Su rostro se coló en todos los hogares cuando recibió hace años el encargo de capitanear el equipo de investigadores que batalló para poner coto al mal de las vacas locas. Juan José Badiola (León, 1948),
actual presidente del Consejo General de Veterinaria, abrió ayer las XI Jornadas de Actualización en Vacunas con un mensaje claro: el control fronterizo, eficaz pero insuficiente para detener la rabia que llega de África, debe reforzarse con vacunaciones obligatorias.
–Hace unos meses lanzó una clara advertencia: la necesidad de un calendario nacional y la unificación de criterios en la vacunación antirrábica. ¿Hay tanta disparidad entre comunidades autónomas?
–Lamentablemente sí, y no debería porque hablamos de un problema tan importante como el de hacer frente a una enfermedad. La mayor parte de las comunidades han optado por la vacunación obligatoria de perros, también de gatos y hurones. Pero hay otras que no vacunan, como Cataluña, País Vasco, Galicia y Asturias. El resto, sí. No debería haber conflicto, porque el riesgo está en cualquier comunidad, como demostró el caso del perro que atacó en Toledo: era de dueños catalanes, que venían de Marruecos y habían pasado por Ceuta. No depende de territorios, la movilidad es enorme.
–¿Nos hemos relajado pensando que la rabia está erradicada?
–España es un país libre de rabia desde hace mucho tiempo gracias a las campañas continuas de vacunación , de perros sobre todo, a lo largo de muchos años. Los resultados, cuando eres perseverante, son buenos. Por eso es una pena que ese estatus de quedar libre de enfermedad se pudiera perder por cuestiones de descoordinación de este tipo. Aquí en Ceuta, por ejemplo, aparecen casos. Es vedad que son esporádicos, muy vinculados a la cercanía a un país como Marruecos que lucha contra la rabia pero que la tiene porque es común al continente africano. Hay que insistir en que la rabia no es un problema olvidado, no es una enfermedad exótica ni rara: la tenemos a las puertas del país. Hay que estar preparados.
–Sin caer en el alarmismo, ¿es la proximidad de Marruecos entonces un factor de riesgo en Ceuta?
–Evidentemente, y la realidad lo demuestra. Marruecos es un foco de rabia, como ocurrió en el caso de Toledo, o en el de extranjeros de la Costa del Sol que vuelven de allí con un animal de forma ilegal, sin declararlo. Ha habido casos que han llegado hasta Francia, Holanda... Hay que ser conscientes de que la situación es así y de que las zonas que están próximas a un lugar donde hay rabia asumen un riesgo mayor. En el caso de Ceuta y Melilla, es evidente que la experiencia metodológica lo demuestra.
–Se confirma pues que los controles fronterizos, aunque muy efectivos, no son suficientes...
–Las Fuerzas de Seguridad hacen un trabajo encomiable de control de todo tipo. De hecho, viniendo de Tánger me ha parecido muy agradable leer al pasar por la frontera del Tarajal un cartel, en español, inglés y francés, explicando qué es necesario para que un animal pueda penetrar en territorio español. Los no partidarios de la vacunación creen que el control fronterizo es suficiente, pero no es así. Ocurre aquí: es muy difícil controlar que en un momento de máximo tránsito de vehículos alguien no oculte un animal, porque no se puede registrar coche por coche. Es muy importante el control fronterizo, lo estimulamos, es relevantísimo, pero hay que reforzarlo con las vacunaciones.
–Pero una vez detectado el caso, los protocolos funcionan bien...
–Sí. Si en el caso de Toledo en Castilla-La Mancha no hubiese habido campaña sistemática de vacunación, ¿cuál habrían sido las consecuencias? Probablemente habrían sido mayores: podría haber mordido a otros perros y propagar quizás la enfermedad.
–Las campañas de vacunación en Ceuta, obligatorias y gratuitas, ¿son un ejemplo a seguir?
–A nosotros nos gustaría que se extendiese a toda España, es un modelo a seguir. En Ceuta y en Melilla hay mucha experiencia en la lucha contra la rabia. De hecho, cuando organizamos jornadas o tratamos de convencer a autoridades, nos apoyamos en gente de Ceuta y Melilla. En Cataluña ocurrió: tratamos de que declararan la vacunación obligatoria y llevamos a dos personas de Ceuta, el doctor Carrillo y a José María Aguirre, un médico y un veterinario. Contaron la experiencia y desmitificaron que el control fronterizo lo pueda todo. Ceuta y Melilla son ejemplo para España y Europa de cómo se manejan los casos de rabia, porque los incidentes que ha habido se han resuelto muy bien.
–Durante una etapa clave de su carrera fue la persona encargada por el Gobierno de investigar el mal de las ‘vacas locas’. ¿La amenaza era real o se exageró?
–Eso se ve con perspectiva, con el paso del tiempo. ¿Cuántos casos hubo y cuántas personas murieron? Unas 200, no muchas, en toda Europa. En España cinco, aunque creo que hubo más que no se pudieron declarar. La alarma estaba justificada porque era una enfermedad nueva que, además, era producida por un agente desconocido. Eran agentes extraños, sin ácidos nucleicos, una novedad absoluta en las enfermedades infecciosas: ¿cómo era posible que sin ADN pudieran multiplicarse? Y lo más relevante, podía transmitirse por vía alimentaria, y con la comida no se juega. Y además con la fatalidad añadida de que si la contraías morías. ¿Hubo más alarma de la cuenta? Creo que no.
–A cambio de ese pánico sí se lograron mejoras en los controles de la industria alimentaria...
–Los programas de control fueron carísimos, pero exitosísimos. En una enfermedad tan difícil de controlar, estamos próximos a la erradicación en Europa. Y el impacto ha sido tremendo en la mejora del sistema de control en alimentos. No sólo nos hemos librado de sufrir la enfermedad, sino que la UE es ahora el territorio más seguro en cuestiones alimentarias, más que EEUU y al nivel de Japón.
Juan Emilio Echeverría, la experiencia que diagnostica todos los casos del país
Por sus manos pasan todos los casos de rabia declarados en España. No son muchos, pero desde su puesto de virólogo del Instituto Carlos III le toca diagnosticar si las pruebas o los animales que le envían desde cualquier punto del país son evidencias de infecciones. “Cuando comuniqué a las autoridades sanitarias de Ceuta un positivo me contestaron ‘Supongo que no me estarás gastando una broma”, recuerda. Ponente de la segunda conferencia que abrió las Jornadas, coincidía ayer con Badiola en que la proximidad de Marruecos es “un riesgo evidente para Ceuta y Melilla” al estar “enclavadas en un terreno endémico”, ya que en el resto del país “para que entre un perro en la península tiene que haber pasado un control fronterizo, un ferry... y es mucho más difícil”.
Recuerda, aunque sin alarmismo, que “en España el único sitio donde hay casos de forma regular es en Ceuta y Melilla, casos importados todos”. Y aclara: “No es que la enfermedad esté circulando por aquí, pero esporádicamnte pueden entrar perros de fuera y son los que detectamos”. También aclara que “muy raramente hay casos secundarios” en los que los perros muerdan a otros animales en Ceuta. “Y si lo hacen, es complicado que el infectado encuentre otro sin vacunar, así que no se propagaría. De ahí la importancia de las campañas como las de Ceuta”.
Cuando pese a todo se registra un caso, se activa un protocolo en el que él es pieza angular. La persona mordida acude al médico y el perro es sometido a 14 días de observación. Si desarrolla síntomas de rabia o muere, el cerebro viaja al Carlos III. Y si se confirma, comienza la tarea de investigación: por dónde ha pasado y con quién ha contactado.
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