Este domingo 10 de julio se celebra el VII día mundial de las danzas circulares, organizado por la organización Circle Dance, a su vez sede de la Fundación Findhorn, con cese en Escocia. Ceuta se une a esta celebración, con el patrocinio de la Fundación Premio Convivencia, a partir de las 20:00 y hasta las 21:30 en una actividad de carácter abierta y gratuita en la Plaza Nelson Mandela. Según explican los organizadores, el motivo de esta celebración es unir "muchos círculos alrededor del mundo y danzar por la paz, la alegría y la evolución del planeta".
Para este baile dominical se han seleccionado tres danzas "elegidas para anclar la conexión mundial", tanto tradicionales como contemporáneas, "conectándonos con el corazón de la Tierra y compartiendo nuestro amor con todos los seres para que la paz prevalezca sobre nuestro planeta".
El movimiento de las danzas circulares empezó en los años 70 inspirado por un bailarín alemán, Bernhard Wosien, quien recogió, en Europa Central, en Francia, Alemania, en Grecia, en Serbia, Croacia, Armenia y entre los romanes, muchas danzas tradicionales, que en su mayoría se bailan en círculo. En Ceuta, las Danzas Circulares empezaron a funcionar en 2018 a través de Presen Rico; desde entonces (sólo interrumpida por la pandemia) los amantes de este estilo de baile se reúnen todos los domingos en el espacio cultural de las Murallas Reales, y en ocasiones también en otros entornos como el campo, la playa y lugares emblemáticos de la ciudad.
La forma circular de danzar tiene que ver con lo universal, con la paz, con la unidad, con el respeto mutuo entre culturas, donde todos somos iguales y donde todos participamos de la misma energía. Las danzas circulares son grupales, algunas son tradicionales y otras contemporáneas, las hay alegres, vivaces y otras que llevan a los participantes a la serenidad.
"Bailamos danzas para niños, hombres, mujeres, parejas, siempre en forma grupal. Simplemente tomándonos de las manos y danzando juntos se genera una energía positiva y de unidad, beneficiosa tanto para cada uno de los participantes como para el grupo", explican.
“Nos movemos al ritmo de las músicas del mundo, por el simple placer de bailar, para favorecer el encuentro con nosotros mismos y con los otros, sabiendo que en otros lugares se está danzando de la misma manera y que somos parte de un gran círculo", concluyen.