exenta de este deber, de manera que, durante el sitio, se crea la Compañía de Clérigos, compuesta por 50 miembros y con el Obispo Fray Francisco Lasso de la Vega a la cabeza. El quinto Mandamiento de la Ley de Dios, nos dice “NO MATAR”, lo que conduce a esta Compañía a la misión de cavar y extraer tierra del foso seco de la Almina, con el fin de reparar los daños causados por la artillería enemiga. El objetivo era no bajar la guardia y colaborar en la defensa, máxime, en estos años que al cerco musulmán por tierra se sumó la escuadras inglesa y holandesa, aliados en aquellos tiempos.
Cuando en España escaseaban los soldados profesionales, estos eran suplidos por tropas de Ceuta y otras prisiones norteafricanas, que reemplazaban con soldados bisoños, con el fin de defender la Plaza a la vez que adquirían más experiencia y habilidad en el uso de las armas.
 Tras la muerte del Sultán Muley Ismail, llegamos a creer que por fin llegaría la paz. Ilusión perdida. Durante los siguientes años, fuimos atacados de nuevo; unas veces Inglaterra, otras Francia y Portugal, siempre oteante, a la expectativa del más mínimo signo de debilidad, deseosa de  recuperar de nuevo lo que ganó por las armas, y perdió en 1640, por voluntad de los ceutíes.
En 1732 un nuevo asedio pone otra vez al pueblo en pie de guerra, aunque esta vez solo duró dos días, del 16 al 18 de octubre. Tras un periodo de relativa calma que duró veinte años, pocos ceutíes esperaban  que tras las murallas, nos esperaba agazapado el peor de los enemigos: la peste bubónica. Esta cruel y devastadora epidemia, diezmó la población en un tercio, entre junio de 1743 y septiembre de 1744, murieron cerca de 4.000 ceutíes.
Sidi Mohamed nieto de Muley Ismail, ascendido al trono de Marruecos, e instigado por Inglaterra, sitia de nuevo a Ceuta el 10 de diciembre de 1774, este  cerco duró hasta marzo de 1776.
    Así fue el devenir de nuestro pueblo a través de los años, hasta tiempos más recientes, que casi todos conocemos.
    A pesar del duro golpe asestado a los rebeldes marroquíes en Alhucemas, la paz y tranquilidad, no llegó a ser compañera de los ceutíes. Abd-el-Krim había sido derrotado, pero en 1925, consigue someter bajo su poder cincuentas cabilas y formar un ejercito de 60.000 guerreros, lo que de nuevo inquieta a la población ceutí. Más, sabiendo que Tetuán estaba siendo bombardeada  por la artillería del cabecilla rebelde.
    Hay que esperar al 25 de mayo de 1926, que Abd-el-Krim se rindió y entregó a los franceses, para que la paz llegue a este lugar.
    Es innegable que, desde la construcción en 1549 de las Murallas Reales, Ceuta no se ha doblegado a ningún intento de invasión, convirtiéndose  en un bastión inexpugnable. En 1840, Lord Londonderry (oficial y noble inglés) decía que Ceuta era “La plaza más fuerte del mundo”.
Por fin, Ceuta ve el futuro con más optimismo. Tras más de 500 años de interminables luchas como portugueses primero y españoles después; el pueblo de Ceuta, goza de casi un siglo de paz ganada en la batalla, protegiendo unas murallas que vieron derramar la sangre de sus defensores. Por eso, el carácter ceutí está forjado en la fragua del valor y de la lucha. No en balde tuvo que hacer frente sin doblegarse ni amilanarse; a los furiosos ataques de los agresivos guerreros musulmanes, ni se arrugó ante la ambición francesa, ni con la inconformista e intrigante Portugal -la eterna aliada de Inglaterra-, y mucho menos ante las patrañas; maquiavélicas y sibilinas, que a través de la historia puso en práctica la Corona Británica, con el objetivo de apoderarse de este pequeño trocito de tierra que tanto amamos.

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