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CEUTA  BRITÁNICA - Capítulo 6: La cita

RESUMEN DE LO PUBLICADO: Adolfo Estrada, periodista del diario El Globo viaja de Madrid a Málaga en el AVE para dirigirse posteriormente a Ceuta. Conoce en el vagón a un inglés llamado Stephen Sullivan (Steve) que también tiene el mismo destino porque es profesor en la Universidad Winston Churchill de la ciudad africana. Durante la conversación Steve recuerda al español que el Dictador Primo de Rivera cambió Ceuta por Gibraltar. Adolfo está sorprendido por esos datos y porque el tren llega a Algeciras en vez de a Málaga. Se apean en la magnífica Estación algecireña, suben a un moderno buque y, al desembarcar, el periodista se dirige al Hotel El Hacho en un microbús. Más tarde, acuden juntos al Pub La Sirena y Steve le presenta a sus amigos, toman un aperitivo, cenan allí mismo y, al regresar el hotel, escribe su primer artículo.

A las ocho de la mañana sonó el teléfono. Adolfo no lo esperaba y tuvo que abrir los ojos, encender la luz, mirar la hora, espabilarse y tomar el auricular, todo en unos segundos.
•Soy Helen, buenos días. ¿has dormido bien? –la voz le recordó enseguida a su compañera en la cena de la noche anterior- ¡hola! ¿estás ahí?, reiteró la mujer enseguida.
•Si, si, perdona. Estaba dormido, pero ya tenía que despertarme –Adolfo intentó demostrar sin éxito que ya se había espabilado completamente-
•Bueno, tengo la mañana libre y Steve me propuso enseñarte la frontera, así es que si quieres te recojo en una hora y damos una vuelta por Marruecos, entrando luego de nuevo en Ceuta –le propuso Helen con ese acento tan típico de los ingleses que tienen influencias andaluzas-
•Encantado –Adolfo trató de demostrar que el proyecto le gustaba como así era en realidad-. En una hora estaré en el hall del hotel con el pasaporte. Y gracias, Helen, seguro que aprenderé mucho esta mañana.
•No tienes que traer el pasaporte –terminó Helen- los europeos pasamos con un documento de identidad  nacional, es algo que conseguimos hace tiempo después de muchas negociaciones. Hasta luego entonces, Adolfo.
El periodista pidió el desayuno en la habitación y se lanzó al cuarto de baño para afeitarse y tomar una ducha, por lo que a las nueve en punto estaba en la recepción  del hotel esperando. Llevaba al hombro un bolso en el que introdujo, además de la grabadora, una pequeña máquina fotográfica, por si acaso.
Helen llegó enseguida en un mini azul que le encantó al periodista. No tuvo que bajarse siquiera, ya que Adolfo se metió rápidamente a través de la puerta que su amiga le había entreabierto. Forzando la postura, le dio dos besos a la inglesa que realmente estaba muy atractiva con una blusa blanca y minifalda que él miró de reojo, puso su bolso atrás e hizo un gesto como de estar preparado para lo que fuera. El mini arrancó con decisión.
El periodista tuvo que coger la máquina fotográfica y la grabadora, retorciéndose hacia atrás, a la vista de los magníficos paisajes que aparecían allá abajo y las explicaciones interesantes que estaba recibiendo. La carretera serpenteaba por el lado sur, con Marruecos al fondo y magníficas vistas al mar. Un castillo con enorme bandera británica y otra de Ceuta en el mismo mástil, ondeaban en las almenas que parecían proteger una cuidada playa. Después, a derecha e izquierda, lujosos chalets muy separados entre sí jalonaban la montaña o el declive hacia el mar. Aquellas casas debían tener vistas magníficas y denotaban un gran potencial económico en sus propietarios. Y Helen no paraba de hablar de ellos, sus nombres famosos y de aquellas urbanizaciones de lujo.
Leyó en un cartel pegado a una muralla la palabras  “Recinto sur. Racing South” y el coche siguió bajando. Ahora los edificios eran más altos pero todos de gran calidad porque se notaba que esa orientación era la preferida por el que tenía dinero. La cuesta ganó en pendiente y, enseguida, abordaron calles muy cuidadas con una especie de bobbys, policías que vigilaban el tráfico. Las calles peatonales que atravesaron eran mixtas, ya que los taxis y los vehículos de residentes podían pasar por una estrecha vía y las aceras se diseñaron anchas, para que los peatones circularan con comodidad. El periodista pensó que el sistema de peatonalizar con posibilidad de que los residentes circularan, permitía que las viviendas no se devaluaran convirtiéndose en oficinas y desertizando la zona por las noches, como en tantas ciudades. Había un movimiento importante de gentes y vehículos.
Adolfo advirtió que Helen había dado un rodeo hacia el norte para enseñarle parte del centro, volviendo a la carretera del sur enseguida. Pasaron un puente sobre el magnífico foso cuya visita ya le habían anunciado y el mini tomó una amplia autovía que estaba señalizada con las palabras “Morocco-Maroc” y, como destinos más próximos, figuraba “Almadraba-Border”.
El día se pasó enseguida porque Helen era una gran conversadora, además de una mujer muy atractiva. Debía tener la misma edad que Adolfo, unos 45 años, pero desde luego con una vitalidad y decisión que le rejuvenecía. Las enormes gafas que solo usaba para conducir, escondían unos bonitos ojos verdes sobre un rostro agradable y un poco aniñado. El pelo lacio, rubio, cuidado, daba al conjunto un aspecto muy agradable que el periodista no paraba de admirar de reojo. Bajo la blusa blanca que estaba abierta hasta el lugar justo, se adivinaba la belleza del cuerpo. Y las piernas, a la vista por el movimiento de los pedales del coche, eran largas y desde luego muy bien formadas.
Adolfo había notado algunos detalles que le pusieron nervioso. Observó los juegos de Helen con el dichoso botón de la blusa, el reiterado movimiento de piernas abriéndolas o cerrándolas, alguna mirada sospechosa. Todo esto le produjo una agradable intranquilidad y la sensación de que en cualquier momento podía dar comienzo una increíble aventura.
Mientras Helen hacía trámites desde el coche en la Aduana británica, Adolfo pensó en la posibilidad de insinuarse a aquella mujer tan bella que le había dedicado una mañana, pero enseguida desechó la idea, enfadándose consigo mismo, simplemente por haber imaginado tal cosa. En un momento pensó en su pareja y, sobre todo, en la posibilidad de que Helen lo rechazara recriminándole el atrevimiento y la traición a su confianza. Podía, en suma, arruinar el trabajo en Ceuta.
Después de cruzar a Marruecos con gran facilidad, la mañana pasó enseguida y Alfredo se quedó maravillado de lo que estaba viendo y eso que había viajado por todo el mundo. Comieron y bebieron un agradable vino marroquí al que llamaban gris de Guerouane, en un restaurante junto a la carretera y, después de tomar un aromático te con hierbabuena, regresaron rápidamente a Ceuta porque, entre unas cosas y otras, se había hecho tarde. Helen, después de preguntarle donde le dejaba, condujo con rapidez hasta el Hotel El Hacho y paró el vehículo en la misma entrada junto al portero, como indicando que no pensaba quedarse, solo dejar al periodista. Salieron los dos y la inglesa se alzó de puntillas, sin que ello fuera absolutamente necesario porque él habría bajado la cabeza, y depositó en su cara dos besos que se prolongaron segundos más de los necesarios.
•Adiós, Adolfo. Lo he pasado muy bien y espero que este paseo te sirva para tu trabajo. En cuanto tenga otro rato libre, te llamo y seguimos viendo cosas.
El español no estuvo muy elocuente. Le dio las gracias, la invitó a tomar algo a lo que ella se disculpó por no aceptar, le abrió la puerta del coche y se quedó como un pasmarote, diciendo adiós con la mano cuando el mini se alejaba.
Muy despacio, entró en el hotel, pidió la llave, le repitieron otra vez que era con la tarjeta que tenía en su poder y tomó el ascensor para la especie de almena abierta a la ciudad que le habían dado como habitación. Mientras se desnudaba para ponerse ropa cómoda y preparando un café en la máquina con que contaba la habitación, fue pensando en la mañana, en las numerosas notas que había tomado y en las cosas insólitas que vio. Deseando plasmarlas en un artículo, se sentó en la mesa, puso música de fondo con el ipod que llevaba siempre unido a un pequeño altavoz y desplegó el ordenador para escribir sus experiencias de aquel día.

Continuará el próximo domingo

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