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Cemento hasta el último resquicio

En estos días hemos tenido la oportunidad de hacer una primera lectura de los distintos documentos que conforman el futuro PGOU de Ceuta. Esta ojeada a las miles de páginas del plan urbanístico nos ha permitido conocer algunas claves del PGOU que pensamos deberían ser de conocimiento público. No ha sido fácil dar con ellas, ya que han sido hábilmente ocultadas bajo una pomposa jerga tecnoburocrática y manifiestas buenas intenciones divorciadas del propio contenido del documento. Se dice en el preámbulo del PGOU que pretende ser participativo, cuando ha sido aprobado en pleno mes de agosto y sin un previo proceso de participación y difusión; realista, cuando no hace ni una alusión al problema de la sobrepoblación y la superación de la capacidad de carga; flexible, cuando lo es siempre para los mismos; revitalizador, cuando incluye actuaciones que atenta contra la vida natural; equilibrador, cuando incrementa el desequilibrio entre lo construido y lo no construido en el ámbito urbano; e ilusionante, cuando no ha suscitado ni la más mínima reacción entre la ciudadanía.
Nos han querido vender un documento que en su tramitación ha tenido que ser profundamente retocado en un asunto clave como es la definición de las zonas de expansión urbana. La fuerte oposición ciudadana que encontró el gobierno a su intención de permitir la urbanización del Monte Hacho les ha obligado a replantear esta decisión y limitarla. No obstante, han mantenido un par de actuaciones urbanísticas en el mítico promontorio disfrazadas tras el eufemismo de “generar un borde urbano”. Ya desde aquí les decimos que vamos a luchar hasta lo indecible para evitar que coloquen ni un ladrillo más en el Monte Hacho. Nuestra oposición a cualquier intervención urbanística en el Hacho es firme y categórica. Queremos un Monte Hacho libre de construcciones, incluyendo a sus proyectos de hoteles y balnearios en el Desnarigado. El Hacho es un bien común que bajo ningún concepto debe privatizarse para el lucro y disfrute de unos pocos.
La otra zona de expansión prevista también ha sido frustrada por las alegaciones que presentamos desde Septem Nostra al Plan Hidrológico de Ceuta. La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) nos ha tenido que dar la razón en nuestra alegación de que los cientos de viviendas que el PGOU pretendía autorizar en las inmediaciones de los embalses del Renegado y el Infierno incumplían la normativa legal, ya que por motivos de seguridad no está permitido construir junto a las presas. Sin embargo, a pesar de que la Ciudad conoce esta postura de la CHG, ha decidido mantener estos proyectos urbanísticos. Suponemos que querrán un pronunciamiento expreso de la autoridad hidrográfica para que no sea la Ciudad la que tenga de decirles a algunos promotores que sus proyectos no tienen encaje legal y poder quedar de buenos. “Nosotros queríamos, pero es que estos ecologistas y la gente de Sevilla no nos han dejado…”, dirán.
Lo lógico es que, dadas las limitaciones de espacio de nuestra ciudad y los impedimentos surgidos para incrementar la zona urbana o urbanizable, hubieran reconsiderado sus objetivos de construcción de nuevas viviendas. Pero no lo han hecho. El objetivo que establece el futuro PGOU es construir 6.700 nuevas viviendas, lo que supone aumentar el parque inmobiliario, nada y nada menos, que en un 24 %. ¿Dónde irán todas estas nuevas viviendas? Se preguntarán. Pues, según los redactores del PGOU, aprovechando “zonas hasta hoy degradadas o inutilizables por la complicada orografía”. En la práctica esto supone la ocupación de los cauces de los principales arroyos de Ceuta como el Paneque, Benítez o Juan de Vieira que en el vigente PGOU y en el primer avance de su revisión eran considerados zonas verdes. Era, desde luego, la decisión más correcta, ya que la normativa hidrográfica impide la ocupación de los cauces naturales. No sabemos cómo van a superar este obstáculo legal, ya que la ley, que sepamos, no ha cambiado. Es más, ha sido reforzada por la Estrategia Española de lucha y adaptación al cambio climático que obliga al mantenimiento de los arroyos ante el previsible cambio en las condiciones pluviométricas que se esperan para los próximos años, en los que las lluvias torrenciales serán la tónica dominante y los peligros de inundación aún mayores. Por este motivo se recomienda mantener libres y en buenas condiciones los cauces que permiten la rápida evacuación de las aguas hacia el mar.
La insensata y supersticiosa adoración al crecimiento urbano no sólo lleva a la ocupación, claramente ilegal, de los arroyos, sino también a la construcción en zonas de orografía abrupta como la zona de Arcos Quebrados. La Ciudad quiere construir cerca de 700 viviendas en el mismo espacio en el que los técnicos del Ministerio de Educación informaron que era imposible instalar por sus condiciones topográficas un nuevo centro educativo. Ellos sabrán cómo pretender hacerlo y cuál será el resultado de diseñar contra las condiciones naturales del terreno. Lo que sí parecen más claras son las consecuencias paisajistas de otras actuaciones urbanísticas que incluye el futuro PGOU, como la actuación en la Plaza Vieja con edificios de nueve y diez plantas o la actuación en la Huerta del Molino y Pasaje Recreo Alto. Estas últimas intervenciones en la Almina son otro ejemplo de neolenguaje orweliano. Lo que se vende con la creación de “un frente litoral con edificaciones de mayor altura, con objeto de crear una fachada urbana”, supone en la práctica romper la panorámica de Recinto Sur con edificios de cuatro y seis plantas. Sí, vamos a tener una nueva fachada, pero de cemento y hormigón. Todas las pequeñas viviendas que no son visibles desde el mar van a ser sustituidas por gigantes de varias plantas, todo para que los promotores y constructores puedan mantener sus lucrativos negocios a costa de la imagen de nuestra ciudad. Ni siquiera los dueños de estas casas saben del futuro que les espera. Ya se enterarán.
El objetivo del nuevo PGOU, como estamos viendo, es no dejar ni un resquicio de suelo urbano sin ocupar. No importa la orografía, ni los cauces naturales, ni el paisaje urbano, ni el patrimonio cultural, ni la evidente falta de espacios libres y zonas verdes. Hay que crecer, crecer, crecer, sea como sea. A lo ancho o lo alto el objetivo irrenunciable de todos, sin excepción,  es el crecimiento. Nada importa la conservación de un recurso tan escaso en Ceuta como el propio territorio. Tampoco preocupa la transición hacia modelos de aprovechamiento de las condiciones naturales más sostenibles ante los grandes retos ambientales a los que se enfrenta la humanidad como el cambio climático, el agotamiento de los recursos o el pico del petróleo. Y mucho menos importa las necesidades de los propios habitantes de Ceuta, de ahora y del futuro. Unos ceutíes que tenemos el derecho de vivir en un entorno capaz de despertar nuestros sentidos, de ofrecernos experiencias vitales enriquecedoras, de facilitar puntos de encuentro que faciliten la cohesión y la integración social.  La ciudad debería diseñarse con el objetivo no de que ganen dinero unos pocos o el mantener una costosa megamáquina burocrática como es la propia Ciudad, sino de garantizar nuestra salud física y mental, que es imposible en un ambiente carente de elementos naturales y espacios verdes.
Los principios rectores del PGOU tendrían que ser la satisfacción de nuestras necesidades superiores de orden, continuidad, significación, valor, objetivos y designio; necesidades de las que han surgido el arte, la cultura y los más elevados ideales del ser humano como son la bondad, la verdad y la belleza. Este orden es el que debe imponer un PGOU cuyo objetivo prioritario debía ser acabar con el caos urbanístico en el que lleva inmersa la ciudad, patente en las cientos de construcciones ilegales que han enfermado el tejido urbano ceutí. La continuidad es la que ofrece un patrimonio cultural constantemente amenazado por la especulación urbanística, el abandono y la desidia. El valor es el que tienen, sin lugar a dudas, nuestros paisajes maltratados por la expansión urbana horizontal y vertical. Significado es el de una vida que merezca ser vivida en un lugar mágico como Ceuta. Designio es el de una ciudad en la que la acción cívica, la cultura y el arte se conviertan en sus señas de identidad ante el mundo, y no el de una ciudad subvencionada y nido de narcotraficantes y yihadistas. Nosotros, desde luego, estamos dispuestos a seguir trabajando para que en Ceuta la bondad sustituya al rencor y el resentimiento intercultural; la verdad se imponga a la manipulación malintencionada de los neofenicios que controlan los resortes del poder en Ceuta; y la belleza se convierta en el mejor remedio para curar nuestras maltrechas almas.

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