En absoluto me parece una mala idea dedicarle algunos ratos esta semana con aroma de festivo a una buena miniserie, original, con buenas interpretaciones e interesante. Si además se trata de deglutir pocos episodios (apenas cuenta con 6, de una media hora de duración cada uno), el esfuerzo de darle una oportunidad a esta propuesta se antoja bastante pequeño.
La trama trata de una inspectora de hacienda (Carmen Machi, estupenda en su papel) que ha dedicado toda su carrera profesional a la temible actividad de la recaudación de impuestos. Una sabuesa en toda regla. Después de más de treinta años de exigente e ingrato trabajo, decide prejubilarse. Sin embargo, el último día recibe el encargo más importante de su carrera: demostrar que Celeste, la gran estrella musical latina del momento, reside en España y tiene que pagar aquí sus impuestos como se supone que debería hacer cada hijo de vecino pero que, opinión personal, si pueden evitarlo, no lo hace ni el hijo ni el vecino tampoco. Para ello, Sara contará con la dudosa colaboración de un fotógrafo de famosos (igualmente estupendo Manolo Solo, natural en cada instante en el que aparece en su duelo interpretativo con Machi) que comprende bien y de primera mano el oficio de cazador.
Ni que decir tiene que la similitud es obvia con el sonadísimo caso, la realidad supera a la ficción como casi siempre, de Shakira y sus líos con la Agencia Tributaria española. En este caso, la también cantante está en muy parecida situación, pues su noviazgo con un español la hace pasar suficientes días al año en nuestro país como para asegurar que tiene aquí su residencia. Como reza el cartel anunciante de la serie con todo el tino del mundo: “algunas no facturan” …
Se trata de una serie bastante inclasificable, con clara ensalada de géneros, de tantos contrastes como la inspectora y su antítesis/némesis, la famosa cantante glamurosa y millonaria. Esta dificultad para ubicar al proyecto seguramente sea uno de los mayores aciertos del mismo, puesto que aporta pinceladas de distintos colores sin necesidad de quedarse a medias en ninguno. Como la vida misma.
Un agudo guión, brillante y descarada, posee su virtud en una cuidada puesta en escena y en el enorme tino de poner el peso del proyecto en manos de un personaje gris de sesenta años y por ende, en las de una actriz nada gris de similar edad.
Con sutileza, sin estridencias ni tratar por tonto al personal, esta comedia sin gags ni chistes de investigación sin policías, muestra la salud de una puesta en escena que, probablemente le agradaría ver a la propia Shakira.
No apta para aquellos que esperen una historia a la americana, de juicios o de disparos, ni tampoco para quien tenga algo que temerle a Hacienda…
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