Ceuta en Turquía. Islam y solidaridad

El Organismo Autónomo de Programas Educativos Europeos por medio de su agencia local en la Unida de Programas Educativos de Ceuta, posibilita diversos programas de intercambio de experiencias e información entre los países miembros de la unión europea o en disposición de serlo.  Las visitas de estudio constituyen uno de estos programas. Una de ellas tuvo lugar en la región de Kocaeli en Turquía. Y  ha permitido el estudio del modo en que las instituciones turcas, públicas, privadas o semi, se ocupan de la acción social dirigida a la solidaridad. Y con ello poder analizarla comparativamente con la llevada a cabo en los países participantes, que a la sazón fueron: Austria, Dinamarca, Finlandia, Francia, Hungría, Italia, Reino Unido, Suecia y España.
Para nosotros el poder conocer la situación en Turquía cobraba un especial interés por tratarse de un país de cultura y religión musulmana, que a su vez ha tenido en los últimos tiempos,  van  a ser 90 años, una relación muy particular con el concepto de laicismo en el estado y de religión en la sociedad, binomio que da quebraderos de cabeza a cualquier estado con fe en las instituciones democráticas.
Nos sorprendió gratamente en el desarrollo de la visita, el que en todo lo que vimos, oímos y sentimos, no pudimos percibir señales que indicaran que el hecho de tratarse de un país musulmán fuera un peligro para su participación de igual  con el resto de los países de la unión europea. No podíamos percibir diferencias significativas con otros países europeos, es más, se producían sensaciones de familiaridad que  me recordaban a una España de hace años, aunque no tantos.
Quizás por prejuicio quizás con razón, uno tiende a fijarse en los países musulmanes en la situación de la mujer,  pero la coeducación en los centros visitados era patente, el profesorado tampoco mostraba diferencia entre el que podemos encontrar en España. Es cierto que en muchas ocasiones nos recibían hombres y que los cargos de responsabilidad en su mayoría estaban ocupador por este género, pero eso tampoco podemos decir que nos hiciera percibir una gran diferencia con lo que nos encontramos en otros lugares. Pudiera ser, sólo pudiera, que el hecho de vivir en Ceuta con la gran proximidad a Marruecos, condicione nuestros puntos de vista y lo que considéranos normal sea sólo una deformación de nuestro punto de vista fruto de mirarnos durante muchos años en un espejo asimétrico. También es cierto que esto era Kocaeli, con 1,4 millones de habitantes, de un total de unos 71,  y el 40% de la industria de Turquía, y el dinero alivia tensiones, por ello lo dicho no es extensivo a lo que pudiera ocurrir en otras regiones de Turquía, tema que  queda más allá de este artículo.
No, probablemente no sea un país de cucaña, por lo demás ese país no existe. Por ejemplo la alta tasa de abandono de las niñas en la escuela primaria nos da una pista de que algo hay que revisar o discriminar. Otro ejemplo, en la Oficina de Empleo de Kocaeli, no dan abasto, es imposible, con las cifras que daban de personal, dar una atención a los trabajadores, al menos personalizada. Y más problemas, si claro, es un país en desarrollo, pero lo que confortaba era que esas problemáticas eran expuestas,  indicando así  su grado de concienciación y una vez que los problemas son planteados tarde o temprano, en un modo u  otros habrán de ser resueltos. No trato de hacer ver  lo que no existe, Turquía quiere un cambio, pero es una sociedad con grandes diferencias de clase y la mujer, como no, se halla marginada.
La cuestión de la solidaridad, tema central de la visita, no dejaba de ser un misterio, al menos para mí. Ya antes de iniciar la visita, me preguntaba como un país con las necesidades que podía tener Turquía, podía afrontar la cuestión de la solidaridad. Error por mi parte, el señorito que llevamos dentro no paraba de manifestarse. La solidaridad existe, y existe en mayor modo en la sociedades que han preservado el concepto de familia y de comunidad a pesar de la presión hacia el individualismo manifiesta en la sociedad de  consumo. En la solidaridad los bienes materiales son necesarios, pero el hecho de hacer sentir al otro la empatía, el que no se halla sólo, aún lo es más. Dentro de la solidaridad nos hicieron ver actuaciones diversas encaminadas a la preservación de la herencia cultural, el representante del barrio  (el “Mokhtar”) una consejero  de bario elegido cada 4 o 5 años, y que se encargaba de tramitar la burocracia. La construcción de 50 mini apartamentos, donde los taxistas podían descansar entre servicio y servicio, una manera de vivir más que de trabajar. Los campos de verano para el estudio de la ciencia y destinados a inmigrantes. Un centro cultural para los niños, con talleres...
A veces resulta desconcertante cuando unos países establecen parámetros de juicio en función de tópicos que además de ser inútiles desde un punto de vista práctico carecen de todo valor moral. Tópicos como el decir que en los países de este estilo la corrupción forma parte de su cultura, hay que ver cuánto daño hizo a una generación “El expreso de medianoche”, o “Lawrence de Arabia” o “Aladino”, sin ir más lejos.  Se habla de un tipo venalidad que ya no se da en el muestro, pues la corrupción es otra cosa,  aquí es posible darla un escenario legal, sino a santo de que aquí se corrompe tanto y se paga tan poco. Y a qué viene tanta disertación, dirá alguno, pues no se me ocurre hoy mejor modo de ejemplificar lo simplón que puede ser el racismo, para lo cual no es necesario ser malo, basta con ser poco atento.  
Una constante en las observaciones del grupo fue la insistencia con la que nos empeñábamos en verlo todo a través del cristal de lo exótico, así que cuando una alta autoridad nos preguntó qué impresión habíamos tenido en nuestra visita, pensamos en decir en un modo educadísimo que lo que más nos había sorprendido era la hospitalidad del pueblo turco, sin duda una reminiscencia pienso de nuestra visión de la tienda del beduino que recibe al viajero medio perdido en el desierto, pero en Turquía no hay desiertos ni  tampoco beduinos. Dio tiempo a enmendarlo y a decir lo que esperaban y necesitaban oír, “el progreso de la sociedad turca no se corresponde a la imagen trasladada a nuestros medios de difusión”. Ello por varios motivos, entre los cuales, el consumo de exotismo que las agencias de viaje y la sociedad del despilfarro han hecho llegar al hogar de todo ciudadano, quien no pueda pasar unas vacaciones en un Punta cana o en Turquía es porque no se integra en la sociedad. ¿Hasta cuando estas alucinaciones? Espero que nos quede poco, el modelo económico de crecimiento, de crecer hasta el infinito y más allá, da síntomas de cansancio, “inshalla” que no sea demasiado tarde.  
De aquella visita de estudio surgieron varias intenciones, una la de participar en un proyecto europeo centrado en una actividad solidaria, algo que hemos logrado a través de un Proyecto Grundtvig denominado “Memory and time”  y centrado en los internos e internas de los centros penitenciarios. Otra la de reinterpretar mi visión de la sociedad musulmana aquí en Ceuta, y ahí en Marruecos. Otra la de establecer redes potenciales con los participantes para posibles actuaciones en común futuras.
Turquía es un país en cambio, un país con la voluntad de alcanzar un estado de mínimo bienestar para su pueblo. Ellos  están convencidos que son capaces de hacerlo sin renunciar a su cultura y a sus tradiciones, dispuestos a encontrar vías de negociación donde sus tradiciones, léase religión si se quiere, no son incompatibles con los principios básicos de derecho vigentes en la Unión Europea, y para ello están dispuestos a negociar todo lo que haga falta, esperemos que la embriagadora velocidad de los tiempos modernos no sea un obstáculo.