Son ya conocidos los ultimátums de los separatistas vascos y catalanes al Gobierno central. Del vasco Urkullu, advirtiendo que “el tiempo pasa y la paciencia se agota. Hay que avanzar en la construcción social y nacional para hacer de Euskadi una nación europea”. Y del catalán Torra, jaleando a los más radicales, diciéndoles: “apretad, hacéis bien en apretar”, exigiendo que se convoque un referéndum autorizado, vinculante y con control internacional, sobre la independencia de Cataluña”. Si no, retirará el apoyo parlamentario. Ahí quedan dos chantajes más al Estado, entre tantos..
Pero como de los catalanes vengo ocupándome en exceso, sin haber conseguido dar abasto a denunciar todas sus fechorías, falacias y necedades, y veo que lo único que sabe hacer Torra, máximo representante del Estado, del orden púbico y de la Policía en Cataluña, es fomentar la insurgencia y agitar a los más radicales contra los mossos, la seguridad y el orden, alentando a los más revolucionarios , a quienes cortan calles, vías, carreteras y asaltan el Parlament aporreando a los mossos, ensuciando el paisaje con esteladas y lazos amarillos provocadores, pisoteando y quemando banderas españolas y fotografías del rey, pues intentaré sustraerme hoy al escarnio de tener que analizar tales desafueros y tropelías, centrándome más en el País Vasco, para tratar de desmontar su otra mentira soberanista.
El País Vasco era antes las Provincias Vascas. Después, en su Estatuto autonómico colaron de pacotilla lo de País Vasco. Y luego los batasunos inventaron Euskadi, pretendiendo anexionarse Navarra y norte de Francia, que dicen forman parte de su “gran nación vasca”.
Y ya se sabe que en eso de inventarse y anexionarse naciones, países, estados y reinos, a vascos y catalanes no hay quien les gane. Euskadi, en fin, es una falsa construcción secesionista hecha con los mismos materiales prefabricados que la Cataluña separatista.
El “modus operandi” de secesionistas vascos y catalanes es el mismo: estar siempre al acecho de que el Estado español se debilite, para intentar dar el definitivo golpe que rompa España, que es de lo que ellos viven.
Esa es una constante obsesión de vascos y catalanes, que la historia del soberanismo corrobora. Es un engendro inventado; una mera ficción que, a base de tantas veces repetirla, hasta ellos mismos terminaron creyéndose. De ahí les viene a unos y otros su enorme complejo de inferioridad por haber sido tan poca cosa. Porque ya saben que Cataluña nunca pasó de ser un simple condado, y el País Vasco jamás cosa distinta a varios meros señoríos.
Y ese complejo intentan curárselo clamando incesantemente que son nación, estado, que tuvieron soberanía, pero que la España opresora todo se lo arrebató. Y no teníamos bastante con los numerosos retos y desafíos del activista Torra, que viene ahora el lehendakari Urkullu a reavivar el separatismo vasco, que tanta sangre y vidas inocentes se llevó por delante, pese a que se nos venía mostrando mesurado y juicioso que parecía mantenerse dentro de ciertos límites de moderación.
Pero, claro, habiendo visto que Torra “apretando” termina de sacarle al Estado otros 3.559 millones, pues Orkullito el “modosito” ha plagiado el paradigma del viejo ideólogo Arzallus cuando en 1994 dijo a los batasunos: “unos que arreen, y otros que discutan y muevan el árbol, pero sin romperlo, para que podamos seguir recogiendo nueces”. Menos mal que, como parecía moderado, pide poco. ¡Bah!, para empezar, que se le transfieran sólo 36 competencias, más derecho a decidir, crear un estado vasco soberano y “cuasi constitucional” (¿Cómo se guisa ese refrito?), acercamiento de presos, blindar sus privilegiados fueros, y tener propia caja de la Seguridad Social vasca. Estos separatistas son todos insaciables, de una codicia y voracidad recaudatoria tan insolidarias que pervierten la política y degradan la democracia a base de tanto ansiar para ellos. ¿Y cuál es el origen de los vascos?
Con los godos, fueron los cántabros de Vasconia (vascones). Después, Vizcaya, el año 1076 Íñigo López de Haro I fue su primer señor, pasándose voluntariamente a Castilla. Guipúzcoa, fue anexionada el año 1200. Y Álava, también en 1200, se constituyó voluntariamente en condado del reino de Castilla.
Al igual que los catalanes, los vascos presumen de haber tenido rey, que a veces tanto les enternece, para intentar justificar la ilegítima soberanía que reivindican. Por eso insisten en arrogase como propio al gran rey de Navarra Sancho III, que reinó desde 1004 a 1035, pero en Navarra.
Paradójicamente, fue el primer monarca que se tituló “hispaniarum rex o rex ibéricus” (rey de toda Hispania). El primer vasco que quiso anexionarse Navarra, fue Manuel Irujo, elaborando un mapa de Euskadi y una Constitución vasca en el exilio que en 1940 declaró en Londres, cuyo artículo 5º, recoge.
“El territorio vasco es el integrante del histórico Reino de Navarra, dividido en las Regiones de Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Rioja, Moncayo, Alto Ebro, Montaña y Alto Aragón, más los condados de Barcelona y de Gascuña que le rindieron vasallaje”. En 2004, al cumplirse el milenio de la coronación de Sancho III, el Ayuntamiento de Fuenterrabía (ahora Ondarrubia), para homenajearlo anunció la construcción de un monumento.
“Es necesario – decía - recuperar el valor de la entidad regia del señor de los vascos, huyendo de una conmemoración provinciana a nivel de la limitada Navarra actual…”, y justificaba el monumento por la importancia del momento histórico que 1004 representaba; “año en que accedió a la corona el rey del estado Vasco”. Sancho III de Navarra luchó denodadamente por recuperar la unidad de toda Hispania durante la Reconquista.
Los separatistas vascos protagonizaron con él el mismo sainete falaz que la Generalidad de Cataluña organizó cuando en 2010 exhumó los restos del rey Pedro III el Grande, que lo fue de Aragón, incluso dándole escolta oficial por los Mosos d´Escuadra, haciendo el paripé de presentarlo como “su rey catalán Pere II el Gran de la corona catalano-aragonesa”.
Aunque lo llaman Pere II, porque con ese título fue con el que Pedro III heredó de su padre el Condado de Barcelona, pero nunca el reino de Cataluña, que ésta jamás tuvo. El separatismo vasco lo inventó Sabino Arana (“tontiloco”, lo llamó el insigne vasco Unamuno). En 1894 fundó el PNV, dotándolo de su ideario nacionalista.
Y con él comenzó la gran mentira soberanista vasca, proclamando como “fundamentos doctrinales” que despertaran en el pueblo vasco la conciencia nacional bajo los siguientes principios: “El País Vasco se llamará Euskadi, comprendiendo los territorios de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa”, anexionándose por su soberana voluntad Navarra, en contra de los navarros, para apoyarse en la condición de reino que Navarra tuvo, y sumándole también el territorio vasco-francés.
“Euskadi, la nación vasca –decía- por derecho natural, por derecho histórico, por derecho de conveniencia suprema y por derecho de propia voluntad (¿caben más derechos?), debe ser dueña absoluta de su propio destino para regirse a sí misma en la forma que estime conveniente (…)”. Aclaro que, para mí, vascos y catalanes, sobre todo lo no separatistas, son en general buena gente, serios, honestos, emprendedores, amantes de su tierra, su lengua, sus fueros, sus singularidades y hechos diferenciales. Pero no más que los de otras regiones.
En mi querida Extremadura, por ejemplo, hasta el siglo XIX se habló el “castúo”, cuyos más genuinos representantes fueron los poetas Luis Chamizo en el “Miajón de los castúos”, y Gabriel y Galán en su “Cristu benditu”. Y también tenemos todavía vigente el Fuero del Baylío, que igualmente rigió en Ceuta. Eso sin contar cómo las grandes hazañas de extremeños dieron a España universalidad en América. Aunque reconozco que los extremeños vamos mucho más atrasados que los separatistas en eso de hacer y decir tonterías y propalar falaces exabruptos históricos.
Y, si no, ahí están Torra y Puigdemont. Fíjense la que han liado, una vez más, secuestrando el Parlament y apropiándoselo de forma dictatorial del Parlament y del Govern, después de tanto presumir de ser tan demócratas y de tanto quejarse de que les impiden ejercer la democracia porque no les dejan votar lo que la Constitución prohíbe.
O cuando los diputados marionetas de Puigdemont se niegan a ser sustituidos para que corra la lista y que no se altere su actual mayoría (parlamentaria, no social), desacatando con ello el auto judicial dictado por el magistrado Llarena suspendiéndolos. Ellos quieren a toda costa delegar el voto que tienen suspendido, pero no ser sustituidos; (excepto los diputados de Junqueras, que han obedecido).
De ahí el escándalo que días pasados dieron en el Parlament. La diferencia entre “sustitución y “delegación” del voto está en que los sustituidos pierden su sueldo; mientras que quienes deleguen, seguirán cobrándolo.
El Gabinete jurídico de la Generalidad ya ha informado que no se puede delegar un voto que se tiene suspendido. Pero, ya se sabe, la “pela” para ellos es la bandera a la que más se abrazan.
Los separatistas insisten en romper España a toda costa, pese a que ya han fracasado hasta en cinco intentos anteriores. En la guerra del segador de 1641. En 1873, con el cantonalismo federalista de la primera República, que se independizaron ciudades y pueblos como Alcoy, Alicante, Valencia, Almansa, Andújar, Bailén, Cádiz, Cartagena, Castellón, Granada, Huelva, Jumillas, Loja, Motril, Málaga, Murcia, Orihuela, etc. Algunos incluso declarándose la guerra y bombardeándose entre sí como si de estados enemigos y beligerantes se tratara.
En la segunda República, se declararon independientes Cataluña y el País Vasco en 1931 y 1934. Y ahora, ellos siguen, intentándolo de nuevo Puigdemont y Torra. Quieren ser estado sin ser capaces de gobernarse como Autonomía, pareciendo una jaula de grillos.
Al separatismo vasco se refieren los historiadores Jon Juaristi en el “Buncle melancólico”, José Luis Granja en su libro “Un siglo de Euskadi: por el falseamiento que hacen de su historia, inventándose una “nación”, y Ricardo de la Cierva, en “Hijos de la gloria y de la mentira”, cuyos títulos no puede ser más elocuentes. Pero los vascos todavía hicieron más el ridículo cuando Aguirre sucedió a Sabino Arana, y publicó una carta en el boletín separatista francés, “Euzko Deya”, el 18-12-1959, pidiendo ayuda al presidente norteamericano Eisenhower. “Señor presidente, decía:
En la lucha de los EE.UU. por su independencia – cuando el pueblo vasco era todavía soberano – sus asambleas, autoridades y sus hombres reunieron sus ahorros para ayudar modesta y cordialmente a vuestros soldados y a vuestra empresa de libertad nacional”. Pero el historiador Salvador Madariaga, le replicó: “He leído en Euzko Deya la carta que ha dirigido usted a Esinhower con motivo de su visita a España. Su texto viene a confirmar mi inveterado pesimismo sobre el porvenir de nuestra patria común, fundado en la actitud trágicamente extraviada, de ciertos elementos influyentes en el País Vasco y Cataluña. No leo en efecto en su carta ni una sola palabra que sugiera solidaridad con el resto de España. ¿Qué concluir sino que está redactada en un espíritu separatista?
¿Qué pensará Eisenhower de estos desterrados que a él acuden en orden disperso? (…). El pueblo vasco no ha sido jamás soberano (…)”. Aquellos tics racistas de Sabino Arana son los mismos que, como tengo dicho en otros artículos, encontramos ahora en el separatista catalán Torra, que en el diario “El Mont”, refiriéndose a los catalanes castellanoparlantes, que despectivamente llaman “charnegos”, dice: “Son bestias que beben odio (…) Ahora miras a tu país y vuelves a ver hablar las bestias. Pero son de otro tipo. Carroñeros, víboras, hienas.
Bestias con forma humana, sin embargo, que beben odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua (catalana). Están aquí, entre nosotros. Les repugna cualquier expresión de catalanidad. Es una fobia enfermiza. Hay algo freudiano en estas bestias. O un pequeño bache en su cadena de ADN. ¡Pobres individuos! (…) Los crea urticaria. Los rebota todo lo que no sea español y en castellano. Tienen nombre y apellidos las bestias. Todos conocemos alguna (…)”. Y todo eso lo dice el todavía president de Cataluña que enarbola el separatismo catalán. ¿No le dará vergüenza!.?.
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