Las imágenes de los delfines encontrados muertos en los últimos días tocan la fibra sensible de la mayoría de los ceutíes. Sin embargo, y ante la alarma provocada entre muchos caballas, el responsable del trabajo de campo de los varamientos en la Fundación Museo del Mar de Ceuta, el biólogo Santiago Orduña, llama a la cautela: nada parece indicar que esté habiendo un pico de ataques o la situación se salga de lo previsible. Entre delfines y tortugas, en Ceuta se hallan entre 27 y 28 ejemplares anualmente.
“Nosotros tenemos una de las mayores poblaciones de delfines de Europa, tanto de delfines listados como del común, y es normal que ocurran varamientos”, explica el científico. De hecho, añade, los seis de los que tiene constancia hasta ahora representan una cifra menor a la de otros años.
Estos cetáceos que aparecen en las costas caballas suelen ser o muy jóvenes, que se separan del grupo y se desorientan, o adultos debilitados. Pueden ser tanto hembras que después del parto han perdido sus fuerzas como delfines enfermos, por ejemplo, los que han sufrido una infección durante una epidemia. “Los datos no son alarmantes, a no ser que se vea en el estado de los últimos delfines que sea una mala práxis en la pesca, como hemos tenido algunos casos”, refiere el biólogo.
Pero incluso cuando quedan atrapados en las redes, expone Orduña, es “muy complicado” saber si el delfín ya estaba muerto o muy enfermo cuando quedó enganchado. Puede ser que el animal fallezca y su cuerpo quede a la deriva y termine apresado por una red. Pero también que el cetáceo debilitado se vea atraído por la captura de la pesca, “comida fácil” —aclara Orduña— y cuando intente hacerse con los peces acabe enredado. Una necropsia ayudaría a dilucidar si cuando al delfín le cortaron las aletas todavía seguía vivo.
Como hay periodos en los que la actividad pesquera se intensifica, como en verano o ciertos meses en invierno, en esas temporadas aumentan ligeramente los varamientos. Parte de estos animales mutilados acaban en las playas ceutíes y a menudo se suele atribuir la culpa a los pescadores marroquíes: “Aquí también hay pesca furtiva, siempre ha habido, pero suele estar más controlada”, puntualiza Santiago Orduña. En verano, la vigilancia de estas prácticas “se relaja” un poco más.
El biólogo señala que esta situación suele ser más preocupante con las tortugas atrapadas, en especial las conocidas como tortugas bobas: “Es un tema sensible para la población, pero de momento lo de los últimos delfines se podría decir que es algo normal”. Los casos más alarmantes, pues, serían aquellos similares al de 2019, año en que se encontraron en apenas unos días una decena de estos mamíferos varados, con amputaciones y de edades diferentes.
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