Esa noche nos quedamos en el porche hablando. Había que planificar todos los pasos a dar a partir de ahora. Yo esperaba que me diera órdenes, sin embargo Rocío permaneció callada y escuchando mis conclusiones. Yo me puse muy serio y llegué al culmino que lo único que habíamos hecho bien había sido darnos a conocer en público. Eso era muy bueno según mi opinión. Visto el exitazo de público llegué a la resolución que estas artes eran muy queridas aquí. Deberíamos seguir por ese camino.
Pero teníamos que explotar un poco más nuestras nuevas amistades de momento a Paolo, Ángel y a esa mujer del rito. La Santera nos podría dar muchos datos pero teníamos que ir con pies de plomo. Lo que habíamos conseguido podíamos tirarlo por la borda en unos instantes. Propuse otro encuentro con Ángel y que gracias al fajo de billetes de un dólar seguir tranquilamente los sobornos. Era una vía bastante adecuada para estos momentos. Vi como después de tanto platicar entró en su habitación y al cabo de unos minutos donde mi imaginación volaba contemplando la belleza de la noche.
Al no haber contaminación lumínica se podía apreciar casi todas las constelaciones. A mí me encanta contemplarlas, me relaja. Aunque debo decir que no entiendo mucho. Me gustaría algún día comprar un libro sobre este tema en particular. Por fin apareció ella con dos copas, una botella de ron y una botella de coca cola. No trajo hielo ya sabéis que el hielo suele ser del agua del grifo y los viajantes lo tenemos prohibido. Nos tomamos un par de cubatas en honor al trabajo realizado. Me vino bien ya que me entró sueño a la par de ella. Y después de despedirnos y quedar para desayunar en mi apartamento sobre las diez me fui a mis aposentos.
A las 10 en punto como un clavo pegó en la puerta. Le abrí la misma y después de lavarme la cara tomamos café con leche, zumo de melocotón y galletas. Estábamos dispuestos a salir a ver un nuevo día en Haití. Nos fuimos dirección a Comisaría y nos encontramos en la calle a Paolo, parecía que nos estaba esperando. Él, muy amablemente, nos empezó a decir: “Ayer os dejé por vuestra cuenta y creo que habéis producido bastante. Mis influencias me han contado que estuvisteis en casa de la Santera María Polar. ¿Qué habéis conseguido saber? Id informándome periódicamente y si os hace falta algún sobre más me lo decís”.
Rocío empezó a hablar, pues la verdad estamos al principio de todo y sobre el sobre no se preocupe, que cuando nos haga falta ya te pediré.
En ese preciso momento una niña se le echó encima de Rocío. Bueno más bien a las piernas de ella. Se le abrazó fuertemente y cuando se agachó con mucho cuidado para ver quién era vio en sus pupilas la imagen de la pobre niña que le dio un caramelo hacia tan sólo un día. Se vieron muy felices las dos y se dieron un beso mientras la cogía en brazos. Iba ataviada con una camiseta blanca y unos pantalones cortos de color negro. Le empezó a hablar en francés y entre Paolo y yo fuimos traduciéndole.
Le entregó una rosa de color blanca y señaló hacia la derecha con su mano, allí había un hombre de color acostado a una columna del hotel.
-Me lo ha dado ese hombre, me ha dicho que quiere hablar contigo. Es muy bueno me ha dado todas estas golosinas que tengo en mi pantalón.
Seguidamente le dio un beso muy fuerte y la dejó en el suelo. Y también le dio un dólar diciéndole que comprará comida para su casa.
Se puso al lado mía y al oído me dijo: “Quédate aquí voy a olfatear”.
Paolo y yo nos quedamos solos. La niña se marchó en dirección contraria.
Yo desconfío de todo y más de una cita a ciegas. Aunque hay que decir que fue una conversación muy monóloga la que tuvimos Paolo y yo. Sólo destacare una frase: “Hacen buena pareja”. Dicha por Paolo. Yo la verdad a parte de desconfiar tenía un poco de celos.
Me invitó a entrar en su despacho y allí sacó un whisky muy raro para mí pero estaba muy bueno de sabor. Lo tomé sin hielo aunque la verdad debería de haberlo hecho, era demasiado fuerte para mí y más después del desayuno. Me comentó Paolo que todo lo que me hiciera falta allí estaba él para intentar facilitárselo. Yo le dije que necesitaba personas libres que quisieran hablar claro y me puso una cara de raro.
-Aquí todos tienen miedo. Pero muchas veces el hambre puede más que el miedo así que si consigues buscar a la persona adecuada puede ser que te pueda dar una pista.
Yo llevo toda la vida aquí. He nacido y criado en estas calles y no sé un pimiento.
-¿ Pero los hombres zombis existen?
- Por desgracia sí. He visto a unos cuantos. Pero también te digo que de cada 1.000 desapariciones aparece sólo uno. Eso sí no se puede hablar con ellos. Están en otra galaxia.
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