Categorías: Opinión

Centro y periferia

Uno de los lugares comunes en que vienen incurriendo los autodenominados “Caballas” –que se han apropiado  de .ese entrañable gentilicio coloquial, como si los demás no lo fuésemos- es el de acusar al Gobierno local de mimar a los vecinos del centro mientras abandonan a su triste suerte a los de la periferia. Vivo en plena calle Real, cerca de la Plaza de Azcárate, en un inmueble relativamente antiguo, que por tanto carece de garaje propio. Soy, pues, un vecino del centro. Pues bien: hace alrededor de doce años, y dado que por aquel entonces el problema de los aparcamientos ya iba “in crescendo”, adquirí una plaza de garaje en los bajos de la mencionada Plaza. Según proyecto, tales garajes iban a estar unidos con la misma mediante dos procedimientos, un ascensor y una escalera. El ascensor se quemó misteriosamente, y no se supo más de él, y la escalera fue cerrada “manu municipali” hará unos cuatro o cinco años, so pretexto de que era un nido de gentes de mal vivir y, a la vez, un evacuatorio público improvisado, que venía a sustituir al que existió en su día en Azcárate. Es más; ya incluso ha sido suprimida, al ocuparla la ampliación de algunos locales, sin tenerse en cuenta que aquello fue –y debería seguir siendo- una vía pública que unía Alfau con la calle Real.
De ese modo, se ha acabado con unas posibilidades de conexión rápidas y más o menos cómodas, reemplazándolas por una difícil subida a pie, ciertamente dura para personas de edad. A la vez, mediante obras de ensanche de aceras y reservas para coches oficiales o para verdaderos o supuestos discapacitados, se han suprimido en este entorno, sin exagerar, alrededor de ciento cincuenta aparcamientos en la vía pública. Puestas las cosas así, ni puedo dejar jamás el coche en la calle, ni por tanto logro evitar, al encerrarlo en el garaje, el subir esa empinada cuesta que tanto me fatiga.
Pero hay más, ya que la plaza que adquirí, con un costo aproximado a los dos millones de pesetas de entonces (precio similar al que regía por aquellas fechas para plazas en propiedad) no goza de dicha cualidad dominical, sino que está en régimen de concesión administrativa por un  periodo de cincuenta años, lo que tanto para mí como para mi esposa –y no tenemos hijos- no era en absoluto motivo de preocupación, dada nuestra edad, a estas alturas peligrosamente cercana a los ochenta años. Mas hete aquí que desde la Ciudad se ha descubierto un nuevo método recaudatorio, previsto en los Presupuestos para 2011, entrados recientemente en vigor: suprimir el régimen de concesión pasándolo a plena propiedad, y, eso sí, haciendo abonar a los titulares la supuesta diferencia. Difícil les va a resultar sacarme esa cantidad. Muy difícil. Adquirí la plaza de garaje en concesión, y no tengo el menor interés en gastar buena parte de mis ahorros de toda la vida para ser propietario de ella.
En resumen: compré mi derecho a ocupar la mencionada plaza a sabiendas de que era en concesión por cincuenta años; había un ascensor y una escalera para  facilitar el acceso a Azcárate, ahora inexistentes; en los alrededores de mi vivienda se han suprimido unas ciento cincuenta plazas de aparcamiento en vía pública, sin que se prevea su sustitución; intentan hacerme pagar una suma me temo que considerable por algo en lo que no estoy interesado, es decir, la propiedad de la plaza que poseo en régimen de concesión; cualquier otra plaza de garaje en el entorno, de las que la iniciativa privada ha construido o lo está haciendo ahora, cuesta ya sobre los 36.000 euros; no hay ni asomo de iniciativa pública alguna para dotar de garajes en las inmediaciones…
Cuando leo que la Ciudad tiene un Plan Aparca, y que en su desarrollo viene construyendo aparcamientos varios en barriadas, comprendo y comparto la necesidad de lo que se está llevando a cabo, porque así lo demandan con razón aquellos vecinos. Sin embargo, no puedo dejar de sentir una sana envidia, pues se les está dotando de algo que no solo a mí, sino también a otros muchos ciudadanos del sector, nos han ido quitando a jirones, y lo peor es que dicha especie de refinada tortura parece no tener fin.
Me consta que todavía existen muchas e importantes carencias en la periferia, pero a la vista de lo expuesto, amigos “Caballas” ¿creen de verdad que tan mimados estamos, siendo vecinos del centro?

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