Hace años que Ceuta dejó de ser aquella ciudad tranquila en la que cualquier pequeño suceso era comentado como algo extraordinario entre todos l@s caballas. Los tiempos cambian y a veces más de lo que deseamos, porque hemos pasado del traficante que intentaba pasar droga en su coche a organizaciones criminales internacionales que invierten mucho dinero. Delincuentes que tratan de imponer su autoridad enseñando sus pistolas como en el viejo oeste.
Esta última semana este medio nos informaba de la detención de Nordin Benallal, uno de los sicarios desplazados a Ceuta para secuestrar a un vecino del barrio de Benítez que hoy, quizás, puede estar vivo gracias a la brillante intervención de los compañeros del Cuerpo Nacional de Policía. Unos delincuentes que no dudaron en disparar a los policías nacionales que fueron a socorrer a la víctima y, por tanto, dejaron perfectamente claro el perfil de los sicarios.
Antes de que El Faro nos informará de la identidad de Nordin, en medios policiales era evidente que Benallal no era no era un simple delincuente, que el intento de secuestro no era una chapuza, que había algo más. Y, por supuesto, acertaron, porque ni Nordin ni sus compañeros de fechorías eran unos simples delincuentes. Nordin, el jefe, era un delincuente buscado internacionalmente, entre otras cosas, por fugarse en un helicóptero de un centro penitenciario en Bruselas y de otras cárceles más. Un dato que dice mucho del entorno donde se mueve este peligroso delincuente.
Encargar a tres sicarios de ese calibre el secuestro de una persona, incluso acabar con él no es nada barato, porque nadie se juega la vida y unos buenos años a la sombra por unos pocos euros, lo que deja patente el entorno de este grupo de sicarios que pasta a la sombra en la prisión de Mendizábal, con una vigilancia estrecha y especial por funcionarios del centro. Delincuentes que posiblemente iban a ser apoyados logísticamente por ceutíes tanto en el conocimiento del terreno como en el aprovisionamiento de las armas que utilizaron. Evidencias que están siendo investigadas por funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía.
Aquella ciudad tranquila ha dado paso a esta nueva Ceuta en la que esta semana hemos tenido piragüistas traficantes y traficantes dispuestos a fondear droga a pleno día. Ayer mismo incendiaron tres motocicletas dentro de un portón en la barriada Juan Carlos I, poniendo en peligro la vida de los vecinos, además del susto a niños y moradores del edificio. Pero, por si fuera poco, sobre las 7:30 horas incendiaron un vehículo y media hora después, otros tres vehículos en la barriada Príncipe Alfonso, teniendo que desplazarse una dotación de bomberos para controlar un incendio que se complicaba por el viento reinante.
Estos últimos sucesos lo comenta muy acertadamente una periodista de este medio y escribe textualmente: “Sin embargo, este incendio, habitual ya en las madrugadas de Ceuta, en este caso se ha producido ya en torno a las 8:00 horas”. Ese es el problema, porque cuando lo anormal, lo ilógico se vuelve en habitual deberíamos preguntarnos: ¿Qué está pasando?
Efectivamente, ¿qué está pasando? ¿Qué fue de la ‘CEUTA, AQUELLA CIUDAD TRANQUILA’? Una simple reflexión de los que añoramos la otra Ceuta. La Ceuta tranquila.
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