Opinión

Centenario del desastre de Annual

Lo escribí en 2017. El poeta mejicano Francisco Icaza dedicó a su mujer en Granada el siguiente verso, ante un ciego pidiendo: “¡Dale una limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada!”. Ahora que los separatistas piden otro referéndum de autodeterminación, esta vez “a la escocesa”, ni soy poeta ni político, pero entran ganas de rimar: “¡Dadles unas gafas, a Mas, Puigdemont, Torra y Aragonés, que no hay mayor pena que la de ver, a cuatro ciegos ante la locura que a Cataluña quieren meter!”.

En julio de este año 2021 se cumplió el Centenario del llamado Desastre de Annual. Más de 10.000 españoles murieron atrozmente defendiendo la Zona Norte del Protectorado marroquí, que a España le fue encomendada internacionalmente por la Conferencia de Algeciras de 1906, para su protección, pacificación y culturización. Y recordar desastres humanos es siempre desagradable, pero nos dice Cervantes en El Quijote, que: “la historia es madre de la verdad, que nos enseña el pasado y nos avisa sobre el porvenir”. No podemos cambiarla. Pero sí debemos recordar a quienes sufrieron su inmolación por España.

A la instauración de dicho Protectorado se oponían los rifeños del Rif marroquí, mayormente, el clan de los Abd El-Krim. Su progenitor, Abd El-Krim el Jatabi, un cadí nacido en Axdir, líder de la cabila de Beni Urriaguel, próxima a Alhucemas, mientras vivió, pese a ser refractario a los europeos, se limitó a hacer una oposición moderada, sin llegar a mostrase aguerrido ni belicoso.

Pero, al morir dicho patriarca, le sucedió su hijo Abd El-Krim, auxiliado por su hermano menor, Mohamed. Ambos estudiaron, el mayor, en Tetuán, Melilla y Fez, habiendo servido a la Administración española como traductor de árabe y periodista de El Telegrama del Rif. Siendo muy joven, fue nombrado cadí de Melilla y con sólo 32 años se convirtió en qādī al-qudāt (jefe de cadíes).Y el hermano menor cursó ingeniería de minas en Málaga, Salamanca y Madrid.

En 1915, el mayor fue encarcelado por su colaboración con los alemanes. Fue por ello enjuiciado y encarcelado en el fuerte de Rostrogordo (Melilla), de donde intentó fugarse, rompiéndose una pierna al descolgarse por la muralla, quedando cojo permanente. Recobró la libertad un año después y se retiró a su cabila para comenzar a preparar la rebelión armada contra españoles y franceses.

Se granjeó el apoyo de todas las cabilas e impulsó la traición a España de los soldados indígenas que servían en nuestro Ejército, pasándose a los rebeldes. En julio de 1921 las tropas españolas que se encontraban situadas en la zona de Annual, desmoralizadas tras varias escaramuzas con las fuerzas de Abd El-Krim, comenzaron una caótica retirada hacia el interior, sufriendo copiosas bajas durante la marcha hacia Melilla. Los rifeños armados de moral continuaron avanzando hacia el este y lograron hacerse con más de 130 posiciones militares españolas.

Las bandas rifeñas consiguieron llegar hasta las puertas de Melilla, pero Abd-el-Krim mantuvo la sangre fría de saber esperar hasta explotar el éxito hasta conseguir el Desastre. Fue una derrota española sin, causando más de 10.000 muertos y numerosos prisioneros. Unos 3.000 guerrilleros derrotaron a los españoles y cuando éstos ya se habían rendido y entregado las armas, siendo horrendamente masacrados y torturados con saña y la mayor crueldad, con gravísima vulneración del derecho de guerra; habiéndose tenido que rendir los españoles porque los rifeños combatieron con la ventaja de conocer el terreno y esperándoles parapetados en la montaña y escondidos entre la maleza del terreno.

Tras haber ganado la batalla, Abd El-Krim se atrajo a su causa a todas las cabilas y con su apoyo organizó el Rif, declarándolo República Independiente de Marruecos. La independencia no fue bien vista ni por España ni por Francia, pero sí por Gran Bretaña por intereses políticos. El nuevo estado rifeño, con capital en Axdir, contó con propia Administración, Justicia y Hacienda. A la derrota infligida a los españoles, en 1925 Abd El-Krim sumó una ofensiva contra los franceses, mandados por el mariscal Louis Hubert Lyuatey, llegando hasta unos 30 kms de Fez. Los franceses también sufrieron fuertes pérdidas frente a un enemigo menor en número.

Pero la ofensiva de Abd El-Krim no le saldría gratis. España y Francia se aliaron en su contra. La Legión y Regulares recuperaron el territorio antes perdido. Las fuerzas hispano-francesas acordaron en Madrid coordinar los esfuerzos bélicos. La contraofensiva conjunta, comenzó el 8-09-1925 con el desembarco de Alhucemas bajo el mando del general Primo de Rivera, terminando en sólo meses con la derrota de los rifeños. El 26-05-1926, Abd el-Krim se rindió a los franceses, deportándolo a la isla de Madagascar, escapándose luego a El Cairo (Egipto), donde terminó sus días.

La estrategia seguida por nuestras fuerzas y las de Alb El-Krim fue la siguiente: Tras la toma de Abarrán, los rifeños atacaron la posición de Sidi Drid, que, tras un largo tiroteo en el que se hizo precisa la ayuda de un cañonero y una pequeña fuerza de desembarco, logró rechazar la agresión e infringir gran número de bajas. El comandante general de Melilla, Fernández Silvestre, apenas dio importancia. Pero el Alto Comisario, general Berenguer, en la entrevista que ambos mantuvieron el día 5 de junio volvió a advertirle que no realizara movimientos más allá de la línea en la que estaban establecidos, reforzándola algunas posiciones con más tropas y armas.

La posición española más importante era Igueriben. Durante la primera quincena de junio siguió habiendo incidentes en torno a Annual, donde ya se había concentrado un importante número de tropas. La llegada del verano aportó cierta calma haciendo creer que la situación se había normalizado. Se empezaron a conceder permisos a los oficiales y jefes para que regresaran a España a disfrutar de las vacaciones estivales. Pero el 16 de julio el convoy que desde Annual aprovisionaba la posición de Igueriben fue atacada y cortada el agua, impidiéndole el paso al convoy.

Así comenzó la agonía de este puesto y el preámbulo del Desastre de Annual. Abd El-Krim había lanzado un ataque contra la línea de vanguardia española. El 17, tras arduos esfuerzos y empeñados combates, un convoy sensiblemente mermado -apenas sin agua- logró llegar a la posición sitiada, sin embargo, las tropas de protección que alcanzan Igueriben ya no pudieron regresar. Las rifeñas no cesaron de atacar esta posición, cuyos defensores comenzaron a sufrir la tortura de la sed. El día 19 se intentó enviar otro convoy desde Annual, pero ya fue imposible su paso a pesar de la ayuda de una columna de refuerzo desplazada desde otra posición.

El general Navarro, segundo jefe de la Comandancia General Melilla, interrumpió sus vacaciones regresando con urgencia a la zona. Salió de Melilla con dirección a la primera línea para tomar el mando de las fuerzas concentradas en Annual. Llegó la mañana del 20 y, al darse cuenta de la difícil situación, suspendió los preparativos del convoy de aquella jornada y se puso en contacto con Fernández Silvestre, quien le comunicó que al día siguiente llegaría él a la posición intentando pasar. Los defensores de Igueriben se encontraban ya en una situación límite, sin alimentos ni agua.

Se vieron obligados a beber “el líquido de las latas de conservas, después la tinta, luego los orines de las bestias endulzados con azúcar”. Durante la mañana del 21 se intentó de nuevo hacer llegar el socorro, para lo que se utilizó un fuerte dispositivo de hombres y armas encuadrados en varias columnas; pero, a pesar de todo, este despliegue y la llegada del comandante general, que tomó el mando e intentó infundir ánimos en las tropas, los rifeños volvieron a impedir su paso y, tras un feroz combate de varias horas, tuvieron que replegarse a Annual con un gran número de bajas.

Entretanto, Navarro, por orden de Fernández Silvestre, tomó el camino de regreso hacia Melilla para reunir los pocos hombres útiles que puedan quedar allí y formar una columna de refuerzo, dado lo apurado de la situación. Ante la absoluta imposibilidad de socorrer a Igueriben, se autoriza a la guarnición para evacuar la posición y tratar de salvar los aproximadamente cinco quilómetros que les separan de Annual por los medios que puedan.

Algunos, tal fue el caso del valiente comandante Benítez, jefe del acuartelamiento, se resistieron a acatar esta orden y murieron dentro del recinto, otros intentaron la huida en medio de las balas y la persecución de los rifeños.

Sólo un reducido grupo -entre once y quince - alcanzaron Annual, y algunos de ellos murieron por extenuación tras el esfuerzo realizado. Fernández Silvestre comenzó a darse cuenta de la catástrofe que se avecinaba. Hasta un par de días antes, tal vez confiado en su capacidad para resolver el problema por sí mismo, no había comunicado al Alto Comisario lo que estaba sucediendo, y aún esperó hasta la última hora del día 20, la víspera de la caída de Igueriben, para solicitar a su inmediato superior el envío de refuerzos, tanto de hombres como de armas, según el Expediente Picasso y la mayoría de los analistas, exceptuando a Augusto Vivero.

Su arrogante ánimo había decaído y su figura vagaba errátil e indecisa por el interior de la sitiada Annual. Había concentrado la casi totalidad de sus fuerzas en esa posición, hasta parte de los oficinistas de Melilla se había traído con él, y tampoco podía esperar ayuda de otras guarniciones de la zona, que ya habían enviado algunas de sus fuerzas. Cursó órdenes a los capitanes de las mías de Policía Indígena para que recabasen la ayuda de las cabilas amigas y poder así formar un harca mora de socorro. Remitió sendos telegramas al ministerio de la Guerra y al Alto Comisario informándoles de lo sucedido en Igueriben y de la urgentísima necesidad de que le fuesen enviadas dos divisiones con todos sus pertrechos de combate.

Pidió que la Escuadra bombardease la bahía de Alhucemas y la Aviación la zona interior, para atraer hacia esos lugares a los sitiadores. Inútiles y desesperadas peticiones que debieron de parecer desproporcionadas al alto mando, que unas horas antes creía que en Melilla reinaba la más absoluta tranquilidad. Durante aquella noche reunió a los jefes que con él se encontraban para evaluar la situación y decidir qué se podía hacer. Finalmente, dado que la escasez de municiones haría imposible una defensa prolongada, se decidió el abandono de la posición, que se efectuaría a la mañana siguiente, con el intento de que se realizase “por sorpresa”.

Con el amanecer llegaron los primeros disparos de los rifeños efectuados desde las alturas que circundaban Annual.

Esto, unido a la noticia de que se aproximaba un gran número de enemigos hacia la posición, acabó con la poca moral que aún conservaban las tropas. El abandono comenzó con cierto orden, pero, en cuanto los disparos se fueron generalizando, se transformó en alocada huida, frenética estampida, con un: ¡Sálvese quien pueda!. Las unidades se mezclaron atropellándose unas a otras; los heridos fueron dejados por el camino; los que tropezaban caían aplastados por los que corrían; el armamento, abandonado como inútil lastre; los pocos vehículos y animales de transporte, disputados hasta la muerte; los oficiales y jefes se arrancaban las estrellas de las bocamangas para no ser identificados; eran las victimas más preciadas de los cazadores rifeños.

Las unidades formadas por indígenas, en cuanto advirtieron el descontrol generalizado, en connivencia con los rebeldes desertaron pasándose al enemigo y disparando contra las tropas españolas a traición. Fernández Silvestre, que permanecía en Annual junto con los jefes y oficiales de su cuartel general, presenciaba atónito la desbandada. Según testimonio de un teniente de la Policía Indígena: “en los momentos que precedieron a la retirada, presintiendo la inmensidad de la catástrofe, parecía ajeno al peligro, y situado en una de las salidas del campamento general permanecía expuesto al fuego del enemigo, silencioso e insensible a cuanto le rodeaba”.

Después, no se supo nada más sobre la suerte que pudo correr el general, ni sobre cómo fue su final: ¿Se suicidó?, ¿fue abatido por los rifeños?, ¿defendió la posición con las armas en la mano hasta caer muerto?, ¿decapitaron su cadáver y pasearon la cabeza como trofeo?. Nadie que haya podido contarlo estuvo a su lado en los últimos momentos, por tanto, todo queda en conjeturas; Pero, como señala con lógica Fernández Almagro: “lo seguro (...) es que Fernández Silvestre murió en Annual: suicidado o porque lo matasen“.

Descansen en paz y vaya mi recuerdo en su Centenario para todos los que, de forma tan cruel, encontraron tan atroz muerte.

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