Celuloide rancio

Hace unos días, mientras hacía “zapping”, retuvo mi interés un canal en el cual se estaba emitiendo la biografía de Charles Chaplin, incluyendo breves cortes de sus inolvidables películas mudas, en las que el actor inglés encarnaba aquel  personaje universal llamado Charlot. A  lo largo del tiempo, generaciones de espectadores han reído -y, a veces, se han emocionado- con las citadas películas, así como con cuantas otras de carácter cómico nos dejó la industria cinematográfica de la época.
Durante los años de mi infancia, en los viejos y añorados cines Apolo y Cervantes solían proyectarse, en el lugar que posteriormente ocupó monopolísticamente el NODO, estas pequeñas obras de arte. Buster Keaton -conocido entonces como “Pamplinas”- Roscoe Arbuckle (Fatty), Belorcio, Harold Lloyd, “La Pandilla” con su perrito, los “Cops”y, sobre todo, Charlot, llenaban las salas de sanas risas en unos años durante los cuales España, en plena posguerra civil, estaba muy necesitada de estas raciones de humor. Llegó el NODO, y aquel celuloide rancio  perdiò irremisiblemente su lugar en las pantallas.
Cuando en 1956 me desplacé a Madrid para estudiar el último curso de la carrera de Derecho, mi amigo Antonio Duboy -quien tan trágico fin tuvo años más tarde- me descubrió un auténtico tesoro. Allá, al final de la Gran Vía, cerca ya de la Plaza de España, había un cine, llamado paradójicamente “Actualidades”, que ofrecía sesiones completas, de dos horas, en las cuales, una tras otra, iban sucediéndose estas películas, mudas de por sí, pero siempre adobadas con los ingeniosos comentarios en off -y en verso- de Bermúdez de Castro, un señor que sabía poner, con todo acierto, la guinda en el pastel. Muchas fueron las tardes en las que Antonio y yo nos desternillamos de risa en el “Actualidades”.
Llegada la televisión, recuerdo que hubo algunos programas dedicados a este género de películas, pero ahora no las encuentro, por más que “zapee”. Y es una lástima, porque creo que  las generaciones más jóvenes se están perdiendo algo verdaderamente memorable. Confieso que desconozco los vericuetos de la informática, lo que me hace ignorar si en eso de las redes sociales y demás caminos para mí ignotos existe algún remedio para este problema, pero lo cierto es que las cadenas comerciales o públicas que se ven en la actualidad, incluidas las digitales, no están cubriendo el hueco. Si existe algún resquicio al respecto, agradecería que me lo comunicasen. Estas cosas buenas no deben perderse, y menos cuando se está imponiendo la llamada “remasterización”, un procedimiento que deja los filmes antiguos mejor que nuevos.
Como anécdota relacionada con el tema, referiré que una tía mía, cuando veía alguna película cómica de las referidas o algún documental de la época, donde el número de imágenes grabados por segundo era inferior al necesario para reflejar adecuadamente el movimiento de las personas, lo que las hacía aparecer más rápidas que en la realidad, solía comentar, muy  extrañada: “hay que ver  lo deprisa que andaba antes la gente”.
En definitiva, que hay que ver otra vez aquel llamado “celuloide rancio”, pues de rancio tiene muy poco.